jueves, 21 de noviembre de 2019

IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS, UN HOMBRE EXCESIVO

Por Ignacio Sánchez-Mejías Herrero
Ignacio Sánchez Mejías
Los aficionados del Club Taurino de Pamplona, me pidieron una colaboración para su revista, sobre Ignacio Sánchez Mejías, para conmemorar el centenario de su alternativa. Ciertamente, casi ningún homenaje ha habido de esta efeméride, de forma que antes de que acabe el año, quiero dejar constancia del artículo que se publicó este verano en su revista.
Ignacio Sánchez Mejías, un hombre excesivo
Gallito otorga la alternativa a Ignacio Sánchez Mejías. Foto El Correo de Andalucía
Este año 2019, se conmemora el centenario de la alternativa del diestro Ignacio Sánchez Mejías. Ésta tuvo lugar en la plaza de toros de Barcelona, el 16 de marzo de 1919, con toros de Vicente Martínez. El padrino fue nada menos que José Gómez Ortega, Gallito, El Rey de los toreros, y el testigo nada menos que Juan Belmonte. Este fue el mejor cartel que se pudo componer en la Edad de Oro del Toreo. Al toro de su alternativa, Buñolero, le cortó Ignacio la oreja. Pero vayamos por partes.
Ignacio Sánchez Mejías, nació el 6 de junio de 1891, y fue de los pequeños de una familia muy numerosa. Su padre, mi bisabuelo Pepe, médico, hijo a su vez de médico, y su madre, la bisabuela Salud, una mujer de carácter. El nacimiento tuvo lugar en la entonces casa familiar, en la calle de La Palma, en el entorno de la Alameda de Hércules. Era una familia acomodada, ya que el padre no sólo atendía lo público como médico del Ayuntamiento y de la Beneficencia, sino que tenía prestigio para atender a las familias pudientes de Sevilla.
La educación en la casa, con tantos hermanos era espartana, e Ignacio pronto destacó por su inquietud e indisciplina. Se escapaba del colegio y lo tenían que traer los guardias de vuelta a casa, de donde se volvía a escapar. En ese entorno conoce a Joselito el Gallo, juegan a los toros y entrenan, en la huerta del padre de Ignacio, llamada del Lavadero, en terrenos de El Alamillo. El padre quería que fuera médico y él le decía que iba bien en los estudios y que incluso ya lo dejaban hacer algunas prácticas médicas, pero la realidad es que tenía los estudios muy abandonados y no había acabado ni el bachillerato.
Ignacio observa el toro rodado a sus pies  
Cuando la situación no pudo sostenerse más, y llevado por su afán de aventura, se embarca en Cádiz, con 17 años, de polizón con El Cuco, en el trasatlántico Manuel Calvo, pensando que el destino era México. Pero el destino fue Nueva York, además los descubren durante la travesía, y al llegar a Estados Unidos, los toman por delincuentes y los encierran. Gracias a las gestiones de un hermano de Ignacio, Aurelio, que por entonces estaba en México, logran que los embarquen para ese país. Llegado a México, se coloca de empleado en la plaza de toros de Morelia y allí empezaría su vida taurina.
En 1910, con 18 años debuta como banderillero en Morelia, con la cuadrilla de Fermín Muñoz Corchaito, con el que viene a España y vuelve a México, en donde debuta como novillero un año después, alternando con sus actuaciones como banderillero. En 1913 se presenta en Madrid de novillero, donde ya destaca por su valor. En 1914, por fin se presenta en Sevilla, ante la familia y amigos con mucho ambiente ya. Pero es herido de extrema gravedad, con la femoral muy afectada, casi pierde la vida delante de su padre que bajó a la enfermería. A raíz del percance y debido a la perdida de facultades vuelve de subalterno, ya de categoría, en las cuadrillas de las figuras Rafael El Gallo, Belmonte y Gallito, con el que estuvo tres años y aprendió el oficio, siendo su modelo y su maestro. Al final de la temporada 1916, el maestro de los críticos taurino, Gregorio Corrochano escribió esto en ABC: “Sánchez Mejías, que está a la cabeza de los peones por lo activo y oportuno de la brega, está también a la cabeza de los banderilleros”. La característica de Ignacio como torero era “llegar”, y en todo lo que emprendía quería llegar a ser el primero.
Cartel de figuras: Rodolfo Gaona, Ignacio Sánchez Mejías y Juan Belmonte
Fue una figura del toreo. El año que muere Gallito en Talavera, acabó como número uno del escalafón en número de festejos. Se retiró en el año 1922, volvió en el 24 y se volvió a retirar en el 27, con 36 años. A todo esto, con algunas escapadas a América donde tenía un extraordinario cartel. Como torero destacó por su valor. Otro crítico, Don Ventura, escribió lo siguiente en el año de su alternativa “Este torero ha traído algo nuevo a la fiesta de los toros: la exageración del riesgo. O más aún: la creación del peligro. Una y otra tarde se ha complacido en llevar a los astados a los terrenos más difíciles, para exponer más y más. Y cuando no podía haber emoción, la ha creado él. La ha buscado él. Ha procurado que la hubiera, inventando el peligro”. A la historia del toreo pasó como torero valiente y en El Cossío, podemos encontrar lo siguiente: “La valentía más auténtica y sobrecogedora que nunca se haya exhibido en los ruedos. El valor de Sánchez Mejías superaba el concepto de que tal cualidad moral podamos tener. No era sólo desprecio absoluto del riesgo, sino que daba la impresión de ignorancia total del peligro”. Habla de la valentía más auténtica de la historia del toreo.
Ignacio adornándose tras la estocada  
