Por Antonio Luis Aguilera
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Juan Ortega visto por el pintor Tico de la Rosa |
Hubo toreros que sin llegar a ser figuras del toreo, por el concepto y belleza de su expresión artística, dejaron una huella indeleble entre
quienes lo fueron y bebieron de sus fuentes. Sucedió,
por ejemplo, con el novillero sevillano de los años cincuenta Antonio
Gallardo, a quien el mismísimo Juan
Belmonte pedía que lo anunciaran en la Maestranza para verlo torear a la verónica. El mismo a quien Curro
Romero cita cuando se refiere a los grandes artífices del toreo a la verónica, como uno de los que se fijó en sus comienzos para expresarla. Antonio
Gallardo no fue conocido por el gran público y el Cossío lo despacha pronto, lo que no quita que entre los profesionales del toreo y buenos aficionados de Sevilla su lance a la verónica cobrara veneración y se fuera transmitiendo a las nuevas generaciones, para que admirasen las pocas fotos
de este sencillo pero magnífico torero.
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Antonio Gallardo torea a la verónica en la Maestranza. Foto Arjona |
Sacamos a colación a Antonio
Gallardo por cierta similitud con otro magnífico torero sevillano, a quien el sistema
que controla los entresijos del toreo ignora de forma injusta. Se llama Juan
Ortega, nació en Triana, y aún no le han ofrecido la oportunidad de realizar su presentación como matador
de toros en la Maestranza, a pesar de que en septiembre se cumplirá un lustro de su alternativa en la plaza de Pozoblanco. Juan Ortega no tiene ningún Belmonte que interceda para que lo anuncien en el coso del Baratillo. Y como los comisionistas que regentan el toreo son tan malos aficionados, lo ignoran, les importa poco que se aburra en su lucha, cuanto menos les moleste, mejor. A ellos les suenan a música celestial los ecos de ese joven espada del que dicen que expresa el toreo como solo lo hacen los elegidos. Y como los malos cocineros repiten en los carteles rancios menús de toreros
caducos, cortados todos por el mismo patrón, violentos en el uso de los trastos, vistos feria tras feria y que no despiertan la menor ilusión entre la afición. El mismo sofrito malo de te pongo al tuyo y tú me pones al mío.
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Juan Ortega meciendo la verónica en Málaga. Foto Fidel Arroyo |
El Domingo de Resurrección anunciaron a Juan Ortega en Madrid después de su reveladora actuación el día de la Virgen de la Paloma, cuando presentó ante la capital del reino sus elegantes credenciales y cortó una oreja. Y en una tarde antitaurina por ventosa y fría, el torero de Sevilla impresionó a la exigente afición de Las Ventas al ralentizar el toreo encadenando portentosas verónicas de manos bajas, mecidas con un capotillo que llevaba aromas de Triana e imponía un ritmo más lento a la embestida del noble ejemplar de la ganadería de El Torero, una velocidad menos a la que embrocaba, para llevarlo embebido en el vuelo de la tela acariciando su embestida con suavidad de terciopelo gracias a un temple superior, que lo conducía hacia detrás tan despacio y armoniosamente que en esos instantes eternos cristalizaron en el ruedo carteles de lances de la más profunda y pura torería.
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Juan Ortega el Domingo de Resurrección. Foto Rafael Villar |
Madrid rugió de inmediato, la afición se levantó de los asientos sorprendida por esa luz cegadora que desde el ruedo relampagueaba iluminando los tendidos en la nublada tarde. Cómo sería que, cautivada por el hallazgo del mejor toreo a la verónica, ni protestó algunas claudicaciones del toro, procurando que sus contadas pero enclasadas embestidas permitieran entonar el cante a aquella pequeña muleta que ofrecía el sevillano -bien colocado, encajado, con las zapatillas enterradas, ofreciendo planchada la tela y conduciendo el viaje en rectitud, sin echarlo para afuera-, quien al expresarlo también erigió un monumento al pase natural, toreando con idéntico temple portentoso y sintiendo la suerte con el brazo desmayado y la muñeca rota, como expresando la liberación de un quejido del alma mientras apuraba con pulso sereno un toreo excepcional.
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Juan Ortega. Foto Plaza1 |
Le quedaba otra cita el 16 de mayo, en su incomprensible única actuación en el larguísimo ciclo de San Isidro, donde tuvo el infortunio de vivir una tarde imposible para el toreo, propia de suspensión por el vendaval que azotaba Madrid con rachas de viento
de cincuenta kilómetros por hora, que llegó a levantar por completo el capote por encima de la montera al recibir al segundo de su lote dejándolo indefeso. Y para rizar el rizo, en el ruedo polvoriento una descastada e infumable corrida de Valdefresno. Juan Ortega, cuando el viento lo permitió, solo pudo mostrar detalles de su torería, como el bello macheteo con que gobernó a su segundo morucho. ¿Y después qué...? Pues después, el sistema que maneja el toreo debió responsabilizarlo del viento y de los arreones de los moruchos, y volvió
a ignorarlo en los carteles de las ferias que iban tomando cuerpo. Como si nada importante hubiera
pasado. Pero sí pasó, como escribió el respetado crítico Ignacio Álvarez Vara Barquerito en la crónica de ese día: “De su brusco fondo dio cuenta con
particular primor Juan Ortega en una faena de rico encaje, suavidad
distinguida, asiento impecable y composición nada común. Tres tandas en redondo
bastaron para dejar sello y huella a pesar de que, implacable, el viento se
metió por donde y cuanto pudo. El manejo de avíos de Ortega llama la
atención. Su colocación y postura natural también. La armonía toreando. Solo
que protestó el toro antes de venirse abajo. Tras una estocada contraria, tres
descabellos. Pareció que no había pasado nada. Pero pasó. Y volvió a pasar
cuando, con decoro refinado, resolvió la papeleta del quinto, el peor de la
corrida”.
