sábado, 14 de septiembre de 2019

MANOLETE RECORDADO POR UN AMIGO

Por Antonio Luis Aguilera
 Dos amigos: Manolete y Manuel Sánchez de Puerta. Foto Mari.
El 27 de julio de 1985 tuvimos el honor de hablar en Córdoba con un amigo íntimo de Manolete, don Manuel Sánchez de Puerta Guerrero, un señor en el sentido literal de la palabra, que tuvo la amabilidad de recibirnos en su domicilio para recordar al amigo torero. Aquella mañana de verano Manuel había convertido el salón de su casa en un auténtico museo, para exponer los recuerdos que guardaba de su amigo Manolo, invitándonos a examinarlos despacio mientras nos contaba la historia de cada uno. Allí vimos la escopeta de cacería del torero, el regalo de bodas que le hizo, del que nos dijo que le habría costado un dineral y cuando le reprochó el gasto que había hecho le contestó que así la gente no diría que su amigo el torero era un gurrumino.
De los objetos de aquella exposición destacaba un regalo excepcional: el traje celeste y oro que Manolete vistió el 16 de julio de 1947 en la plaza de Las Ventas, la última tarde que actuó en Madrid, corrida de Beneficencia que toreó gratis donando sus honorarios a favor de los necesitados -como siempre hizo en esa corrida-, en la que alternó con Rafael Vega Gitanillo de Triana y Pepín Martín Vázquez. El destino quiso que esa tarde tan próxima a Linares también ofreciera su sangre, pues resultó herido en la pierna izquierda por un derrote seco de su segundo toro, de nombre Babilonio y del hierro de Bohórquez, al que continuó toreando sangrando en una faena inolvidable por entrega y belleza, en la que cortó las orejas tras estoquearlo brillantemente, para acto seguido echarse en brazos de sus compañeros para que lo llevaran a la enfermería.
Sevilla 1941, Manolete pasea un rabo. Foto Mari
También llamaba la atención un pequeño álbum con tapas de nácar marcadas con el hierro de la ganadería de Villamarta, donde se conservaba el reportaje fotográfico de la faena realizada en Sevilla el 26 de abril de 1941, tarde que actuando con Pepe Bienvenida, Juanito Belmonte y Pepe Luis Vázquez, cortó un rabo. El álbum se lo había regalado al torero el propio ganadero, pero Manolete se lo obsequió a su amigo porque a Manuel le había gustado y quiso que lo conservara, con el argumento de que él tenía muchas fotografías.
Emocionados sujetamos aquellas taleguillas manchadas de sangre. Manuel nos dijo:
Mira el boquete de la cornada... ¡Y siguió toreando el tío...! 
Sentimos una profunda impresión al tener en nuestras manos ese traje, ligeramente palidecido por el tiempo. Manuel se dio cuenta y nos dijo:
Antonio, para mí es muy grato tenerte en mi casa y hablar contigo del torero que a mi juicio ha sido el mejor que tuvo Córdoba.
Muchas gracias, Manuel. ¿Cómo nació vuestra amistad?
Con exactitud no te lo puedo decir, pero fue siendo novillero, antes de la alternativa. Era un amigo más. De su profesión, siendo figura del toreo, nunca hizo alarde. Era uno más del grupo que formaban Domingo Roca, mi hermano Baldomero, Enrique León, Manolo Suárez... Un tío sencillo, de trato estupendo, sin alardes de ninguna clase. Pasaba con mi familia temporadas en el cortijo, donde no era frecuente sacar el tema taurino. Se pasaban los días enteros sin hablar de toros, se charlaba del campo, del tiempo o de las faenas agrícolas. Eso sí,  como saliera el tema de los toros nunca se veía el final, nos entusiasmábamos hablando, sobre todo él.
¿Recuerdas algunas anécdotas vividas con él?
Iglesia de S. Miguel. Foto M. Castilla

