jueves, 26 de octubre de 2023

PROHIBIR EL ALCOHOL EN LOS TOROS

Por Antonio Luis Aguilera 

Jovenes en la plaza de Madrid reivindicando menos alcohol 

Cada día es más frecuente ver en las plazas de toros a gente que sale más perjudicada que entra. Acceden «petroleados» y salen borrachos, tras estar doblando el codo desde el paseíllo hasta el arrastre del último toro, fastidiando la corrida con gritos, risas inoportunas, improperios y faltas de respeto a los toreros y espectadores más próximos, esos que, además de pagar la entrada, se sienten indefensos al ver que les ha tocado la «pedrea» con unos impresentables, a los que tendrán que soportar hasta que abandonen el coso buscando tablas para echarse. ¿Por qué no se prohíbe la venta de alcohol en los espectáculos taurinos como en cualquier otro espectáculo público?

Tendido alto de la plaza de Sevilla

Recordamos una corrida en la Maestranza de Sevilla, tarde sublime de Morante en septiembre de 2022, cuando después de pagar un dineral por lo que siempre fue una grada de sombra localidad que para hacer más digerible su precio han rebautizado como tendido alto—, tuvimos el infortunio de tener que soportar a un grupo de impresentables, tan enchaquetados y encorbatados como perjudicados alcohólicamente, que llegaron dispuestos a no ver ni dejar ver la corrida. Imaginen, desde los sones del pasodoble «Plaza de la Maestranza», llamándose «compadre» y «miarma», lo que significó ver el concurso por ver quién era el más gracioso, en una chabacana escalada de chorradas y carcajadas compartidas por los colegas del club del gin-tonic —el vendedor ambulante tuvo más idas y venidas que el tronco de mulillas—. En fin, ya saben cuál es la diferencia entre un tío con gracia natural y un imbécil que se hace el gracioso, así que imaginen la maldita gracia que significó ver al mejor Morante, además de moviendo el cuello para esquivar la visión con los bonitos arcos de la plaza, soportando las «gracias» de aquellos borrachos, expresadas en un interminable rosario de burlas a toreros, músicos, autoridad y cualquier persona que les pidiera respeto.

Sin control para acceder a la plaza con botellas

Al salir de la plaza tuvimos más claro que nunca que la permisividad alcohólica provoca incidentes, que no deben pasar inadvertidos para la autoridad competente en materia de espectáculos taurinos. Son demasiadas las corridas a las que asisten individuos perjudicados por el alcohol, a los que se debe cortar el grifo de la venta ambulante en la plaza. Hay que evitar riesgos y molestias a los espectadores que asisten a la corrida, sin imaginar que unos borrachos le van a fastidiar la tarde. Corresponde a la autoridad legislativa controlar las incidencias molestas para el público, y entre ellas están las alteraciones del orden causadas por los metepatas del vaso largo de plástico, esos que se burlan de todo y de todos con las desafortunadas gracias derivadas de la ingesta de alcohol.

Puestos a comparar, parece mentira el rigor que se extrema con los hombres de luces, a los que se exige minuciosamente cumplir el reglamento cuando se la juegan con un animal imprevisible, mientras se pasa por alto algo que con frecuencia ocurre en los tendidos, esos alborotos y grescas causadas por las permisivas borracheras, porque en las plazas no existe control alguno para acceder con bebidas, envases o neveras. Urge evitar molestias y accidentes ocasionados por personas sin control; urge por la seguridad de los que están en el ruedo o sentados en cualquier asiento. Los que entran a la plaza «calentitos» deben ser puestos inmediatamente de patitas en la calle por la seguridad contratada por las empresas. No hay que esperar a que causen molestias. Lo que está prohibido en un campo de fútbol, pabellón de deportes, teatro o cualquier espectáculo público, no debe estar consentido en las plazas de toros. 

Señores políticos, ¿tan complicado resulta modificar los reglamentos y prohibir el alcohol en las plazas de toros?

jueves, 19 de octubre de 2023

UN PASTEL CON NOMBRE DE TORERO: «MANOLETE»

Por Antonio Luis Aguilera

"El Manolete" cordobés

De niño me contaba mi madre la historia del «Manolete», un pastel típico de Córdoba, hecho de hojaldre, cabello de ángel, azúcar y canela, famoso en esta ciudad desde la época de la postguerra. Me decía que tuvo su origen en la confitería «Casa Mirita», ubicada en la céntrica calle Concepción, y que tomó su nombre del apodo del célebre matador de toros, por el encargo que Manuel Rodríguez Sánchez hizo a esta pastelería, para llevar en su segundo viaje a México el pastel que tanto le gustaba pero en tamaño reducido, tipo porción, con el que quería obsequiar a sus buenos amigos del otro lado del charco. Lo habitual era que este antiguo producto, de claras reminiscencias de la Córdoba califal, se confeccionara en tamaño de tarta, el llamado «pastelón cordobés», postre habitual en las celebraciones familiares de la ciudad, especialmente en la festividad de san Rafael, y que, por supuesto,  es el broche de esas reuniones gastronómicas camperas de amigos que duran todo un día —los célebres «peroles cordobeses»— donde se corta en cuñas, o que en las confiterías se venda troceado en porciones. 