En el toreo también destacó en otra cosa, su lucha contra todos los estamentos taurinos. Contra sus propios compañeros, son famosas sus peleas con Gaona en México, donde llegó provocándolo. Gaona había publicado que él se podía comparar con Gallito, e Ignacio cuando llegó a México exigió al director que publicara: Yo soy mejor torero que Gaona y sólo pude ser banderillero de Gallito. Se pueden imaginar el ambiente de esas corridas, donde corrió la sangre de Ignacio más de una vez. Pero también estuvo en guerra con la crítica taurina, son famosas sus peleas con Galerín y D. Criterio a los que rebatía en sus propios periódicos por medio de escritos suyos. También estuvo en guerra con los empresarios. Como presidente de la Unión de Toreros se opuso con vehemencia a los topes salariales que éstos querían imponer. Tanto que muchos empresarios, incluido el de Sevilla, D. José Salgueiro, lo vetaron en sus plazas. Es conocida la anécdota de que vetado, bajó a la arena en una corrida de Feria, de acuerdo con el matador Martín Agüero, y le puso banderillas a uno de sus toros. Pasó por el lado de Salgueiro y le dijo que él toreaba en Sevilla cuando quería. Un provocador, pero que después cortaba las orejas.
Ignacio ante el cadáver de Joselito en Talavera
Se casa en 1915 con Lola, hermana de su maestro Joselito. El paso de amigo de José y novio de Lola, no fue bien acogido, y sus relaciones con la señá Gabriela, madre de los gallos, tampoco fue buena. Su mujer, Dolores Gómez Ortega es un personaje clave en la vida en Pino Montano, la casa familiar, y en mantener la familia siempre unida. Al torero la vida familiar se le fue quedando pequeña porque tenía otras inquietudes.
Siendo un hombre muy atractivo, tiene documentadas varias aventuras, algunas amantes y una querida, pero nunca llegó a romper la familia. La vida matrimonial no duró mucho. Lola lo echó del dormitorio, lo cerró con dos candados y nunca más lo volvió a dejar entrar. Búscate lo que quieras por ahí, porque aquí no entras más, le dijo. Y lo cumplió.
Ignacio Sánchez Mejías, mecenas de la Generación del 27 
Ignacio destacó por su vida social. Allí donde estaba se hacía el centro de la vida social de la localidad. Cuando iba a México o Lima, alquilaba una casa y allí se daban las fiestas y se reunían los personajes locales y visitantes. Fueron famosas las fiestas en Pino Montano, donde acudieron personas de todo tipo.
En aquellos tiempos de vanguardia, cuando empezaban los sportman, Ignacio tuvo tiempo para todo. Jugador de polo, practicante de boxeo, automovilista, piloto de aviación, fue el primero en ir a torear en avión desde un pequeño aeródromo montado cerca de Pino Montano. Tenemos fotos de acoso y derribo desde un coche, actor de cine, practicante de deportes de invierno, futbolista, etc.
También tuvo muchas inquietudes sociales. Fue presidente del Real Betis, con el que inició los fichajes de jugadores vascos, relación que llega hasta hoy día. Puso los cimientos para lograr el primer y único título de liga que tenemos. Presidente de la Cruz Roja de Sevilla. Conferenciante en Nueva York, en la Universidad de Columbia, invitado por García Lorca. Promotor de un aeropuerto en Sevilla. Empresario. También se publicó que estaba propuesto para Gobernador Civil por la Republica. No sabemos cómo tenía tiempo para hacer todo eso y, además hacerlo bien.
Como inquietudes artísticas, podemos citar su amor por el flamenco, destacando su debilidad por el cantaor Manuel Torre. También fue promotor del espectáculo Las Calles de Cádiz, junto con su amante La Argentinita y su amigo García Lorca. Un espectáculo flamenco que se elevó por primera vez de categoría, para competir con la ópera y el ballet.
Pero sobre todo destacó por su obra literaria. Empezó con escritos costumbristas y taurinos que fueron publicados en periódicos. Y también publicaba en el periódico La Unión, las crónicas de sus propias corridas de toros. Tiene escritas cuatro obras teatrales y estrenadas dos. Sin Razón, la primera aproximación a Freud de la literatura española, no se nos olviden las vanguardias de entonces, estrenada en Madrid por la compañía de Fernando Díaz de Mendoza y María Guerrero. Y Zaya, estrenada en Santander, en presencia del Rey. También tiene escrita una novela y poesía.
De izquierda a derecha y en primera fila: Pedro Salinas, Ignacio Sánchez Mejías y Jorge Guillén. Detrás: 
Antonio Marichalar, José Bergamín, Corpus Barga, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y Dámaso Alonso
Conocido como mecenas de la Generación del 27. Ideó y organizó, junto con D. José María Romero Martínez, ateneísta, los actos de tricentenario de Góngora en Sevilla, que dieron lugar a la Generación del 27. Fue el artífice de convencer a sus jóvenes amigos vanguardistas de Madrid para venir a Sevilla. Las fiestas que se organizaron en Pino Montano se quedaron en el recuerdo de todos los poetas.
Tuvo amigos de todo tipo y condición, desde el Rey al Presidente de la República, pasando por el General Sanjurjo al que acompañó a la cárcel y despidió en el exilio.
Volvió a los toros en 1934, con 43 años, para que el hijo, que quería ser torero, no lo fuera. En una entrevista dijo que si tenía que entrar un cuerpo destrozado en Pino Montano que fuera el suyo, que su mujer ya había sufrido demasiado. Desgraciadamente, a los pocos festejos, fue herido de gravedad en Manzanares, no quiso ser operado allí, y murió en Madrid dos días después de gangrena gaseosa.
Varios de sus amigos del 27 le escribieron poesías, como Miguel Hernández y Alberti, pero el poema de Federico García Lorca, Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, que pasa por ser la mejor elegía en lengua española, lo hizo inmortal. Tan inmortal como figura literaria que lo ha minimizado como torero y como persona, con toda la historia que tiene detrás.
Sirvan estas letras para reivindicar su persona y también para darle la razón a Federico cuando escribió:

