lunes, 21 de septiembre de 2020

INVITADOS DE LA TERTULIA TAURINA “TERCIO DE QUITES” DE CÓRDOBA

Por Antonio Luis Aguilera

Tentadero en Los Monasterios, ganadería de Jacinto Ortega. En el
ruedo Juan Pablo Molina (picador), Juan Ortega (matador de toros),
José Morente, Manolo Castilla, Jacinto Ortega y Rafael Jurado. En el
 palco, miembros y amigos de la Tertulia Tercio de Quites. Foto Cuevas

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En la entrada anterior contamos la historia de la Tertulia Taurina Tercio de Quites de Córdoba. En ella  nos hicimos eco de las muchas noches maravillosas de toreo hablado y escuchado, que sus miembros han gozado durante más de treinta años de reuniones semanales, actividad que además se enriquecía con visitas a ganaderías para vivir faenas de campo como herraderos y tentaderos. Nuestra gratitud a todos cuantos nos abrieron sus puertas, de forma especial por su permanente colaboración a la familia Ortega Pardo —ganadería de Jacinto Ortega—, que tantos años puso Los Monasterios a nuestra disposición, y a María Jesús Gualda, por la calida acogida que siempre nos dispensó en El Añadío—. 

Y como de mostrar nuestra gratitud se trata, al final de esta entrada editamos con enorme alegría la actuación completa en Linares el pasado 30 de agosto, con el toro Nardito del hierro de Parladé (Juan Pedro Domecq)del matador de toros Juan Ortega, quien encabeza la fotografía de este texto. Es un orgullo que este torero excepcional y mejor persona sea miembro de nuestra tertulia desde becerrista. En él tenemos puesta toda nuestra ilusión. 

Hoy queremos recordar a todos los protagonistas de nuestras tertulias desde mayo de 1985 hasta marzo de 2020, a todos los que con su generosidad y amor al toreo nos hicieron vivir momentos mágicos, únicos y entrañables. Gracias a todos los que hicieron posible que la Tertulia Tercio de Quites de Córdoba pueda presumir de tener un curriculum envidiable. 


Adolfo Martín Escudero; Ganadero

Adolfo Rodríguez Montesinos; Veterinario (Periodista y ganadero)

Agustín Castellano Martínez “El Puri”; Matador de toros

Agustín Parra Vargas “Parrita”; Matador de toros

Alejandro Castro García; Matador de toros

Alfonso Castillero Ruiz; Novillero

Alfonso González Olmo “Chiquilín”; Matador de toros

Alfonso Montero Agüera; Profesor Universidad de Córdoba

Alfonso Ordóñez Araujo; Banderillero

Álvaro Martínez Conradi, hijo; Ganadero (Hierro: La Quinta)

Álvaro Sánchez Luque ; Ganadero (Hierro: Ramón Sánchez)

Andrés Gualda Bueno; Ganadero (Hierro: Hermanos Gualda)

Andrés Jiménez “Gallo Chico”; Novillero

Andrés Luis Dorado Zamorano; Matador de toros

Andrés Luque Gago; Banderillero

Andrés Mora; Empresario

Tertulia celebrada con Victorino Martín García

Ángel Mendieta Baeza; Crítico

Ángel Rodilla “Angelín”; Banderillero

Ángel Román; Banderillero

Ángel Salas Villén; Aficionado

Ángeles Moya Geromini; Profesora Escuela Nacional Sanidad de Madrid

Antonio Aranda “Pereíta”; Novillero

Antonio Benete Roldán “El Mesías”; Novillero

Antonio Centeno Guerra; Ganadero (Hierro: Hermanos Centeno Guerra)

Antonio Cháves Flores; Banderillero

Antonio David; Becerrista

Antonio de la Haba Vargas “Zurito”; Banderillero

Antonio de la Rosa Llamas; Mozo de espadas

Antonio Doblas Alcalá “Curro Doblas”; Ganadero (Hierro: Antonio Doblas)

Antonio García Galán; Ganadero (Hierro: La Castilleja)

Antonio José Galán Casero; Matador de toros

Antonio Manuel de la Rosa Mangas; Banderillero

Antonio Martínez Díaz “Finito de Triana”; Banderillero

Tertulia con José Sanz Parejo. Foto Marogo 

Antonio Morato; Aficionado (Los Santos de Maimona-Badajoz)

Antonio Paniagua Benito; Veterinario

Antonio Pérez-Barquero Herrera; Apoderado y empresario

Antonio Rubio; Banderillero

Antonio Ruiz Cabrera “El Barquillero”; Matador de toros

Antonio Sánchez Saco; Novillero

Antonio Sanz López; Empresario plazas de provincias

Antonio Sanz Llergo; Aficionado (Presidente Federación Taurina)

Antonio Serrano ; Ganadero (Hierro: Martínez Benavides)

Antonio Tejero Muñoz-Torrero; Banderillero

Antoñete Blanco; Becerrista

Carlos Escobar Martín “Frascuelo”; Matador de toros

Carlos Jordán López; Becerrista

Carlos Muñoz ; Ganadero (Hierro: Cayetano Muñoz)

Cristóbal Reyes ; Aficionado

Damián Francisco Durán “Curro Durán”; Becerrista

David Encinas “El Punti”; Becerrista

Eduardo Cadenas de Llano; Aficionado del Círculo Taurino de Córdoba

Tertulia con Rafael Sánchez Saco y Antonio M. de la Rosa. Foto Marogo

Eduardo Miura Martínez; Ganadero

Eliseo Morán Gómez; Cirujano taurino y ganadero

Enrique Jordano Salinas; Aficionado (Sociedad propietaria Plaza Toros)

