domingo, 24 de febrero de 2019

CIRUGÍA TAURINA (y II)


Por Antonio Luis Aguilera

2ª parte de la Tertulia celebrada el 8 de mayo de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba con los cirujanos taurinos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro  del  autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

Antonio L. Aguilera: Sin embargo, Ramón, la Sevilla oficial proyecta al exterior la imagen de estar muy cerca de la Fiesta de los toros.
Dr. Ramón Vila en el burladero de los cirujanos taurinos
Ramón Vila: En nuestro país somos vergonzantes la mayoría de las veces. Aquí no reconocemos nada a nadie hasta que le otorgan un premio en el extranjero. En cuanto que nos dicen algo en otros países -que no tienen nada que decirnos- nos volvemos locos. Actualmente la Fiesta está pagando, desgraciadamente, lo que algunos países de Europa nos dicen, mientras nuestras autoridades, y no se me cae ningún anillo al decirlo, están pensando que llevan razón. Por ejemplo, es vox pópuli que la Expo-92 no ha dado ningún apoyo a la Fiesta, cuando ésta, queramos o no, es tan nuestra como las propias vivencias, porque ha nacido del pueblo. Y la Expo ha dicho no, que no quiere saber nada de los toros, no sea que algún mandatario de Luxemburgo diga que asesino es usted. Pues imagínate a los cirujanos taurinos, ni caso, ni nos reciben, ni nos echan en cuenta, ni nada de nada, porque nosotros somos un grupúsculo dentro de la Fiesta de los toros, y no es de extrañar que, si a esta no la apoyan como cultura del pueblo que es, tampoco lo hagan con la cirugía taurina.
Antonio L. Aguilera: También es preocupante que los toreros, a quienes está destinada este tipo de cirugía, no quieran saber nada de la problemática.
Percance en región perianal de Serranito
Rafael Ruiz: Ellos vestidos de toreros no quieren saber nada que huela enfermería, su mente piensa en el toro y de la enfermería no quieren saber. Eso es así.
Ramón Vila: Nada, no quieren saber nada. Incluso, a veces, lo rechazan. Por ejemplo, al redactarse el Reglamento ninguna asociación, ni picadores, ni subalternos, ni novilleros han dicho nada sobre el servicio médico de las plazas. Ninguno ha salido en defensa nuestra. Dicen -y puede que tengan razón- que los toreros no quieren pensar en la cosa médica nunca, ni tan siquiera en invierno.
Puede tener una cierta explicación, porque si pensaran constantemente en la parte trágica no se vestirían de toreros. Pero creo que eso ha pasado ya, Antonio. Creo que en los umbrales del año 2000 estamos ante un tabú de siglos pasados. Creo que los toreros son conscientes de que necesitan una asistencia como cualquier otro, y que mientras más la tengan mejor. Pero ellos ahora mismo están cómodos, porque, afortunadamente en España -en otros países también, pero principalmente en España- existen unos locos que vamos allí a dejarnos nuestra propia vida en su tratamiento. Y se encuentran a gusto.
Lo que me gustaría saber es lo qué pasaría el día en que les quiten el caballo, como les ha pasado a los picadores, el día que les quiten el caballo de los cirujanos… Ese día en el que no vean a nadie en el burladero, que lo vean vacío… El día en que le digan que si les pegan una cornada los tienen que llevar hasta el hospital y tengan que pensar si llegan o no... Probablemente, entonces, organizarían una huelga, pero tiene que llegar ese día, que es lo triste. Tiene que llegar. Como también es verdad lo que estamos hablando de los picadores, lo sabían hace tres meses y han esperado a que llegue el momento.
Mientras vean a nueve señores en el burladero estarán tranquilos. Lo malo es cuando llegue el momento... 
Además, hay otro tabú. Dicen que el novillero que empieza, o el torero que comienza en plazas del pueblo, tienen que dejarse matar. Y a ellos les importa tres pepinos lo que hay allí. Tampoco estoy de acuerdo con eso, nosotros estamos capacitados para cubrir, dentro de las probabilidades que existen, esas plazas de pueblo, pero no somos dioses sino seres humanos. Es cuestión de organizarlo. Y es muy fácil, tan fácil como que ahora mismo la Administración y nosotros lo hacemos, pero tienen que querer las dos partes, nosotros solos no podemos. Tiene que haber asistencia en todos sitios.