Tardará mucho en nacer, si es que nace,

un andaluz tan claro, tan rico de aventura.







viernes, 15 de noviembre de 2019

A CÓRDOBA

Por Rafael Duyos
Mezquita de Córdoba
 Para sentirte, Córdoba, musical y silente,

en ese eterno sábado de tu siesta romana,

vengo a ti con el férvido corazón que pulsa

verso a verso las cuerdas de tu lira coránica.

En el puente, está el César. Mahoma, en la Mezquita.

Tu Arcángel, por las calles… ¡Y Dios en los luceros!

Todo brilla con aire de luna fatigada

de rodar por la atmósfera sin alcanzar el cielo.

Así eres tú, mi Córdoba, con tu misterio antiguo

-si es que hay algún misterio debajo de tus losas-.

Todo el paisaje sufre de una augusta pereza

que le da a la esperanza calidades remotas.

Todo dormita en calma sin inquietud inútil.

Todo gira al compás de un zodiaco lentísimo…

y a ti misma, das vueltas, ausente de relojes,

sin prisas de llegada, seguro del arribo.

Cada piedra, una fecha; cada fecha, un recuerdo;

cada recuerdo, un nombre; cada nombre, una rosa;

y en la rosa lejana de tu siglo olvidado,

el perfume impasible de la canción de Roma.

Impasible el paisaje con la rueda del año.

Impasibles las venas dominando los nervios.

Impasibles las manos ardiendo sin quemarse.

Impasibles los ojos que no saben de sueño.
Córdoba. Calleja del pañuelo
Y en la pequeña plaza donde el amor suspira

y en la calle moruna donde casi no cabe,

de tan estrecha, el nudo de los labios que adoran,

se hace el beso plegaria y la caricia cante…

Un cante con sordina sobre cuerdas de esa

guitarra, que tan solo se rasguea de noche…

«Soleá» para un mundo de «jondas» soledades,

que cuelga en los olivos el eco de sus voces.