Alfonso Enrique Ponce Martínez; Matador de toros

Enrique Reyes Mendoza; Matador de toros

Enrique Reyes Moreno; Banderillero

Eugenio Arévalo Jiménez; Cirujano Taurino

Eugenio García Ortíz; Picador y mayoral de “Hermanos Sampedro”

Facundo Rojas Muro; Matador de toros

Entrega del trofeo José María Martorell a los
periodistas de Tendido Cero. Foto José L. Cuevas

Federico Arnás Lozano; Crítico

Fermín Vioque Ruiz; Matador de toros

Fernando Cámara; Matador de toros

Fernando Cuadri Vides; Ganadero

Fernando López “Currito”; Novillero

Fernando Martín Tortosa; Matador de toros

Fernando Sacramonte; Matador de toros

Fernando Sánchez Bermejo; Becerrista

Fernando Sánchez Saco; Banderillero

Florencio Casado Morales “El Hencho”; Matador de toros

Francisco de la Haba Martínez; Aficionado

Francisco Díaz Flores “Curro Díaz”; Matador de toros

Francisco Durán Martín “Curro Durán”; Matador de toros

Francisco José Izquierdo “Chamanieto”; Novillero

Francisco Núñez Benjumea; Ganadero (Benjumea/Núñez de Tarifa)

Francisco Recio Moreno “Repiso III”; Ayuda mozo de espadas

Francisco Ruiz Miguel; Matador de toros

Francisco Sánchez Saco; Banderillero

Francisco Santisteban Martínez; Profesor Universidad de Córdoba

Tertulia con el ganadero Ramón Sánchez Recio y el 
picador Manuel López Casares Manolillo. Foto Marogo

Francisco Villalba Gutiérrez “El Feo”; Novillero

Gabriel de la Haba Vargas “Zurito”; Matador de toros

Gonzalo Izquierdo Mejías “Bienvenida”; Nieto de Antonio Bienvenida

Ignacio González; Novillero

Israel Ortigoso “Israel de Córdoba”; Novillero

Iván de Aguilar; Becerrista

Jaime de Pablo Romero y Cámara; Ganadero

Joaquím Grave ; Ganadero (Hierro: Murteira Grave)

Joaquín Armero; Aficionado de Sevilla

Jorge Fuentes; Banderillero

José Antonio Alcalde Lozano “El Rubio”; Becerrista

José Antonio del Moral Pérez-Cortina; Crítico

José Antonio Soriano Cabrera; Director Espectáculos J.A.

José Chafik; Ganadero (Hierro: San Martín)

José Fuentes; Matador de toros

José García Guillén ; Ganadero (Hierro: Madroñiz)

José García Rueda; Aficionado (Autor del trofeo Martorell)

José Joaquín Moreno Silva; Ganadero (Hierro: Saltillo)

José Luis Cuevas Flores; Fotógrafo taurino

Tras la tertulia; José Mª Martorell, Antonio L. Aguilera
José María Montilla y Rafael Sánchez Saco. Foto Marogo

José Luis Fernández Torres; Presidente plaza toros de La Malagueta

José Luis Moreno Ruiz; Matador de toros

José Luis Torres Roldán; Matador de toros

José Luis Villafuerte; Novillero

José María Martorell Navas; Matador de toros

José María Montilla Álvarez; Matador de toros

José María Portillo; Aficionado (Director Museo Taurino Córdoba)

José María Tejero Muñoz-Torrero; Banderillero

José María Urbano Molina; Veterinario

José Moreno “Joselete”; Novillero

José Muñoz Bermejo; Banderillero

José Ortega Cano; Matador de toros

José Sanz Parejo; Profesor Universidad de Córdoba

José Toscano Chaparro; Crítico

Joselito Marín; Banderillero

Joselito Torres; Becerrista

Juan Antonio Cobo Carreras “Garbancito”; Matador de toros

Juan Antonio García “El Califa”; Novillero

Juan Bautista Aparicio Macarro; Profesor Universidad de Córdoba

Juan Carlos Ávalos; Novillero

Juan Machín; Aficionado (Sociedad Propietaria Plaza Toros)

Juan Ortega Pardo; Matador de toros

Juan Pedro Domecq Morenés; Ganadero

Tertulia con Finito de Córdoba y Gabriel de la Haba Zurito. Foto Marogo

Juan Serrano Pineda “Finito de Córdoba"; Matador de toros

Julio Benítez Fraysse “El Cordobés, hijo”; Matador de toros

Lázaro López Jurado; Profesor Escuela Nacional Sanidad de Madrid

Leoncio Lorente Gómez; Aficionado

Manolo de la Haba Vargas “Zurito”; Banderillero

Manolo González ; Hijo de Guillermo, mozo espadas de Manolete

Manolo Sánchez Saco; Banderillero

Manuel Cano Ruiz “El Pireo”; Matador de toros

Manuel Flores “Camará”; Apoderado

Manuel Fuentes Castro; Mozo de espadas

Manuel Jiménez Amador “Chicuelo”; Novillero con picadores

Manuel López Aragón; Ganadero

Manuel López Casares “Manolillo”; Picador

Manuel Rodríguez “Palitos”; Novillero

Manuel Rodríguez Moyano; Presidente plaza toros de Córdoba

Manuel Rodríguez Requena “Chato Lora”; Matador de toros

Manuel Saco Córdoba; Banderillero

Manuel Vázquez Silva; Becerrista

Tertulia con Pepín Fernánez y Paco Asensio. Foto Marogo

María Jesús Gualda Bueno; Ganadera (Hierro: El Añadío)

Mariano Guerrero Rodríguez; Aficionado (Soc. Propietaria Plaza Toros)

Matteo Marchetti; Aficionado (Club Taurino de Milán)

Máximo García Padrós; Cirujano taurino

Melitón Serrano; Aficionado (Padre de Finito de Córdoba)

Mercedes Picón, Condesa de Seoane; Ganadera (Hierro: Prieto de la Cal)