Sería José Delgado Roldán, trabajador de la confitería «Casa Mirita» y más tarde fundador de la famosa pastelería cordobesa «San Rafael», quien a petición de «Manolete» dio la misma forma redondeada del «pastelón cordobés» a esos pasteles de unos doce centímetros de diámetro, que más tarde serían conocidos con el apodo del torero, y pronto comenzaron a ocupar los escaparates de las demás confiterías de la ciudad, que todavía los siguen comercializando con el apodo del inolvidable matador de toros. Curiosamente, como observaremos más adelante, el antiguo pastel cordobés del que proviene el típico «Manolete», era muy del gusto del grandioso matador José Gómez «Gallito», cuya carrera profesional y vida sentimental guarda tantas coincidencias con la de Manuel Rodríguez. (1) 

"Pastel Cordobés". Foto Lolo Agredano

Escribía Manuel Estévez, en el blog «Luchemos por Córdoba» el 8 de febrero de 2011, que Vicente Soler Botella,  confitero del barrio de San Lorenzo, le habló del origen del pastel cordobés: «Mi padre, al que llamaban “el Confitero Cateto”, trabajaba en la confitería “Mirita”, que estaba en la calle Concepción. Allí, “El Cateto” y otros compañeros decidieron hacer un pastel grande, redondo, en sustitución de las “cuñas” y “cortadillos” con cidra. Así nació el Pastel Cordobés». «Nos contó en una ocasión Juan Sánchez Romero, que durante su vida laboral en el Matadero Municipal conoció a un matarife-subalterno-puntillero, llamado Antonio Yáñez Saco, que tenía buena relación con el gran Joselito El Gallo, que éste, cada vez que pasaba o venía por Córdoba, le pedía que le llevara un Pastel Cordobés a la Estación. Este puntillero se hizo famoso, pues actuando de subalterno en Valencia, le hicieron dar una vuelta al ruedo, por la oportuna puntilla que dio a un toro que se escapaba del resto de la cuadrilla».

En la edición del Diario Córdoba del 22/3/2017, Rafael Jordano Salinas, director de la Cátedra de Gastronomía de Andalucía, narraba:  «El pastel o pastelón cordobés está considerado el postre más característico de Córdoba. En nuestra ciudad son muchos los obradores que elaboran dicho producto con un elevado nivel de calidad, uno de ellos es Pastelería San Rafael. Su fundador, José Delgado Roldán, trabajó y se formó como maestro pastelero en Casa Mirita (calle Concepción) desde 1918. En 1940 se estableció por su cuenta y puso su propia pastelería en el Realejo (calle Juan Rufo); en 1945 abrió un punto de venta en los jardines del Duque de Rivas (esquina avenida República Argentina) y en 1982 su hijo trasladó el obrador a la zona del Brillante (calle Cardenal Portocarrero). Actualmente es una de las confiterías más antiguas de la ciudad y está regentada por la tercera generación de la familia Delgado».    

"Pastel Cordobés" del Horno de la Cruz. Foto Lolo Agredano

Tras este documentado relato volvemos al testimonio de Manuel Estévez sobre el origen del pastel que lleva el apodo del famoso torero, y comprobamos como también le atribuye a José Delgado Roldán el origen de la creación en tamaño reducido del mismo: 

«En el año 1944, don José Delgado, el dueño de la Confitería San Rafael, dio nombre al pastel “El Manolete”, cuya historia es curiosa. El gran torero era cliente asiduo de esta confitería y su Pastel Cordobés en la calle de Juan Rufo, y ya había probado un sabor similar de este pastel (Chilacayote) en México. Así que le expresó a José Delgado su idea de llevarse una docena de porciones de Pastel Cordobés y tener un detalle con sus amigos mexicanos. El confitero, en atención al famoso torero, y respetando el mismo sabor, lo elaboró en unidades más pequeñas de lo habitual, para una mejor conservación durante el largo viaje a América. Y a esta unidad, redonda y más manejable, le puso por nombre “Manolete”, como homenaje a su ilustre cliente».