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Toreo por bajo de Juan Ortega el 15/8/2018. Foto Plaza1 |
El toreo no puede permitirse el lujo de ignorar a un espada como el de Triana, que maneja
los engaños sin mentir con un temple nada común, sabe expresar el
toreo con una belleza excepcional y se va derecho detrás de la espada. Al juzgar su tarde de Resurrección en Madrid el comentarista Domingo Delgado de la Cámara, lo comparó con toreros históricos como Curro Puya o Cagancho, y la periodista Rosario Pérez no tuvo reparos al titular así la crónica de ABC: "Juan Ortega y unas verónicas para resucitar a los muertos". Damos fe que aquella tarde los aficionados que sienten el toreo abandonaron la plaza impresionados por la inmensa capacidad del diestro sevillano.
Pero en la Fiesta ya no existe el romanticismo. No quedan apoderados ni empresarios que valoren estos milagros -¿o no es un milagro ser un torero así hoy día?-, y quienes manejan hasta la calderilla del negocio,
los comisionistas que llevan plazas, toreros y ganaderías, e imponen favores, intercambios y recomendaciones, no escuchan a la afición y hacen oídos sordos cuando se habla que es necesario renovar el
escalafón con toreros que sepan expresar el toreo. Por el bien de este arte es necesario abrir los carteles y retirar de las ferias a tanto torero caduco al que los comisionistas prolongan la agonía profesional. Junto a las figuras hay que dar sitio a toreros emergentes como Juan Ortega, para que cuando pasen los
años no se les recuerde como a Antonio Gallardo, añorando a un magnífico intérprete del toreo al que aburrió el sistema, sino como un torero
que pudo expresar las maravillosas cualidades que atesoraba cuando le ofrecieron ocasión de hacerlo. La Fiesta no está sobrada de toreros que sequen las gargantas, pongan el vello de punta y humedezcan los ojos a quienes admiran su arte. De esos pocos elegidos por el cielo que son capaces de devolver la ilusión por el toreo eterno.
IMÁGENES DE LA ACTUACIÓN DE JUAN ORTEGA. PROGRAMA TENDIDO CERO DE RTVE
4 comentarios:
Enhorabuena, que bien escribes, cómo buena persona y buen aficionado que eres. Un abrazo! Maestro.
El tiempo lo pone todo en su sitio y al maestro Juan Ortega le ha llegado su momento.
Antonio, se puede decir más alto, pero no más claro. Ni con más educación. Ni con más respecto…ni con más arte, por qué no decirlo. Sus sabías palabras claman al cielo por oportunidades para Juan Ortega.
No quiero…, ni puedo, añadir nada más porque esta entrada en un compendio del buen gusto a la hora de criticar a este absurdo sistema que ahoga al toreo de hoy en día. He tenido la gran suerte de presenciar en la plaza sus tres últimas actuaciones en Madrid. Su toreo te conmueve el alma. Sales de la plaza con unas ganas tremendas de volver a encontrarte con esa forma de interpretar, de sentir, de expresar… con capote y muleta. En definitiva, de TOREAR.
La crítica y la afición han sido unánimes en cantarlo. No hay excusa. Pero después de todo, te pegas de bruces con la realidad de este sistema empresarial de intercambio de cromos, de comisionistas que se matan por repartir migajas, aunque ello conlleve dejar morir a la fiesta.
Avances de ferias, de carteles y no aparece su nombre. Si un torero como Juan Ortega no tiene cabida, créanme que es una muestra inequívoca de la mezquindad de los que mueven los hilos del toreo. De su escasa altura de miras.
Para terminar, sólo me gustaría lanzar una pregunta al aire: toreros tan grandes como Belmonte, Manolete, Curro Puya… ¿habrían salido hoy en día?, ¿la historia de tauromaquia no habría sido mucho más pobre sin esos nombres? Tal y como está la fiesta actualmente, ¿se puede o nos podemos permitir “el lujo” de perder o aburrir a un torero como Juan Ortega?
Al menos en Gijón, Carlos Zuñiga Jr. lo anuncia para el 14 de agosto en un cartel muy bonito: David Galván, Juan Ortega y Álvaro Lorenzo con toros de la Quinta. Existen empresarios jóvenes que dejan un hilo de esperanza… Ojalá cunda su ejemplo.
Como siempre D. Antonio Luis, muchas gracias por su blog y su dedicación. Además de disfrutar con su lectura, aprendemos.
Un cordial saludo.
Muchas gracias a Luis Miguel López y a todos los lectores que se asoman a esta recoleta plaza de la Lagunilla. Estoy convencido de que a Juan Ortega le ha de llegar el momento de expresar su toreo. No sé lo que tardará, pero estoy seguro. Una torería de esa dimensión no puede permanecer oculta por mucho que los grandes comisionistas se empeñen. Por fortuna ya están comenzando a abrirse puertas para esta temporada. Ojalá los pequeños empresarios que están confiando en él encuentren el éxito y la recompensa de su excelso toreo.
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