Mercedes Valverde Candil; Aficionada (Directora Museo Taurino Córdoba)

Miguel Arévalo; Aficionado (Gerente empresa Taurotoro)

Miguel Mejías “Bienvenida”; Novillero. Hijo de Ángel Luis Bienvenida

Óscar Reyes Mendoza; Banderillero

Paco Aguilera Velasco; Matador de toros

Paco Asensio Fernández; Matador de toros

Paco Repiso (“El bizco”); Mozo de espadas

Paloma Mejías Gutiérrez “Bienvenida”; Hija de Antonio Bienvenida

Paquito Gómez Algaba; Banderillero

Pedrín Castro; Novillero

Pedro García Rueda; Aficionado (Autor del trofeo Martorell)

Pedro Montilla López; Profesor Universidad de Córdoba

Entrega del trofeo Martorell al ganadero Fernando Cuadri. Foto JL Cuevas

Pepe Agüero; Banderillero

Pepe Jiménez; Aficionado (Plaza toros de la Casilla del Aire)

Pepe Luis Segura; Apoderado

Pepe Luis Vargas; Matador de toros

Pepe Luis Vázquez Silva; Matador de toros

Pepe Montero; Aficionado y poeta sevillano

Pepe Sánchez Saco; Novillero

Pepín Fernández; Banderillero

Pepín Garrido; Banderillero

Rafael Figuerola; Banderillero

Rafael Gago Castro; Novillero

Rafael García Rueda; Aficionado (Autor del trofeo Martorell)

Rafael Jiménez Castro “Chicuelo”; Matador de toros

Rafael Molina Rodero; Bisnieto de Guerrita

Rafael Jiménez González “Chiquilín”; Matador de toros

Rafael Muñoz “El Andaluz”; Ganadero (Hierro: Ana Muñoz)

Tertulia con José Mª Montilla, Rafael Sánchez Saco y Pepín Fernández

Rafael Peralta Revuelta; Ganadero y escritor

Rafael Rosa Alejandre; Banderillero

Rafael Ruiz González; Cirujano Taurino

Rafael Ruiz Soria ; Veterinario (Ganadería Jaralta)

Rafael Salinas González; Aficionado

Rafael Sánchez González; Crítico

Rafael Sánchez Pulido; Novillero

Rafael Sánchez Saco; Novillero

Rafael Soria Molina “Lagartijo”; Matador de toros

Ramón Arranz Molina (Bar Coto); Novillero

Ramón Sánchez Recio; Ganadero

Ramón Vila Giménez; Cirujano taurino

Raúl Sanz; Becerrista

De perol con Manuel Cano El Pireo, Fernando Tortosa y El Puri

Ricardo Gallardo; Ganadero (Hierro: Fuente Ymbro)

Rocío Romero Álvarez; Novillera

Salvador Gavira García; Ganadero

Salvador Giménez; Crítico

Santiago Castro “Luguillano”; Matador de toros

Sergio Muñoz “Machaquito de Córdoba”; Novillero

Sergio Sanz López; Matador de toros

Tomás Prieto de la Cal; Ganadero

Vicente Raya del Castillo; Presidente plaza toros de Córdoba

Vicente Zabala de la Serna; Crítico

Víctor Abad Briega; Becerrista

Victoriano de la Serna Ersnt ; Matador de toros

Victorino Martín  Andrés ; Ganadero

Victorino Martín García ; Ganadero


VER VIDEO DE LA ACTUACIÓN DE JUAN ORTEGA EN LINARES:


viernes, 18 de septiembre de 2020

TERTULIA “TERCIO DE QUITES” DE CÓRDOBA

 Por Antonio Luis Aguilera    

Rafael González Chiquilín visita Tercio de Quites. Foto Marogo
            

El lunes santo de 1985 coincidí con mi amigo y maestro Pepe Toscano en la taberna de Pepe Salinas de la Puerta de Almodóvar. Me propuso que fuera crítico taurino en Radio Mezquita, emisora local de la Cadena Rato en Córdoba, que años después se denominaría Onda Cero Radio. Con no poca osadía y confiando en mi afición acepté realizar un programa en directo, de una hora de duración, que se emitiría los jueves a las diez de la noche anunciado como Tercio de Quites, espacio que mantuve en antena varios años con frecuencia semanal, hasta que la nueva cadena comenzó a restringir las desconexiones locales y los toros pasaron a un segundo plano, pues solo interesaban en la feria de mayo por los ingresos de publicidad que entonces generaban, y el medio optaba por transmitir en directo una tertulia a medio día, con participación de los protagonistas del cartel, y las corridas desde la plaza. Mi vinculación con la emisora se mantuvo hasta 1994, reapareciendo excepcionalmente en la feria de 2006 a petición de la misma, al tratarse del último ciclo taurino que acogía en sus dependencias antes de su demolición el Hotel Meliá Córdobael hotel de los toreros— donde tantas tertulias radiofónicas tuve el privilegio de moderar, y tanto aprendí escuchando a los sabios hombres del toro.