Y la sombra de Séneca que ronda desde siglos

dejando en cada esquina el jazmín de su sombra,

mientras recuerda a todos que si el alma está viva

no importa que las venas se mustien gota a gota…

Y los patios -¡tus patios!-, creadores de umbrías

donde el sol no se asoma sin permiso del aire,

donde el geranio tiene tratamiento de Alteza,

reclinando en los tiestos su corona de sangre.

Y ese mirar callada la ascensión de tus héroes;

de espaldas a las palmas de sus triunfales rutas,

para tener los brazos descansados el día

en que muertos o amargos retornan a tu cuna.
Monumento a Manolete en Santa Marina
Así, con tus toreros, con «tu torero», Córdoba,

con ese MANOLETE de tu leyenda nueva,

tan cercano y tan lejos a fuerza de ser grande

como un mito de Tauros de las romanas épocas.

Con su aquella serena manera de ir al toro,

buscando, sin saberlo, lo eterno, lo infinito;

y muriendo sin quejas -¡oh, Córdoba!- legarte

junto al Manuel ya muerto, el MANOLETE vivo…

Con su alamar cansado de rebotar injurias.

Con la rosada seda salpicada de envidias;

sin que nada ni nadie jamás le acobardasen.

tranquilo de sí mismo, seguro de su línea.

Pero todo, en silencio, sin quebrar el camino,

dando los enemigos al olvido más suave,

con el mismo desprecio fatal de su muleta

al girar en la impávida media luna del pase.

Y así, con él, dormida, la ciudad toda entera

saborea en silencio la gran verdad gozosa,

y ve dolor y muerte como algo irremediables

que hay que abrazar sin miedo, con alegría estoica.

La almena de la torre de la Malmuerta tiene

un vigía invisible que vela noche y día,

por que nadie se acerque a perturbar el orden

lacónico de siglos al compás senequista…

Y las palabras justas en las bocas felices

que saben del requiebro con aire de sentencia;

y los besos paganos junto a los besos benditos

bajo las viejas cruces que guardan las plazuelas…

Córdoba, sin gemidos para los grandes duelos,

susurrando la angustia sin que nadie se entere;

capaz de abrir al viento de la pena, a sabiendas,

de par en par, las rejas de ensueño de sus calles…

Maestra de armonía que aprendes de tu río,

para enseñar al mundo cómo andar por la vida…

«Sin prisa y sin descanso…» camino de los mares,

como tú, rumbo al cielo, ¡por tus torres arriba!
Córdoba. Puente Romano

JUAN SERRANO: SOLEARES DE CÓRDOBA







sábado, 9 de noviembre de 2019

SIN NOVILLADAS NO HAY FUTURO


Por Antonio Luis Aguilera

Inauguración de la plaza de toros de Córdoba en mayo de 1965. Foto Paco Muñoz.