El exquisito pastel del que nos hacemos eco en esta entrada puede adquirirse en la mayoría de las confiterías cordobesas. Y por supuesto, a pesar de los años transcurridos, quienes quieran acudir a los orígenes, pueden comprarlo en la Confitería San Rafael de la calle Cardenal Portocarrero (El Brillante), o en la nueva sucursal de este establecimiento de la céntrica calle Concepción. "Pastel Cordobés" o "Manolete", una exquisita delicia cordobesa. Buen provecho. 

(1) Enlace a la entrada «Vencidos por la vida».

jueves, 12 de octubre de 2023

LA DESPEDIDA DE MANOLO VÁZQUEZ

Por Antonio Luis Aguilera


La tarde del 12 de octubre de 1983 encontramos un hueco en los tendidos de sol de la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, que agotó el papel, para presenciar la despedida de los ruedos de Manolo Vázquez (celeste y oro), que mano a mano con «Antoñete» (lila y oro) lidiarían dos toros de las ganaderías de Carlos NúñezManolo González y Juan Pedro Domecq. La suerte estuvo del lado del toreo sevillano, que cortó cuatro orejas y salió a hombros por la puerta del Príncipe acompañado de  una multitud de aficionados.

Aquella fue por su grandeza torera una de las tardes imborrables en nuestra vida de aficionados. Años después, en una tertulia que dirigimos en Onda Cero Radio Córdoba, donde reunimos a los maestros del toreo Agustín Parra «Parrita», José María Martorell Manolo Vázquez, hablamos de esa tarde con el toreo sevillano, haciéndole saber el cariño con que recordábamos su despedida, la corrida donde el maestro se sintió y expresó un toreo pletórico de arte, garbo, gracia, pureza... Parecía mentira que cuando tenía asegurada la salida a hombros por la Puerta del Príncipe, pues había cortado tres orejas a sus dos primeros toros, en el quinto, el último de su carrera, un animal sin estilo y con evidentes dificultades, se la jugó y dio la sensación de que no le importaba cambiar la puerta que se asoma al Guadalquivir por la del cuarto del hule. 

Agustín Parra "Parrita", Manolo Vázquez y José María
Martorell con el autor de este artículo. Foto Marogo.

Esto fue lo que recordaba Manolo Vázquez:

«Ese día fue para mi muy importante. En realidad quería ratificar lo que ya Sevilla me había dado. El hecho de mi reaparición en el año 1981 era por lograrlo en Sevilla, cuando gracias a Dios tenía todo resuelto y había dejado en el toreo la huella de lo que más o menos había sido. 

Sevilla es muy especial, mucha gente puede pensar que con sus toreros es… Pero no lo es con todos sus toreros, sino con ciertos toreros. La afición de Sevilla se entrega con ciertos toreros, pero después ha habido toreros muy importantes a los que no se lo han reconocido.
Yo quería ratificar en Sevilla, y reaparecí con una edad que daba la sensación… Pero gracias a Dios lo logré. Ese día veía a la gente que estaba a cien por hora, allí todo el mundo estaba pensando en ir a la despedida de Manolo Vázquez como quien va a una fiesta. La corrida estaba anunciada mano a mano con «Antoñete», iban a salir tres toros y a ver cómo salían. Hombre, puse de mi parte todo lo que podía dar, pero aquello había que solucionarlo. Gracias a Dios la cosa se cuajó.

Tuve esa inmensa satisfacción, que Agustín y José María desgraciadamente no han podido lograr, lo logré con cincuenta y tres años de edad. Lograr salir por la Puerta del Príncipe a esa edad… No dejo de dar gracias a Dios y a esta profesión del toreo que es tan bonita.

Aquella noche, sentí por encima de todo la inmensa satisfacción de haber logrado lo que me propuse en esa reaparición, aunque anteriormente lo había logrado en el primer año y estuve a punto en el segundo de haber salido también. Lograrlo en esa última corrida creo que no se puede pedir más…

Cuando un torero, un profesional, dice voy preparar mi despedida en Sevilla, y que todo salga así… Porque todo se puede organizar, se puede preparar; pero, amigo mío, en el toreo hay un elemento con el que nunca se puede contar: el toro. Más grande, más chico, como sea, pero el toro después sale y se comporta como se tiene que comportar, nadie sabe cómo va a salir. Recuerdo perfectamente que aquel día, de los tres toros que maté, uno fue un gran toro, el de nuestro amigo Manolo González. Fue un gran toro en el último tercio, no en el primero, pues ahí empezó… Pero se vino arriba y fue un gran toro. Después, los otros dos tuvieron muchas dificultades. Y en el último, como ha comentado Antonio, cuando había cortado una oreja al primero y dos al segundo, no me importaba que me hubieran cogido y partido los muslos».   

Cuarenta años después, como homenaje al inolvidable maestro, hemos querido que sean sus propias palabras las que nos hablen de aquella gran tarde de toros.