Visita de la Tertulia Tercio de QuitesEl Toruño de los Guardiola. Foto: León

Pero volviendo a los inicios, cuando los jueves a las once de la noche terminaba la emisión de Tercio de Quites, me agradaba invitar en la taurina Taberna Coto a los personajes que habían sido protagonistas del programa. De forma distendida, con unas cervezas y las exquisitas tapas que salían del conocido como rincón de Ordóñez, continuaba la conversación de toros en una improvisada tertulia, a la que se sumaban los dueños de la taberna, los excelentes aficionados Ramón y Pepe Arranz. Lo que nació de forma natural fue trascendiendo entre los aficionados al toro y cada jueves aumentaban los asistentes, hasta que por falta de espacio físico decidimos celebrarla en establecimientos amplios y otro día de la semana para comenzar y terminar antes. Esta tertulia sería conocida con el nombre del espacio taurino que la alumbró, y a ella se fueron incorporando selectos aficionados. A partir de 1987 decidimos formalizar las reuniones semanales, que se celebrarían todos los lunes siguiendo el calendario del curso académico. De esta forma, sin protocolos ni papeleos en el registro de asociaciones, porque nunca hubo estatutos ni cargos, con la puerta de acceso siempre abierta para los que quisieran entrar o salir, comenzó su navegación por las rutas del toreo Tercio de Quites

Tertulia con becerristas desde el Hotel Meliá-Córdoba. Foto Marogo

Durante más de tres décadas, por la tertulia han pasado muchos y variados personajes del mundo del toro; unos célebres, desplazados expresamente a Córdoba para compartir una noche de toros, otros que sin alcanzar tanta celebridad también tenían su historia que contar. Lo que había empezado como una tertulia radiofónica se había convertido en otra presencial de tres horas de duración. Un auténtico privilegio para los tertulianos que tuvieron la oportunidad de escuchar tantas lecciones magistrales de ganaderos, toreros, apoderados, cirujanos taurinos, críticos, novilleros, picadores, banderilleros, mozos de espadas, profesores de la Universidad… Todos los que generosa y gentilmente acudieron a nuestra llamada, para que aquellos que supieran aprovecharlo se dejaran empapar como esponjas con sus palabras. Esta fue la filosofía de Tercio de Quites, la misma que expresa Alberto Cortéz en los versos de su canción Qué suerte he tenido de nacer, cuando el inolvidable poeta argentino añadía: para callar cuando habla el que más sabe, aprender a escuchar, esa es la clave, si se tienen intenciones de saber.

Tertulia radiofónica con Enrique Ponce. Foto Marogo

Tuvimos la inmensa suerte de moderar estas tertulias durante más de treinta años, para alimentar nuestra afición con tanto personaje inolvidable que compartió con el grupo sus conocimientos, su humanidad entrañable, su siempre nostálgico paso por el toreo, y reverdecer sueños e inquietudes, miedos y momentos únicos, forjas de triunfos y fracasos, huellas de emociones que jamás habían contado, o anécdotas que no recogen ningún libro, saboreando pequeños sorbos de fino que propiciaban su locuacidad en aquellas lecciones únicas, que difícilmente se pueden aprender sin los testimonios de los sabios hombres que dedicaron su vida al toro, los que generosamente acudieron a nuestra llamada para regalarnos una noche mágica, presidida por el respeto y la admiración de un grupo de aficionados a los que abrieron de par en par las puertas del alma.  

El maestro José María Martorell. Foto Marogo

Difícil resulta seleccionar algunas de las muchas que afortunadamente vivimos, pero a modo de ejemplo rememoramos la protagonizada por el matador de toros José María Martorell, cuya amistad caló profundamente en el alma de la tertulia. El inolvidable maestro, que con palabras justas explicaba perfectamente el toreo, gustaba narrar todos los resortes de la lidia, defender con orgullo la dignidad que nunca debe perder el espada al ejecutar la suerte suprema, o la obligación de este de hacer el primer quite sin delegar en un banderillero, remachando que en su época las ganaderías ahora denominadas duras eran habituales, y que había que matar de todos los encastes porque eran matadores de toros. Entre las anécdotas narradas por este gran torero, que tras la tragedia de Manolete en Linares fue capaz de abrirse paso hasta colocarse entre las figuras, había una que le gustaba narrar con satisfacción y cariño. Recordaba como un atardecer, siendo adolescente, a la vuelta de un tentadero celebrado en las Cuevas de Altázar, donde había logrado dar unos pases como aficionado, Manolete, que había dirigido la faena campera, lo reconoció al pasar por la puerta de su casa, en el barrio de San Cayetano junto a la plaza de la Lagunilla, y verlo sentado en el bordillo del portal. El Monstruo lo saludó con dos palabras —que cordobés es eso de hablar poco y pronunciar las palabras justas— que Martorell nunca pudo olvidar: ¡Adiós, torero! Sólo el destino conocía el alcance de la sentencia que Manuel Rodríguez había pronunciado.

—¿Imagináis –decía el torero cordobés– lo que significó para mí siendo un chaval que ese Monstruo me llamara torero...?

Fue tan enorme el cariño de los aficionados de Tercio de Quites por el torero más representativo de Córdoba tras la muerte de Manolete, que a su muerte decidimos instaurar el trofeo que lleva su nombre e imagen, obra magistral de los hermanos Rafael, Pepe y Pedro García Rueda, que colaboraron desinteresadamente en modelar el busto del torero.

Tertulia con Paloma Bienvenida, su hijo Gonzalo, Manuel 
Cano El Pireo, Juan Ortega y Jorge Fuentes. Foto Q. Cano

Hablar de toros callando cuando habla el que más sabe, esta fue la partida de nacimiento de Tercio de Quites, la brújula que durante más de tres décadas ha guiado el destino de un grupo ensamblado por la afición al toro, que desgraciadamente fue viendo caer hojas de sus ramas, aficionados entrañables que fallecieron, y observar con naturalidad como la puerta de la tertulia se abría para que otros compañeros se marcharan. De momento, el Covid-19 ha interrumpido la actividad taurina del grupo después de tantos años, pero la veterana tertulia volverá a hacer camino al andar para seguir hablando de toros cuando las circunstancias lo permitan, y volver a sentir el embrujo del toreo hablado y escuchado en mágicas noches acompañadas del tintineo de los catavinos, que suavemente rompen el silencio para que entre sorbitos de fino fluyan los más íntimos y taurinos recuerdos. 