Rafael Ruiz: Queremos que todas las enfermerías posean las mismas características que las de Sevilla, Madrid, Córdoba, Bilbao, etc. Porque los toreros van a esas plazas y ven a Ramón, a mí, a otro compañero, y están tranquilos, pero hay que pensar también en el resto de las plazas; pues en cualquiera puede ocurrir la tragedia. Nuestra ilusión es que no existan clases de enfermerías, que todas sean de primera. Y si la Administración tiene que afrontar con poner aquello en condiciones óptimas, pues así debe de ser. De lo contrario que no haya toros.
Antonio L. Aguilera: Supongo que estarán acostumbrados a escuchar la típica frase: “¡Menos mal que está el Vila, el Valcarreres, el Ruiz…!”. Ello viene a demostrar que la Fiesta espera de ustedes un trato paternalista.
Grave cornada en zona perianal
Ramón Vila: Evidentemente, no podemos actuar de otra forma. Estamos ahí porque nos sentimos parte integrante de la Fiesta de los toros. Dejamos todo nuestro saber, nuestro vivir, y lógicamente, los demás se aprovechan de esa circunstancia nuestra. Es lógico, somos aficionados.
Rafael Ruiz: Somos unos profesionales que no miramos el horario ni nada, sino que estamos ahí a la hora del festejo. Tenemos esa obligación porque nos gustan los toros, los toreros son amigos o conocidos y no queremos que les pase nada ninguno.
Antonio L. Aguilera: Pues se deduce que tendrán que seguir conformándose con los brindis de gratitud tras intervenir los percances...
Ramón Vila: Hay otra cosa que quiero recalcar. Nosotros lo que de verdad vamos persiguiendo es que en las lesiones -vamos a llamarle normales- que hay en la Fiesta no ocurra nada desagradable por falta de asistencia. Porque somos médicos y sabemos que ante una lesión irreparable no hay nadie que haga nada ni en una plaza de toros, ni en ningún otro lado, pero lo triste es que una persona, por falta de medios, no sea atendido adecuadamente. Eso es lo que como médicos nos duele.
Porque sabemos que si a un señor le da un infarto y se muere, porque es masivo, hagas lo que hagas y estés donde estés no lo puedes resolver. Lo malo es que un señor se raje una vena y se desangre. Eso sí que es doloroso, porque es fácilmente reparable. Y eso es lo que se presenta en el 99,9% de las lesiones por asta de toro. Son lesiones fácilmente reparables, pero si no encuentras medios la cosa se pone peor. Ahora, cuando te toca algo reversible, te pongas donde te pongas…
Esa es nuestra misión, en la que estamos toda la Sociedad poniendo énfasis: que a una plaza de pueblo vaya lo normal para resolver este tipo de lesiones.
Antonio L. Aguilera: En el campeonato mundial de fútbol celebrado en España en 1982 entraron en funcionamiento, por supuesto con cargo a la Administración, las UVIS volantes. Sin embargo, la problemática asistencial de muchas plazas de pueblo, que podría resolverse con estos medios, sigue siendo ignorada.
Antonio L. Aguilera con los doctores Ruiz González y Vila Giménez. Foto Marogo
Ramón Vila: ¿A qué las UVIS volantes del mundial no las pusieron los médicos deportivos? Pues las de las plazas de toros, la mayoría de las veces las tienen que poner los médicos taurinos. ¿Por qué…? Pues porque en aquel momento interesó dar al mundo la imagen de que había una UVIS volantes que, entre otras cosas, dejaron de funcionar a los tres años. Fue nada más que el escaparate, porque en los estadios de fútbol no había un equipo médico.
Nosotros lo que pretendemos es que nos pongan las UVIS. ¡Encantados de la vida, como si nos ponen catorce…! Pero que no las pongamos nosotros además… Porque si además de que estamos preocupados, que tenemos que estar al día de todas las técnicas, también tenemos que llevar los medios…
Rafael, tú cuando vas al hospital el quirófano lo tienes preparado, y el enfermo lo trae una ambulancia que tú no pones. En los toros no, en los toros tenemos que ponerlas también nosotros.
¡Hombre, búsquela usted, y nosotros encantados de la vida! Ese es el tema, que tiene que ser alguien, en este caso la Administración, la que marque las pautas. No solamente en los toros, sino en cualquier espectáculo.
Antonio L. Aguilera: Las enfermerías se han ido adaptando, sin duda gracias al esfuerzo personal de médicos aficionados, a la realidad de cada época. Así, en la mayoría de las plazas de primera y de segunda, la presencia del cirujano ha sido sustituida por la de un verdadero equipo quirúrgico.