Lamentablemente, la Córdoba taurina sigue agonizando lentamente. A los dueños de la plaza no parece importarles que la empresa arrendataria programe o no novilladas con picadores o sin estos; ni que abran las dependencias del coso tres tardes en mayo y hasta el año que viene; ni le obligan mediante contrato a ofrecer oportunidades para los muchachos y muchachas de esta tierra que sueñan con abrirse paso en el toreo; esos y esas que, con resistencia numantina, sin que les den un pitón, se preparan cada día como si fueran a torear treinta festejos al año. De esta forma, difícilmente la ilusión taurina volverá a los barrios cordobeses, esos que no hace tanto anhelaban por ver de luces a sus chavales. Y difícil será que vuelvan los pocos aficionados que van quedando en la ciudad que fue considerada definitiva en el toreo, ni que la juventud pueda aficionarse a algo que sencillamente no existe en su tierra. No programar festejos menores en la ferias debería estar prohibido por el Reglamento. Y por la propiedad pública o privada de cada plaza.
Sin embargo, en Los Califas no se celebran novilladas con picadores desde el 28 de mayo de 2015, primer año de la FIT en Córdoba, cuando la empresa se estrenó programando una con reses de Luis Algarra para Ginés Marín, Varea y el cordobés Javier Moreno Lagartijo. Aquella tarde la plaza no se cubrió ni en un cuarto del aforo. Y después silencio absoluto entre arrendadores y arrendatarios: cuatro años sin ver un utrero en una plaza que según dice el Reglamento Andaluz es de primera. 
José A. Acalde El Rubio. Foto José Luis Cuevas.
Pero tampoco ofrecen novilladas sin picadores desde hace dos años, desde el 25 de mayo de 2017, cuando con erales de Zalduendo actuaron José Antonio Alcalde El Rubio, Carlos Jordán, Rocío Romero, Alejandro Adame, Diego San Román y Carlos Domínguez, habiéndose roto la inercia que desde la inauguración de la plaza venía respetándose por todos los empresarios que por ella pasaron: organizar como mínimo una novillada sin los del castoreño. También en esta última función el aforo fue de menos de un cuarto. La FIT es la empresa que menos espectáculos ha organizado en la historia de la plaza de Córdoba; en los dos últimos años, solo tres funciones: dos corridas de toros y una de rejones. 
Ante el nulo interés de la empresa y de los dueños de la plaza, que por supuesto tendrán otras razones para mantener el contrato, posiblemente sería aconsejable explorar otras vías con empresas jóvenes, capaces de devolver la ilusión por su capacidad de trabajo e implicación en un proyecto que no es fácil, pero tampoco imposible, empresarios jóvenes como los que han recuperado el interés por las plazas de Algeciras, Granada o Jaén. No somos ajenos al preocupante momento del toreo en general y de las novilladas en particular, ni olvidamos las muchas ganaderías que han desaparecido por no poder vender sus reses, pero las novilladas son la base y el futuro de la Fiesta. Y si se ataca a su línea de flotación...  Si no hay ilusión por luchar por Los Califas, porque a priori se presupone que es una plaza sin futuro, o porque se asumen pérdidas a los efectos de que cuente como mérito en currículum, para así poder optar a los concursos de las más importantes plazas de primera, lo mejor sería echarse a un lado y dejar el coso a quienes de verdad tengan ganas de trabajar por recuperarlo. Los dueños de la plaza tienen la última palabra.