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miércoles, 9 de septiembre de 2020

UN PICADOR DE TOROS CON TRATAMIENTO DE “SEÑOR”

 Por Rafael Sánchez González    
                    
Manuel de la Haba Bejarano Zurito: el señor Manuel de la Haba 
Sabido es que en la densa historia de la Tauromaquia hubo dos  toreros que ostentaron el tratamiento de “Don”. Fueron los diestros Luis Mazzantini y Eguía, italiano de nacimiento y elgóibartarra por adopción, hombre de refinados modales que paseaba por las calles de Sevilla su vestir currutaco, quien, ejerciendo como jefe de estación en la Compañía de Ferrocarriles Mediodía, decidió hacerse torero y alcanzó justa fama como certero estoqueador; y Antonio Gil Barrero, Don Gil en los carteles, alias que le aplicaron por lo atildado que iba siempre. Casi una anécdota del toreo puesto que se trataba de un señorito madrileño al que, animado por su amigo José Redondo el Chiclanero, se le metió en la cabeza tomar la alternativa y a quien el destino le tenía reservado un triste final, pues después de que por recomendación del rey Alfonso XII desempeñara un puesto en el Ministerio de Gobernación, olvidado por todos y arruinado, en su desesperación tomó la determinación de suicidarse disparándose dos tiros de revólver. Viene esto a cuento, porque quiero recordar que un torero cordobés, que también vestía de oro en los ruedos aunque no como espada, alcanzó el calificativo de “Señor” por su extraordinaria e indiscutible categoría como picador de toros. Me refiero a Manuel de la Haba Bejarano Zurito, el señor de la Haba, que es el personaje que hoy centra mi atención.
Lo correcto sería desgranar a continuación algunos pasajes destacados de su brillante ejecutoria  profesional, pero antes quiero exponer varias citas sobre su valía que vienen a demostrar el por qué de tan  merecido tratamiento. Así, en su monumental obra Los Toros dice José María de Cossío: “Aún Badila y Agujetas los dos picadores más cimeros de los últimos tiempos del siglo XIX recorrían en triunfo las plazas, y nuestro varilarguero contendió con ellos en multitud de ocasiones, y dio pruebas de ser un continuador dignísimo de las hazañas de estos”. A continuación añade: La plaza madrileña, teatro principal de las proezas y los fracasos de todos los toreros, retembló bajo las manifestaciones de entusiasmo por las labores admirables que en muchas tardes realizó Zurito”. Y concluye indicando: Con Manuel de la Haba se fue uno de los picadores verdaderamente extraordinarios que ha tenido el toreo. En la memoria de los actuales aficionados quizá ningún picador haya dejado una impresión más profunda. Hemos visto quienes hacían más daño a los toros, acaso jinetes con más alegría, pero artista tan completo como Zurito no se ha dado entre los piqueros de estos últimos tiempos. Decisión, valentía, habilidad, eficacia eran cualidades que Manuel de la Haba tenía dosificadas en justas proporciones. Sobre todas, o más bien fundiéndolas, estaba su conocimiento del toreo a caballo, que hacía que la preparación y preludio de la suerte fueran un recreo para el buen aficionado. Las varas en que para hacer arrancarse al toro había de abrir y cerrar, hacer avanzar y retroceder a su caballo para, al conseguirlo, agarrarse con él y quebrantarle a toda ley, fueron innumerables”.   
"Decisión, valentía, habilidad, eficacia...". El señor Manuel picando un toro. 
Estando todavía en activo, en 1913 escribió sobre él José Carralero y Burgos en su libro Los Califas de la Tauromaquia: “Zurito es un picador de lo mejor que haya podido haber; duro, valiente, manejando el caballo a la perfección, serio y de los que menos caballos se dejan matar, y de los que más castigan a los toros”. Y en idénticas circunstancias, en 1895 apunta el autor de Córdoba Taurina, José R. Alfonso Candela: “Picador que empieza ahora y ya ocupa un lugar preferente entre los mejores... El Zurito posee buen brazo derecho, buena mano izquierda, mucha valentía y una modestia excesiva”.
En prensa no son menos elogiosos los comentarios de diferentes periodistas y escritores especializados en la materia. Veamos algunas muestras de ellos: Dulzuras (Los Toros 11/9/1910): “Se trata de uno de los buenos picadores que en todo tiempo habría hecho excelente papel, aunque hubiera trabajado con los Corchado, Azaña, Coriano, Calderón y otros tantos que en la historia tienen nombres famosos porque fueron los mejores de su época. Si Zurito, como digo antes, hubiera trabajado con aquellos, se habrían repartido las palmas, y a él le habría correspondido su parte, ganada en noble lid. Es un verdadero artista a caballo, y cuando se le ve trabajar no se sabe qué admirar más, si la habilidad del jinete, que lleva al caballo donde y como le place, o el conocimiento del  torero, que pega a los toros mucho más que otros muchos sin que su castigo revista el aparato que reviste el de los que todo lo sacrifican al efecto escénico. Desde el momento en que comenzó su carrera, no le cupo duda a nadie de que había en el picador cordobés uno de los que ocuparían en la historia el lugar que corresponde a los escogidos”. Y remata su semblanza con estas líneas: “Esta es la figura torera del que en la actualidad es un verdadero maestro de picadores,  que posee el secreto del arte de torear a caballo como no lo poseen más que los escogidos, que han nacido para ser superiores entre los suyos”.