Rafael Ruiz: Han existido unas escuelas de cirujanos célebres que están en la mente de todos: Oliver Millet, en Barcelona; en Madrid: Jiménez Guinea y Máximo García de la Torre; en Carabanchel, el doctor Lumbreras; en Sevilla, el doctor Leal Castaños y el padre de Ramón, doctor Vila Arenas; Felipe de Luz, Ortiz Clot, Valcarreres… Todos han creado escuela. Y claro, sus hijos y familiares más allegados han seguido sus trayectorias.
Pero hace mucho tiempo que las técnicas de la cirugía han ido evolucionando, como todo en la vida, porque hay que estar al día. Para eso son nuestros congresos, para actualizarnos, para ver lo que hace cada uno en su plaza en determinado momento y poderlo desarrollar si nos ocurre en la nuestra. Nuestra ilusión es que algunos de los que vienen detrás se fueran acoplando a estos equipos de distintas plazas de primera categoría, para que se vayan orientando y viendo qué es la cirugía taurina.
Ramón Vila: Mira, Antonio, nosotros vamos poco a poco admitiendo, con arreglo a las necesidades y a una lucha tremenda con las empresas, médicos especialistas en todas las plazas de toros. Hay plazas que tienen internistas, traumatólogos; otras que empiezan a tener cirujanos cardiovasculares… Yo me juego ahora mismo la mano derecha, que es la que me da de comer, y qué me digan cuántas clínicas con servicio de urgencias tienen en su plantilla a tres cirujanos, un anestesista, un hematólogo y un cirujano cardiovascular en un día de guardia. ¡Muy pocas…! ¡Y están funcionando, les da el plácet el Ministerio de Sanidad…! Y a nosotros no nos da nada. ¿Y cómo puede ser…? 
¡Y los tenemos…! Claro, cuando ves la plantilla que hay, te preguntas cómo es posible esto. Y en una clínica que recibe urgencias a gogó, no los hay. Y tienen el plácet de Sanidad. ¡Hombre, eso no puede ser…!
Antonio L. Aguilera: Señores, resulta increíble que el colectivo que representan no tenga sitio en la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos.
Ramón Vila: Y además te voy a decir una cosa: nosotros también tenemos algo que decir en la Fiesta de los toros, porque para nosotros, por ejemplo, y ya vamos a cambiar un poquito el tercio para hablar de cosas taurinas, lo peor que hay es un pitón escobillado. La gente dice: ¡Vamos a afeitarlo, porque así no tiene peligro! Sin embargo, nosotros lo que decimos es que ojalá no se afeite, porque es precisamente el escobillado el que tiene peligro, no el astifino. El astifino o el que está muy arreglado, ese produce una herida limpia, pero el escobillado produce unas heridas brutales. Y la gente se cree que el escobillado no tiene peligro cuando para nosotros es todo lo contrario. Fíjate tú lo que son las vivencias taurinas de nuestra especialidad.
Rafael Ruiz: La característica de un pitón en puntas es que produce una herida limpia. No produce esa serie de destrozos por todos los sitios donde penetra como ocurre con el pitón astillado, con el que nosotros nos las vemos y deseamos para poder cohibir todas esas heridas que se forman en el abdomen o en los muslos de los toreros, con las trayectorias que forman. Cuando vemos un pitón de esas características nos aterramos, porque la cornada del pitón en tipo de alcachofa, como se suele decir, forma una serie de destrozos imposibles de organizarlos bien.
Ramón Vila: Totalmente de acuerdo con Rafael.
Antonio L. Aguilera: Aunque la pregunta puede resultar morbosa, al aficionado le gustaría conocer, por aquello de la superstición del torero al cuarto del hule, como suele comportarse este una vez allí.  
Ramón Vila: No, ellos el pasar al cuarto del hule lo ven lógico, porque es raro el torero que no haya tenido que pasar por él. Lo que van es derrotados, porque se ha malogrado una buena faena, porque no van a tener contratos, porque se les ha cortado la feria, porque no han podido desarrollar todo lo que llevan dentro. Eso es lo que les da coraje.