Rocío Romero. Foto FIT
A propósito de las novilladas, esta semana se ha conocido que el Ministerio de Cultura ha otorgado el Premio Nacional de Tauromaquia de 2019, dotado con 30.000 euros, al Foro de promoción, defensa y debate de las novilladas, que representa a 21 municipios (Villaseca de la Sagra, Arganda, Arnedo, Algemesí, Villa del Prado, Guadarrama, Collado Mediano, Moralzarzal, San Agustín del Guadalix, Los Molinos, Pedrajas de San Esteban, Calasparra, Azuqueca de Henares, Cadalso de los Vidrios, Moraleja, Andorra, Blanca, El Molar, Villanueva del Rosario, Portillo y Cella). Estos ayuntamientos han organizado un 30% de las novilladas picadas de la última temporada, además de celebrar otras sin picar.
El Foro está presidido por Jesús Hijosa, alcalde de Villaseca de la Sagra (Toledo), que en una entrevista al portal taurino Mundotoro ha declarado:
«A día de hoy, nadie quiere hacer novilladas porque son una auténtica ruina y el descenso de este tipo de festejos así lo demuestran. Desde 2007 hasta esta temporada se han dado 400 menos.
Quien no lo quiera ver es porque está mirando para otro lado. Las cuentas son claras y deficitarias. Nuestro objetivo es defender la viabilidad de las novilladas con y sin picadores en plazas de tercera y cuarta categoría.
Los costes no se pueden reducir de cualquier lado, por eso proponemos ciertas medidas. No se puede aguantar que un festejo que congrega en un pueblo a 2.000 personas pagando 15 euros -con una taquilla en total de 30.000 euros- tenga unos costes de 45.000 euros. Tendremos que juntarnos para ver qué podemos hacer, pero, por ejemplo, en plazas de tercera y cuarta categoría el hecho que haya seis picadores me parece excesivo cuando luego solo sale uno al ruedo. ¿No se podría hacer que un picador salga en dos novillos y de esa forma se reducen tres picadores con sus correspondientes boletines de la Seguridad Social? ¿No es suficiente que un chaval que empieza vaya solo con un mozo de espadas? O poner un tercero que se haga cargo de los seis novillos.
Cuando hablamos de reducir algún veterinario o que lo asuman la administración creemos que es viable, al igual que cuando hablamos de reducir el número de profesionales. Con esto no queremos quitar puestos de trabajo, todo lo contrario, queremos dar más oportunidades para que se puedan dar más festejos, porque serán mucho más fáciles de asumir esos costes.
Lo único que produce reducir puestos, es que también lo hacen los gastos y muchos sitios pueden dar un mayor número de festejos. ¿Si no le salen los números a un ayuntamiento cómo le van a salir a un empresario?
Parece que estas medidas a los profesionales no les sientan bien y se cabrean, pero no, cuando saben, y si no que me lo digan a mí, que en muchos sitios van por el boletín y poco más. Entonces, vamos hacer esto en orden y a lo mejor es más positivo cobrar 300 euros pero que todo el mundo tenga su cheque firmado a la hora del sorteo. Si no, no se celebra el festejo.
Hay que buscar medidas y no me refiero a la hora de organizar las novilladas en las grandes ferias, que por cierto, no sé por qué será, pero qué casualidad que quitando unas pocas plazas, las demás no organizan novilladas.
Si no quieren esto que por lo menos digan cuál es la solución que se puede dar. Parece que es mejor lo que pasa ahora que muchos torean, luego no cobran, pero encima callan.
No tengo ningún interés en esto, porque no me dedico a ello, ni gano dinero, pero veo que esto se acaba por un problema económico. Mi único fin es que el mundo de los toros tenga futuro, pero si los ayuntamientos no están rodeados de gente aficionada que me digan cómo se puede sostener y defender esto.
Nos hemos reunido con la Seguridad Social, pero el problema que es un régimen especial. Estamos hablando que si un picador o banderillero cobra alrededor de 650 por novilladas las deducciones son iguales que una mujer de ayuda a domicilio a media jornada en un mes. En Villaseca solo por Seguridad Social y los mínimos los gastos ascienden a 24.000 euros, que sumados a los 15.000 de la novillada provoca que montar un festejo cueste cerca de 40.000 euros.
Con todas estás medidas buscamos reducir un 30% los gastos de las novilladas, para que no pasen de los 30.000 euros. Yo no busco que dejen beneficios, pero por los menos que si consigues meter dos mil personas, cosa que no es fácil, puedas cubrir los gastos».
El jurado del Premio Nacional de Tauromaquia ha propuesto al Foro "en reconocimiento a los Ayuntamientos que lo conforman, por su ejemplar labor de promoción y defensa de la Tauromaquia desde la base, con la programación de Ferias de novilladas que permiten a los jóvenes perseguir su sueño de convertirse en toreros, impulsando de este modo la continuidad y renovación de la Fiesta".
Ante la difícil e insostenible situación económica de las novilladas, no solo en las plazas más sencillas sino en todas las ferias, porque son ruinosas económicamente, unas declaraciones tan sensatas como las del presidente del Foro premiado no deben caer en saco roto. Se ha puesto el dedo sobre la llaga, en el nudo gordiano que es preciso desatar en un momento tremendamente delicado para la Fiesta. Ha llegado el momento de buscar y encontrar soluciones para desatascar tan delicada situación. Para ello es indispensable que se sienten a dialogar todos los colectivos afectados. Lo que está en juego es el futuro del toreo.

domingo, 3 de noviembre de 2019

LAGARTIJO, EL HOMBRE

Por Rafael Sánchez González
Lagartijo en  los pinceles de Antonio Bujalance
Con demasiada frecuencia, al definir como persona a un torero calificando su calidad humana, suele decirse: "de (aquí el apodo) a (aquí su nombre) va una gran diferencia". Dándose a entender con ello, que entre el torero y el hombre existe una enorme distancia.
No es de extrañar que quienes alcanzan la fama jóvenes en una actividad tan atractiva como es la de torear, y rodeados de una legión de agradaores con más falsedad que amistad sincera en su acercamiento al torero, no es de extrañar, digo, que aquellos que logran elevarse a lo más alto de la fama (ocurre igual en otras manifestaciones artísticas) acaben por adquirir una conducta rayando el despotismo. No es un comportamiento muy generalizado, pero todos sabemos de casos que existieron, existen y creo existirán, por culpa de la vanidad y la adulación.
Si el califa era grande como torero, no lo fue menos como persona. En este caso, Lagartijo y Rafael Molina andaban a la par. Estuvieron a esa gran altura difícil de equilibrar en ambas cualidades.
Repasando la documentación sobre Lagartijo, encuentro un trabajo del escritor taurino Pascual Millán (Sol y Sombra 7/8/1900), que viene al pelo para este capítulo, y que por su interés paso a transcribirles:
Caricatura de Pascual Millán