En la serie Remembranzas Taurinas de Ventura Bagües Don Ventura en el semanario El Ruedo, al recordar a Zurito (Núm. 105 con fecha 10/5/1957) escribe: “Dejó huellas profundas de su paso por los ruedos; si fue poderoso auxiliar para su matador, su brega magistral a caballo llamaba la atención de todos los espectadores, por lo que bien puede decirse que fue extraordinario en todo lo atinente a su profesión”. Y de la sabrosa biografía que Cambises hace en la revista El Burladero (Núm. 80 de 20/10/1965), escojo estos párrafos: “Cuando repicaban de gordo -se refiere a las ovaciones-, que no era todas las tardes,  las palmas echaban humo y el Señor de la Haba, que fue un artista manejando el palo largo, así como un jinete extraordinario y excelentísimo torero a caballo, las disputaba a los matadores con tesorero empeño. Y conste que con el que más años fue encuadrillado, se llamaba Rafael Guerra Guerrita”. Y añado yo, que he leído reseñas de festejos en las que se dice que los propios lidiadores se unían a la ovación que el público dedicaba a Zurito cuando al cambiarse de tercio abandonaba el ruedo. Para cerrar  esta exposición de comentarios -podría seguir dando referencias en el mismo sentido-, selecciono lo que Eduardo Muñoz N.N. apunta en Fiesta Brava (13/3/1931): “El Señor de la Haba, picaba todos los domingos y fiestas de guardar. Elegía, o le daban, o exigía los caballos grandes de alzada, resistentes, poderosos. Lo otro, esa su habilidad, su arte supremo que traía a las arenas el recuerdo de Paco Calderón, el arrojo del Chuchi, con la fe ciega con que iba al toro siempre, y muchas veces a destiempo; de Paco Fuentes, con la conciencia del que va a pegar, y a eso se va; lo ponía él con la destreza del toreo a caballo, que puede convertir para los otros trances y lances de la lidia, un buey marrajo, en dominado, dócil y suave”. El colofón lo pone en verso Baldomero Muñoz Españita: “Era tan grande su destreza, / y tan fuerte su estructura; / que convertía en fortaleza, / su débil cabalgadura”. Creo que queda claramente justificado el tratamiento de “Señor” que con todo merecimiento se le adjudicó a Manuel de La Haba Zurito. Ahora vamos con  su ejecutoria profesional, reducida a los datos más relevantes.
Antigua foto del torerísimo Campo de la Merced de Córdoba 
Nacido el día 6 de octubre de 1868 en el barrio de Santa Marina, o lo que es igual en el entorno del torerísimo Campo de la Merced, fueron sus padres José de la Haba Citrón y Manuela Bejarano del Pino. José ejerció como mayoral en la ganadería de don Rafael-José Barbero, en tanto que un hermano de este, Francisco al que llamaban Curro Lavasia, lo fue en la vacada del marqués de los Castellones, cargo en el que le sustituyó Rafael Márquez Mazzantini, que llegó como vaquero y se convertiría después en un destacado varilarguero. Aún cabe añadir que a Rafael le relevó José Baena Puntas El Rubio, quien estando ya en la ganadería de don Florentino Sotomayor llegó a tener una de las paradas de cabestros mejor adiestrada del campo bravo andaluz, tan rico en jugosas historias camperas.
Sin antecesor familiar alguno que vistiera el traje de luces (el apellido de la Haba, o del Haba puesto que de ambas formas aparece, es de los más antiguos que encontramos en los padrones vecinales de la época relacionados con el taurinísimo barrio del Campo de la Merced) apenas era un muchacho cuando se colocó para animar el fuelle en una de las diversas fundiciones existentes en aquella zona de Córdoba, alcanzando muy pronto la especialidad de forjador, trabajo que motivó el origen de su apodo, por cuanto a consecuencia de las altas temperaturas en las que desarrollaba su labor había sufrido la quemadura de las cejas y en torno a los ojos tenía un cerco blanco semejante al de los palomos zuritos.
Exteriores de la anterior plaza de toros de Córdoba, el coso de Los Tejares 
Respecto a su  actividad en los ruedos, rara es la biografía en la que se dice que sus inicios, aunque de manera fugaz, fueron como torero de a pie, pero dada su fuerte complexión física y el dominio que tenía de las cabalgaduras, fruto de sus andanzas en las fincas en las que trabajaban su padre y su citado tío, le animaron a ejercer como picador y así se presentó ante sus paisanos el día 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, de 1884, función en la que con novillos de cinco años y desecho de tienta, de la ganadería de Rafael Molina Lagartijo, fueron espadas Antonio Fuentes Hito (hermano del matador de toros Bocanegra), Rafael Bejarano Torerito y Rafael Rodríguez Mojino. Añadir que un tal Saleri brindó el salto de la garrocha a Lagartijo que ocupaba un asiento en la meseta de toriles y que José Bejarano, hermano de Torerito, resultó herido en el muslo derecho al salir de un par de banderillas. Continuó trabajando Zurito para diferentes espadas hasta que José Rodríguez Bebe Chico, su amigo el Pijulin, le dio sitio en su cuadrilla y con ella debutó en Madrid el 28 de agosto de 1892, cartel que completaban el almadenense Manene (Eusebio Fuentes), José Martín Taravilla y reses desecho de tienta y defectuosas (ese era el ganado con el que generalmente tenían que apechugar los novilleros de entonces) de Manuel Bañuelos Salcedo, que mostraron bravura en el primer tercio. Zurito, que intervino en los tres primeros bichos, fue el único que entre los hombres con castoreño destacan las crónicas. Al terminar la temporada ya estaba su nombre en el punto de mira de varios espadas y fue Antonio Fuentes quien en 1893 le llevó con él pero, muy pesar suyo, cuando finalizó aquella campaña tuvo que prescindir de sus servicios al no poder costear tres picadores. 
Picadores de la cuadrilla de Guerrita: Beao, Molina y Zurito