—Una noche que Manolo Suárez, Manolete y yo habíamos tomado unas copas de vino y estábamos “contentos”. En la iglesia de San Miguel vimos a un señor que venía del Palacio del Cine desde la plaza de Las Tendillas e iba hacia el hotel donde se hospedaba. A Manolete le hizo gracia la mascota que llevaba de sombrero y al pasar a su lado se la quitó. Se la puso y salimos corriendo dándole vueltas a la iglesia mientras el pobre hombre iba detrás de nosotros. Entonces había muy poca luz en Córdoba y nos escondíamos  a la sombra de la iglesia. Nos dio lástima y salimos al encuentro para pedirle perdón por la broma. Manolete, con el sombrero puesto, le dijo: —Vamos a ver amigo, ¿sabe usted quién soy yo?—A lo que el hombre indignado, contestó: —¡Sí, un sinvergüenza!— Manolo, muerto de risa y quitándose el sombrero, continuó: —¡Hombre, no me diga usted que soy un sinvergüenza! Yo soy Manolete— Pero el hombre insistía: —¡Usted qué va a ser Manolete ni Manolete, usted es un sinvergüenza!
Entonces nos dirigimos a la única farola que había en el centro de la plaza y ya con la luz la reacción del hombre al ver que era Manolete te la puedes imaginar. Cambió de color, se quedó sin palabras. El señor era representante de una casa de perfumes de Barcelona y se hospedaba en el hotel Simón. Al día siguiente quedamos citados y estuvimos tomando café con él. Imagínate: un hombre loco de contento por haber conocido a Manolete gracias a una broma.
Otro día fuimos a Sevilla cuando él empezaba su carrera. Lo hicimos en un tren que la gente llamaba “el carreta”. En la estación cogimos un taxi para ir al café Gayango, y al entrar un camarero lo reconoció y dijo en voz alta: —¡Señores, acaba de entrar un aficionado a los toros!— La gente se percató de que era Manolete y le aplaudió con fuerza. Pienso que Sevilla lo descubrió antes que Córdoba. Ya el día de su alternativa se dieron cuenta del torero tan grandioso que era. Sí, que no había nacido allí, pero era uno de los mejores que había y ellos lo reconocieron.
Manolete sentía un cariño especial por Sevilla, allí tenía muy buenos amigos, como Pepe Luis Vázquez sin ir más lejos, un torero del que era apasionado. Le escuché decir muchas veces: —Ustedes no habéis visto torear bien a Pepe Luis. Si es que cuando al rubio de San Bernardo se le cae el mechón de pelo en la frente chorrea almíbar, el arte de ese hombre no lo tiene nadie—  Era un gran entusiasta de Pepe Luis.
Manuel, qué papel jugó José Flores Camará en su carrera.
Muy importante. La gente puede estar equivocada con Camará. Él quería mucho Manolete, más de lo que se piensa. Soy testigo de muchas conversaciones entre ambos, sin tener porqué haberlas presenciado, por la confianza que los dos tenían en mí, porque sabían que lo que escuchaba no lo comentaría con nadie. Y te digo que Camará quería Manolete. No estoy de acuerdo con lo que se habló después sobre si esto o lo otro. Igual que Manolete fue figura del toreo, Camará fue figura de apoderado.
—¿Cómo era el toreo de Manolete?
Pues un toreo único. Antonio Bienvenida decía que llevaba las faenas hechas en la maleta. Y es que para que a ese hombre se le fuera un toro sin torear no sé que tenía que pasar. ¡Qué se le echara...! Porque como pudiera sacarle cinco, siete o diez muletazos se los daba. Siempre apuraba los toros al máximo. Cuando no tenía más remedio que matar lo hacía, pero como el toro le embistiera te aseguro que había faena para rato. Por su amor propio, por la dignidad profesional que tenía, sacaba más partido que nadie a todos los toros. Ese hombre se jugaba el pellejo cada vez que se vestía de luces, le importaba poco que la plaza fuera grande o chica, de más o menos categoría, él cumplía con su obligación. Muchas veces dijo: —¿Por qué no voy a torear al toro con posibilidades, si es mi obligación? Para eso paga la gente, para verme torear. Y yo no puedo defraudarla porque el animal sea mejor o peor, tengo que sacarle el partido que tiene, porque para mí lo mismo es el público de Madrid que el de cualquier pueblo de España, por pequeño que sea—
Última tarde de Manolete en Madrid
Recuerdo una tarde que fui a Andújar con Domingo Roca. Toreaba una corrida de Flores Albarrán mano a mano con Pepe Luis y me parece que iba de sobresaliente Morenito de Talavera. La corrida se dio por el ambiente que había, pero la tarde era muy mala, nublada, el ruedo con verdina, en malas condiciones. Yo estaba intranquilo en el callejón, porque los dos toros primeros no fueron buenos, pero salió el tercero para Manolete y cuando fue a por la muleta y la espada, dijo: —Voy a procurar poner a la gente contenta— Y mientras llovía hizo unan faena magnífica. ¡A ese hombre le importaba poco que fuera Andújar o la monumental de Barcelona! El público era el mismo para él en todas partes. Por eso pasó lo que pasó… Por ser tan cumplidor. La honradez suya… Pero era su forma de ser, nació con ese don que Dios da, que los demás también tendrían, pero no lo demostraban.
Manuel, se ha escrito mucho sobre el toro de su época. Sus detractores le acusaban de torear toros chicos.
El toro de su época era como el de todas las épocas. Los había chicos y grandes. El motivo fue la guerra. Se criaron menos toros porque la situación de España era distinta a la de hoy, pero toros grandes o chicos ha habido toda la vida, la prueba la tienes en el que mató a Joselito en Talavera. El toro de la época de Manolete era normal. Además, las cornadas las dan los grandes y los chicos, aunque influyan el peso y la edad. Pero tampoco es lo que se ha dicho.
Además de Pepe Luis Vázquez ¿a qué otros toreros admiraba?
Lo primero que te digo es que nunca habló mal de ninguno de sus compañeros. Jamás le oí decir que si tal o cual. Todos tenían algo bueno para él. Eso sí, sobre todos admiraba a Pepe Luis. También fue admirador de Arruza. Carlos era un torero cumplidor, con mucho amor propio y dignidad, que no se dejaba ganar en la plaza por ninguno y que le podía a los toros.
—Y con él llegó a tener una sincera amistad.
Abrazo entre dos amigos: Carlos Arruza y Manolete