"No ha muerto un gran lidiador; ha muerto el último torero; ha desaparecido la encarnación de una leyenda; se ha borrado el único ídolo que hoy adoraba nuestro pueblo.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Zorrilla, el colosal poeta, quería oír a Gayarre, el tenor colosal; pero quería que cantase para él solo, no convirtiendo aquella hermosa voz en una especie de abrevadero público, donde todos pudieran beber, sino haciendo de ella un manantial del genio, que brotase en una reducida estancia, y del cual hasta la última gota habría de saborearse con deleite.
Y Gayarre, acompañado de sus íntimos, cantó una noche para Zorrilla.
No es posible formarse idea de tal velada: hay cosas que la imaginación no llega a comprender.
Pues bien; aquella noche en que Zorrilla leyó a Gayarre sus mejores versos, y Gayarre cantó a Zorrilla las más hermosas creaciones musicales, uno de los amigos del tenor, hombre de carrera, ilustradísimo poeta, escritor con nombre respetable, decía entusiasmado mientras abrazaba al roncalés:
—Nada, chico: en España no hay más que tres grandes hombres: Lagartijo, Zorrilla y tú.
—¿Y qué lugar ocupo entre ellos?—respondió sonriendo el cantante.
—Pues coloca a Rafael el primero y ponte después en el que te dé la gana.
Aquello no era un chiste ni una andaluzada; era la expresión de un sentimiento. Aquel lagartijista furibundo tenía a Rafael por la primera figura de España.  Y muchos también.
El instinto popular se equivoca raras veces; es inútil que os empeñáis en hacerle adorar ídolos prestados; no los acepta. Quiere los suyos, los que él pone en un altar levantado por él mismo.
Emperadores, reyes, príncipes… ¡Bah!, de eso hay mucho. Ahí están sus nombres en el Gotha, llenando algunas páginas, como llenan las guías los de las estaciones.
Ministros, embajadores, generales, mitrados…, eso brota de los puntos de la pluma al trazar una firma; eso lo puede ser cualquiera; eso abunda.
Rafael Molina Lagartijo
Pero Lagartijo era único, tenía una significación, representaba un hermoso pasado. Al morir los otros, esos que brillaron un instante con la luz prestada por quien tampoco la tenía propia, su nombre se borra y el pueblo lo olvida.
Con Lagartijo muere algo que era del pueblo y que aquél amorosamente guardaba.
Si Lagartijo hubiera sido únicamente el mejor torero de su tiempo, el más elegante, el más clásico, el más estético, el que llenaba el circo con su figura, el que componía un hermoso cuadro siempre que aparecía en la arena, el que llevaba al público entre los pliegues de su muleta y en ellos lo manejaba su antojo; si Rafael solo eso hubiera tenido, no hubiera llegado a ser tan ídolo popular. Guerra, que resultó un fenómeno toreando, que ha sido el más completo de los lidiadores, que no hizo nunca las desastrosas faenas realizadas algunas veces por Rafael y Salvador, no tuvo jamás las simpatías del público, y este lo echó de la plaza
A Guerra se le silbaba con fruición; a Lagartijo con pena, deseando verle hacer algo, por pequeñísimo que fuera, para borrar con aplausos entusiastas las protestas, hijas de un momentáneo mal humor.
A Guerra se le exigía lo imposible; a Rafael se le perdonaba lo imperdonable.
No; no eran las cualidades del lidiador las que pesaban en el ánimo del público; eran otras las que subyugaban a todos y convertían a Rafael en ídolo de la muchedumbre, más grande hoy por ser el único que nos quedaba.
En otras épocas, cuando nuestros generales aniquilaban el capitán del siglo o entraban en las ciudades enemigas metiéndose a caballo por las troneras de los cañones; Rafael hubiera tenido que compartir su popularidad con la de aquellos héroes. Pero ahora estaba solo y el pueblo le daba toda su importancia tasándole en su justo valor.
No sabía la masa qué tenía aquel hombre para que así le adorarse, ni tampoco Rafael pudiera explicar el porqué de aquella adoración; pero el instinto popular veía en Lagartijo algo que se apartaba de lo común, que lo elevaba del nivel ordinario, que lo engrandecía, que lo deificaba, y ese algo, ya lo he dicho hasta la saciedad, y lo repetiré constantemente, era que Rafael poseía las típicas cualidades del Tenorio, esas en otros tiempos peculiares del lidiador y que no debieron abandonarle nunca, porque al hacerlo murió el torero y nació el toreador, el que especula con su oficio, el que se escatima, el que piensa en el mañana, el que no siente despego a la vida ni la pone siempre entre su honrilla y las astas del bruto, el que apela a todas las malas artes y a todos los ruines tranquillos para trabajar lo más posible con el menor riesgo, y hacer pronto una fortuna que le permita dejar el oficio. 