Esta circunstancia la aprovechó Guerrita, que conocía de primera mano la ascendente carrera de Manuel para, junto con su también paisano José Arana Agustín Molina (que ya trabajó con él en La Habana y por él intercedió a fin de que pudiera regresar a España, huido tras matar a un hombre en una reyerta) para renovar con ellos su personal de caballería, debido a  lo gastado que físicamente estaba ya Rafael Moreno Beao, muy castigado por los toros, y a la obligada baja de su primo Antonio Bejarano Pegote, recluido en la clínica madrileña del doctor Esquerdo dado el agravamiento de su enfermedad mental, decían que como consecuencia de los golpes recibidos en su de por sí trastornada cabeza por los constantes batacazos en los ruedos. Daba entrada a dos picadores de gran fortaleza, de los denominados con buen brazo, que en más de una ocasión dejaron al burel para pasar directamente a manos del puntillero, y a veces directamente para el arrastre, con la consiguiente bronca del público y la felicitación del jefe, que no les quería indicar tan duro castigo cuando  con machacona insistencia les decía: “agarrarlos lanterillos pa que descuelguen”. No debemos olvidar, que, bien durante su lidia o dándoles indicaciones a los ganaderos sobre la selección del ganado, Guerrita tenía especial empeño en  ahormar a los toros buscando mayor lucimiento y seguridad para los toreros. Podría decirse que fue el primer hombre de Marketing del toreo. El segundo califa, que conocía y dirigía la lidia de principio a fin, ponía a Juan Molina como ejemplo de buen peón de brega, sintió especial aprecio hacia el pobre  Pegote y no ocultaba su gran admiración por Zurito.  Al hilo de esto recuerdo una frase que  José María Gaona, inteligente y ameno escritor taurino gaditano que firmaba sus trabajos con el seudónimo de Tío Caniyitas, pronunció en una conferencia, toda ella en verso, que decía: “Por ver lo que yo no he visto / hubiera dado media vida, / tirar el palo al Zurito / y bregar, a Juan Molina”. 
Una vara de Zurito. Revista Sol y Sombra de 22 de agosto de 1901
Se cuenta, que en una novillada de convite organizada en
Los Tejares por varios  aficionados y a la que asistieron invitados Guerrita y varios componentes de su cuadrilla, saltó a la arena una res ante la que ninguno de los participantes mostró deseos de torear, y en esas estaban cuando Rafael, dirigiéndose a Zurito, le dijo: “¿a que no la matas tú?”. No había terminado la pregunta cuando ya había cogido el picador muleta y estoque, dando cuenta de la res con tan sobrada solvencia, que fue felicitado por su jefe de la siguiente forma: “Suri, vete a tu casa y machaca los jierros de picar, porque con una miaja de grasia puedes ser un mataor tan güeno, que muchos de los que habemos en el astual iban a comer de vigilia to el año”. Y a su lado permaneció hasta la retirada del famoso diestro en Zaragoza, el 15 de octubre 1899.
Al cortarse la coleta Guerrita, seguidamente lo hicieron también  dos elementos de la cuadrilla, su hermano Antonio y el ya mencionado Beao, concuñado suyo al estar ambos casados, respectivamente, con las hermanas Dolores y Francisca Sánchez Molina. Sucedió entonces que el grueso de sus eficaces colaboradores en los ruedos pasó a las órdenes de Antonio de Dios Moreno Conejito, matador de toros en plena ebullición de su brillante carrera taurómaca, que dicho sea de paso, en Córdoba no ha sido considerada en su justa medida. Cuadrilla que quedó configurada de la siguiente forma: Zurito y Agustin Molina varilargueros, a los que el año siguiente se unió Ricardo Moreno Onofre, conocido entre los cordobeses por Mediaoreja (no confundir con el legendario Rafael Álvarez Onofre) y como banderilleros Juan Molina, próxima ya su retirada, Francisco González Patatero, que venía de las filas de José García Algabeño y no precisa de presentación, Rafael Martínez Cerrajillas, otro gran subalterno que ya estaba y permaneció durante muchos años unido a Conejito, y Antonio García Zurdo, que realizaba también funciones de puntillero. Otra formación mayoritariamente mercedaria, que constituye una muestra más para reafirmar la importancia que justamente disfruta Córdoba en la Historia de la Tauromaquia.
Antonio de Dios  Moreno Conejito
Repaso apuntes de la única oportunidad que tuve de conversar con José Zurito, hijo del Señor Manuel y picador como él, acontecida en junio de 1964 en Casa Morales, cuidada taberna que con otra denominación todavía permanece abierta, cercana al que fuera el último domicilio de varios Zurito en la calle Hinojo, y vuelve a llamar mi atención el hecho de que me afirmara que, aún reconociendo a Guerrita como el torero más importante que había conocido, su padre citaba con frecuencia acontecimientos vividos durante su etapa ligado a Conejito. Sirvan como ejemplo (las fechas las pude añadir yo) la tarde (14/6/1900) que soltando las bridas del caballo arrancó la vara que sobre el morlaco había dejado enhiesta su paisano Comearroz, oyendo por su habilidad y arrojo una fuerte ovación. O aquella otra en corrida de la feria de Vitoria (5/8/1901) cuando, si no se lo impiden con fuerza sus compañeros, quería subir al tendido para ajustarle las cuentas a un desaprensivo espectador que impactó una botella en el rostro de Conejito, causándole una brecha que le obligó a tener que ser atendido en la enfermería de la plaza. Y muy especialmente -me dijo José- dos fechas en las que Alfonso XIII fue protagonista de excepción en la desaparecida plaza de la Villa y Corte. El domingo 16 de junio de 1901, por tratarse de la primera vez que siendo todavía un niño presenció un festejo taurino en compañía de su madre y Reina Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena; y el viernes 16 de mayo de 1902, en corrida de toros extraordinaria programada con motivo de su Proclamación, ceremonia que aconteció el día siguiente.