Te puedo contar que una noche estábamos cenando en el restaurante de Miguel Gómez, que era el centro taurino de Córdoba, tenía mucho ambiente y los amigos nos reuníamos allí. Llegó Carlos Arruza, que iba camino de Sevilla, para saludar a Manolete. La noche no estaba para seguir viajando y Manolete le insistió para que se quedara en Córdoba, pero Carlos decía que su madre lo esperaba. Finalmente pidió una conferencia con Sevilla, habló con su madre y se quedó. Cenamos Manolo Suárez, Domingo Roca, Manolete, Arruza y yo. Manolete le encargó a su amigo una habitación en el hotel Regina, y al día siguiente se fue para Sevilla, donde su madre se había quedado más tranquila sabiendo que dormía en Córdoba y no se ponía de noche en carretera. La cena transcurrió entre bromas de los dos matadores, recordando toros y corridas en que las cosas no salieron como ellos querían y despacharon cómo mejor pudieron. Eran muy buenos amigos. Además Arruza era un gran admirador de Manolete. Le llamaba maestro. Manolete no quería y le decía: —¡Carlos, por Dios!— Y él le contestaba: —¡Pero si para mí eres un maestro!— Y así, entre bromas y veras, se lo decía, porque verdaderamente lo consideraba un maestro.
Al morir Manolete todo el mundo se hizo partidario suyo, pero en vida, siendo máxima figura, la cosa no fue igual. Le exigieron como a ninguno e incluso no faltaron las ofensas.
Sí. La afición a los toros es eso: elevar al torero para luego derribarlo, destruirlo sin motivos, pero eso por desgracia es la afición a los toros, es pasión por un torero y cuando está en la cúspide echarlo abajo. Eso le pasó a Manolete. Él sabía que tenía muchos detractores, porque en el ruedo se escuchan las voces aunque la gente piense que no. Los toreros oyen las ofensas cuando se meten con ellos. El público puede obligar al torero a que toree lo mejor que pueda, pero no tiene derecho a ofenderle como hicieron con él. Desgraciadamente es la otra cara del traje de luces. Los toreros tienen dos clases de amigos: los del traje de luces y a los que el traje de luces les importa tres pitos.
¿Y la afición de México?
Manolete pasea un rabo en el coso de El Toreo de México
Aquella afición lo consideraba más que la de España. Mucho más. Manolete fue un fuera de serie en todas partes, pero en México lo era más. Allí fue impresionante. Algo que no se había conocido nunca, ni siquiera en la época de otros toreros grandiosos que llegaron desde España. Lógicamente, los mejores de aquí. ¡Pero cuando llegó él…! Allí también fue un mito. ¡Igual que aquí, un dios del toreo!
Su última actuación en Córdoba fue en el año 1944. ¿Por qué no toreó aquí en los tres últimos años de su carrera?
Él no rehusaba a torear en Córdoba, eso eran desacuerdos de Camará con las empresas, pero él no se metía nunca en eso. Eran asuntos que el apoderado, por las razones que tuviera, no veía conveniente. Manolete no rehusó jamás a torear en ninguna plaza.
¿Es cierto que pensaba retirarse al finalizar la temporada de 1947?
Sí. Se lo escuché personalmente junto a mi hermano Baldomero. Decía que le quedaban diez o doce corridas para terminar la temporada e irse de los ruedos definitivamente. Y conociéndolo cómo lo conocía pienso que lo hubiera cumplido y no habría vuelto. Hubiera toreado en el campo, o en los festivales benéficos que le hubieran requerido, pero nunca vestido de luces. Esa es mi opinión conociendo cómo pensaba y sabiendo que cuando decía algo lo cumplía.
Tristemente no llegó a disfrutar de la retirada. ¿Pero tenía proyectos para cuando abandonara los ruedos?
El campo era su afición. Tal vez una ganadería brava… Pero su gran afición era el campo y las labores. Entendía mucho de escuchar a sus amigos labradores. Las faenas agrícolas no eran desconocidas para él. Seguramente habría sido un buen labrador. Y si hubiera adquirido reses bravas hubiera sido el mejor.
¿Fue su madre el gran amor de su vida?
Sin duda alguna. Quería a su madre con delirio, la nombraba cuarenta mil veces al día: que si mi madre esto, que si mi madre aquello… Era pasión de hijo bueno con su madre. Si iba de viaje siempre le traía algún regalo por chico que fuera, chico según se quiera ver, porque hay cosas pequeñas que en la vida son grandes respecto a la madre.
¿Piensas que después de Manolete ha habido algún torero de su dimensión?
Pienso que no. Ahí está todavía su sitio vacío. ¿Quién lo ocupa…? ¡Eso sí que es difícil, ocupar un sitio de esos…! El sitio que dejó un hombre de la envergadura, la talla, la honradez profesional, el amor propio, la dignidad… De tantos dones que Dios le otorgó como torero. Yo creo que el sitio está ahí. ¿Quién lo ocupa? ¡Que venga alguien y me lo diga!
Majestuoso señorío de Manolete al romper el paseíllo en Lima
El 28 de agosto no fuiste a Linares. ¿Cómo conociste la noticia?
Estaba en el campo. La última vez que hablé con él fue aquí, en mi casa. Le dije que ya no iba más a verle torear, que no quería pasar un mal rato oyendo las cosas que la gente le decía. Me contestó que no hiciera caso, pero yo había decidido no volver a verle vestido de luces. Mi hermano Baldomero sí fue a Linares. Yo me quedé en el campo, con mi mujer. Aquella noche no puse la radio y no conocí la noticia hasta el día siguiente que los trabajadores me la dieron. Recuerdo que mi madre me envió un taxi y regresé a Córdoba. Desgraciadamente aquel día la Fiesta de los toros perdió al mejor torero. Luego ha habido muchos y muy buenos. Pero ahí está vacío el sitio que él dejó.
Y tu amigo fue sepultado en el panteón de vuestra familia, en el cementerio cordobés de Nuestra Señora de la Salud.
Sí, allí se enterró. Hubo alguna dificultad en el panteón del padre de Palitos, no recuerdo con exactitud. Entonces mi hermano y yo pensamos que, si su familia lo veía bien, se podía enterrar en el nuestro. Hablamos con Camará y rompió a llorar como un chiquillo. Finalmente fue él quien lo comunicó a la familia y a Álvaro Domecq. Y allí permaneció sepultado hasta que le construyeron su panteón.
Manuel, ¿por qué tanta grandeza en ese hombre?
Pues por su forma de ser, su amor propio, su dignidad, sus cualidades humanas… Eran tantas cosas las que se llevó su muerte. Aquí en Córdoba, no sé, podrá salir algún torero, Dios lo quiera… ¿Pero igualarle…? Eso es tan difícil… ¡Te digo que es imposible!
El protagonista de estas declaraciones, don Manuel Sánchez de Puerta Guerrero falleció en Córdoba el 22 de diciembre de 1992. Jamás podremos olvidar su amable y exquisito trato, su sincera cordialidad y hospitalidad, su señorío de hombre de bien y la amistad que nos brindó.  