Lagartijo
Lagartijo tenía aquellas condiciones, personificaba al héroe popular; era valiente, desprendido, enamorado, rumboso, decidor; derrochaba lo ganado, y no comprendía que teniendo él un duro hubiese quien no comiera aquel día. Llegó casi a la vejez sin ahorrar una peseta; lo suyo era de todos y solo cuando encaneció su cabeza, y cedieron sus fuerzas, y se debilitó aquella naturaleza de hierro, pensó, alentado por los suyos, en guardar algo para que no tuviese que vivir de la caridad al retirarse, quien había sido la figura más popular de España.
Compárese la fortuna de Rafael, en cuarenta años que llevó toreando, con la que tiene hoy cualquier principiante, y…, todos estaremos de acuerdo.
Aquellas cualidades le habían convertido en héroe, le habían levantado un altar en cada pecho, le hacían ser ovacionado por donde quiera que pasaba.
Diríase que había nacido en el hueco de unas manos que aplaudían.
Ya estaba retirado, ya no figuraba su nombre en los carteles, ya su ausencia había llenado de sombras aquel cuadro que antes era todo luz, alegría, entusiasmo, calor, y aún se le buscaba solicitando su presencia en las grandes solemnidades. Y al verle el público, le vitoreaba, le aclamaba, y él era siempre el rey de la fiesta.
Cuando un hombre tiene esas ovaciones y esos aplausos, e inspira esos fanatismos; cuando todo lo avasalla y a todos relega a segundo término; cuando hasta la Iglesia en estos tiempos de fanatismo, comparables a los del imbécil Carlos II, altera por él sus ceremonias religiosas, como ocurrió con la procesión del Corpus el año 93, hay que dar a ese hombre toda su importancia y estudiar lo que significa; nada sirven las muecas desdeñosas de los filósofos pour rireé; los hechos pueden más que todas ellas.
Yo, pecador de mí, ya lo hice. Y por eso, por haber analizado casos y cosas, hombres y actos, actitudes de públicos y movimientos de opinión, puse siempre a Lagartijo en el sitio que debía ocupar. Que lo quiten otros, si así les place. Lo repito; con él muere el último torero y desaparece la personificación del Tenorio popular.
Panteón del torero en el cementerio de 
Nuestra  Señora de la Salud en Córdoba
Su despedida de la plaza fue un rudo golpe; pero mientras vivió parecía que le teníamos entre nosotros, que aún volvería vestir el traje de luces, que aún iba enseñar a los de ahora la diferencia entre el torero y el toreador, y por eso, cuando en becerradas, como la última de los funcionarios civiles, ponía aquellos inmensos pares de banderillas, el público en masa se deshacía en aplausos; era él, estaba allí, siempre elegante, ágil, fuerte, sabiendo, siempre dispuesto a sacrificarse por cualquiera. Mientras vivió, no dimos a aquella retirada todo su alcance; era como el cadáver sin descomponer que guardábamos en casa; podíamos verlo, y aún imaginarnos que se trataba de una catalepsia; pero ahora al cerrar su ataúd, al enterrar aquel cuerpo, notamos el vacío que deja, miramos a la plaza y nos hace el efecto de un Guignol.
Al retirarse Rafael escribí un artículo, medio en serio, medio en broma, hablando de erigirle una estatua. Los hombres sesudos, tomando por todo lo grave aquel trabajo, me pusieron como digan dueñas.
Tienen razón: Rafael no merece una estatua. Sería equipararle a esos estadistas que en veinticinco años de paz y buenas cosechas, dándoles todo lo que pidieron, privándonos de todo por servirles, han arruinado a España, han dejado que nos arrebaten las colonias y han sembrado de conventos el país. Es verdad: Rafael no debe tener una estatua. Aún hay clases.
Pero el pueblo español puede ofrecerle un imperecedero recuerdo y hacerle por suscripción un magnífico sepulcro, como Niembro propone y como debe ser. Pascual  Millán".

Ante tan fenomenal y exacta descripción de Lagartijo hombre, hecha además por quién lo conoció y trató, sobra cualquier otra definición. No seré yo quien la haga.


Del libro LAGARTIJO EL GRANDE, CENTENARIO DE UN CALIFA DEL TOREO, del que es autor Rafael Sánchez González, editado por El Semanario La Calle de Córdoba en el año 2000.