Antes de concluir la temporada de 1902, tanto Zurito como el Patatero pasaron a engrosar la renovada cuadrilla de Rafael González Machaquito, alternativado dos años atrás, quién en unión del sevillano de Tomares Ricardo Torres Bombita acapararon la supremacía de la Fiesta hasta la apoteósica eclosión de Joselito y Belmonte. Los años de 1912 y 1913 los cubrió Manuel de la Haba junto a Manuel Rodríguez Manolete, teniendo después como jefes de filas a Francisco Posada y Rafael Gómez Gallo, siendo José Gómez Joseíto de Málaga el último espada para el que prestó sus valiosos servicios antes de poner punto final a una de las más recordadas ejecutorias taurinas entre los hombres de castoreño y calzona, trayectoria que, al margen de fracturas, luxaciones y otras lesiones óseas inherentes al desarrollo de su arriesgada profesión, también supo de cornadas como las dos que recibió en el muslo izquierdo, el año 1894, actuando en las plazas de San Sebastián (12/8) y Barcelona (7/10), esta última de gravedad según la biografía que hace Cossío, y “no fue cosa de cuidado, según el doctor” si nos atenemos a la reseña de Palitroque en el diario La Vanguardia (9/10). Las revistas taurinas El Toreo, El Arte Andaluz y La Lidia, nada dicen al respecto en sus crónicas. Sea cual fuere el alcance del accidente, la realidad fue que no pudo salir con Guerrita en su siguiente actuación tres días después en Madrid.
El señor Manuel citando. Revista Sol y Sombra 4 de junio de 1903
Zurito hacía gala de un desmedido amor propio, cualidad que queda manifiestamente clara con el siguiente ejemplo. Informado de que D. Pío Diego Madrazo (casado con D.ª Mercedes Hernández viuda de D. Victoriano Ripamilán) había dicho que ya no quedaban picadores para “sus toros”, los llamados miuras de Aragón, le solicitó a Machaquito que, aun estando ya fuera de su cuadrilla, lo incluyera en ella el día que en fecha próxima iba a enfrentarse en Madrid a ganado de dicha divisa. Aceptó el diestro por paisanaje y amistad, y llegado el momento fue tal la fuerza y el empeño con que picó al animal que Rafael no tuvo más remedio que decirle a gritos: “déjalo ya Manuel, no lo des más que me lo vas a matar”. Demasiado tarde, cuando sacaron al bicho del caballo iba ya muerto. Salió trastabillado y cayó abatido. Y en la misma medida valoraba Zurito la labor que los toreros de a caballo realizaban durante la lidia. A tal efecto resumo lo que escribió J. Franco del Río (Sol y Sombra, 16/5/1901) sobre la corrida celebrada en la Nueva Plaza barcelonesa de Las Arenas el 5 de mayo de 1901. Ocurrió que en la  acostumbrada prueba de caballos matinal, Zurito, Agustin Molina y Onofre, picadores de Conejito, se negaron picar con los que presentaba Algabeño en sustitución de Badila y Moreno, argumentando los cordobeses que de los suplentes tan solo Macipe tenía reconocida categoría. Como no se salía del atasco intervino la autoridad, amenazándoles con detenerlos si no eran aceptados por ellos los sustitutos y se daría la corrida con Algabeño como único espada, y además exigiría una indemnización al diestro de Córdoba, llegándose al acuerdo final de que cada trío de varilargueros interviniese solamente en los toros de su matador. El remate lo puso Zurito con esta sentenciosa frase: “digo yo, que no vamos a venir desde Córdoba palternar con el primer gachó que se suba a un caballo”. Por si no fueran suficientes las citadas cualidades que hablan de su acusado  estímulo profesional, añadiré que cuidaba con celo su atuendo, encargándole la ropa torera al acreditado sastre Retana, cuidando después de limpiarla y tenerla siempre a punto su amigo y vecino el Rubito Laureano. Preocupado también por la seguridad de sus compañeros, al fundarse la Asociación de Picadores bajo la presidencia de Agujetas, ocupó él una vocalía. Y como punto final a esta semblanza de Zurito, diré que era muy aficionado al pájaro, a cuyo fin se pasaba días en la finca Los Riscos. Decían, que para llevar su cuenta particular, por cada pieza lograda marcaba un palote en una de las blanqueadas paredes de su habitación. Como consecuencia de su afición a la escopeta, durante una jornada de caza en la finca La Posada, en el término de Villaviciosa de Córdoba, tuvo la desgracia de recibir tres perdigonadas de un cazador furtivo aunque afortunadamente solo le alcanzó una.
Zurito citando. Revista Sol y Sombra 19 de septiembre de 1901
En el terreno familiar, entre los hijos nacidos de su matrimonio con Antonia  Torreras  Molina, tres de los varones fueron toreros también. José y Francisco que siguieron su estela como picadores, y Antonio, matador de toros con alternativa en la localidad valenciana de Gandia (26/10/1924), quien a su vez tuvo tres hijos que ejercieron como toreros de a píe, Antonio, novillero y cumplido banderillero después, Manuel, subalterno con eficaz y lucido capote, y Gabriel, gran estoqueador alternativado  en la  Corrida de la Prensa celebrada en Valencia el 24 de mayo de 1964. Sin que debamos olvidar a un sobrino-nieto suyo, Paquito Zurito, prometedor novillero que quizás decidiera demasiado pronto  colgar el traje de luces.
Escribir sobre un torero de las dimensiones profesionales y personales de Manuel de La Haba Bejarano daría para muchas páginas más, por la brillantez, efectividad y hombría que atesoraba, justamente reconocida por profesionales y contada por los  historiadores. Sin duda, un auténtico artista tirando la vara de majagua y un consumado maestro castigando a los toros para dejarlos al gusto del matador. Credenciales toreras que le hicieron merecedor del calificativo de “señor”. Un tratamiento  desconocido entre los picadores en los anales de la Tauromaquia. EL SEÑOR MANUEL DE LA HABA