2 comentarios:

Andrés Osado dijo...

La Historia, con mayúscula, es frecuentemente entendida como la constatación de los hechos más relevantes ocurridos. Idea que acepto, por supuesto, ya que lo dicen personas más entendidas que yo. También, otros le añaden: "de los hechos cotidianos que, a veces, pasarían desapercibidos si no fueran puestos sobre el "papel"
Hay historiadores del toreo que escriben Historia, con mayúscula, esa de los hechos relevantes. (No seré yo quien lo discuta)
Pero de una cosa si estoy seguro, tú, también, escribes Historia del Toreo, con mayúscula. La que pasa segundo a segundo. Vamos, que si alguien estornuda... lo cuentas (permíteme esta broma aumentada)
Un abrazo, amigo e Historiador, Antonio

Antonio Luis Aguilera dijo...

Muchas gracias, Andrés.
Lo que de verdad pretende este blog es poner en valor la Córdoba Taurina, que hay que escribir en mayúsculas, porque en mayúsculas la escribieron los protagonistas de esta tierra, los que la hicieron DEFINITIVA en el toreo.
Hay que narrarles a las nuevas generaciones quienes fueron y qué hicieron los cordobeses que sintieron orgullo al vestir el traje de luces. Y las cordobesas de esas familias humildes del barrio de la Merced, que hicieron maravillas gastronómicas -hoy consideradas platos gourmet- de los despojos con los que aderezados con verduras y buen vino de Montilla tantas veces alimentaron a sus tropas.
Un abrazo