En cuanto a la exploración, en cirugía taurina existen dos partes muy diferenciadas. La primera que hacemos es la visual; es decir, cuando vemos coger al torero si notamos ese giro trágico que pega en el asta, como por ejemplo le ocurrió el año pasado al Capea, que le dio un giro que en escasas décimas de segundo estaba de tener la cabeza arriba a tenerla abajo con el pitón dentro del muslo. Yo sabía, como cualquier otro cirujano, que la trayectoria había ido de arriba hacia abajo del muslo, como realmente fue. En segundo lugar, se hace una exploración rápida para saber la gravedad de la lesión: si sangra abundantemente, si el enfermo está en schock o no. Si afortunadamente no hay ninguna urgencia que complique operar a tumba abierta, pues entonces a preparar: el enfermo se anestesia, realizas una exploración digital una vez anestesiado que están los músculos relajados, se exploran todas las trayectorias pensando siempre por donde entró el pitón y hacia abajo. Y tienes que acordarte de la forma del pitón, pues no es lo mismo uno abierto, otro playero u otro corniveleto; igual que si el pitón está limpio o escobillado.
Abres todo lo que hace falta. No hay problema para explorar todas y cada una de las trayectorias. Esa es la exploración básica y fundamental que hay que realizar en escaso tiempo en la enfermería de la plaza. Pero, claro, llevas la imagen grabada desde el primer momento y vas directamente casi al sitio y la cuestión.
Rafael Ruiz: En el burladero, cuando ocurre la cornada, estás viendo cómo lo ha cogido, la forma cómo lo ha llevado. Cuando sales corriendo llevas la idea de cómo ese pitón ha destrozado, las trayectorias ascendentes o descendientes, profundidad, etc. Entonces, cuando llegas a la enfermería y traen al torero, éste llega en un estado angustioso, sudoroso, preocupadísimo… Tanto él como toda la cuadrilla que viene detrás y el apoderado. Lo primero que te preguntan es para cuánto tiempo tiene, el tiempo que permanecerá inactivo, en el dique seco. Hasta que no reconozcas, explores y trabajes esa cornada, no sabes calcular la profundidad que puede tener. Pero el torero llega preocupado, las cornadas duelen muchísimo, es como fuego según dicen ellos. Los toreros se dan cuenta del estado en qué llegan a la enfermería. Lo primero es tranquilizar a ese enfermo, sedarlo, canalizar una vena para a continuación entrar en el acto quirúrgico y operar regladamente lo que cabe o, en su caso, urgentemente.
Feria de Sevilla de 1978. Paquirri es llevado a la enfermería tras resultar
 herido en las dos piernas al banderillear un toro de Osborne. Foto Arjona.
Antonio L. Aguilera: El caso no es frecuente, pero los aficionados nos angustiamos cuando se acumula el trabajo en la enfermería; cuando entra más de un torero en la tarde, o cuando un diestro lleva varias cornadas, como por ejemplo las de ambos muslos que recibió Paquirri en Sevilla.
Ramón Vila: Pues mira, la vivencia que tengo más importante de la cirugía taurina es que si el torero, como el caso que refieres, está consciente, le pregunto. Porque él sabe perfectamente hasta dónde le ha entrado el pitón. Recuerdo que le pregunté: Paco, ¿qué? Y me contestó: “la gorda es en la derecha”. Por cierto, era un agujerito como una moneda de cinco duros, y en la otra, que tenía un boquete grande, me dijo: “en esta no me ha pasado nada y en la otra me ha metido el pitón entero”.

Ramón Vila examina las heridas operadas a Paquirri. Foto Arjona.

En el caso del año pasado, Emilio Muñoz, al que le pegaron una cornada curiosa, porque se trastabilló un poco, quedó de espaldas y el toro le hizo ¡zas! Y casi nadie se dio cuenta de que le había metido el pitón. Incluso yo llevaba la imagen de que no le había dado la vuelta y se trataba de una cosa pequeña, de un puntazo. Al llegar a la enfermería lo primero que me dijo fue: “Ramón, me ha metido el pitón hasta la mazorca”. Lo miré, tenía una herida pequeñísima al lado del ano, y le contesté: ¿Pero, Emilio…? Me replicó: “¡Hasta la mazorca, me lo ha metido hasta la mazorca!”. Y qué razón tenía, pues le había llegado hasta la vejiga.
Ellos sienten perfectamente la profundidad de la herida y hay que preguntarles. Evidentemente, si pueden contestar. En caso de que el torero venga inconsciente, con lo que has visto y considerando cómo era el pitón del toro, tienes que abrir hasta donde puedas y explorar todas las trayectorias.
Rafael Ruiz: A veces te llueve el trabajo y hay que tenerlo previsto. Porque puedes estar curando a un torero que ha entrado y venir otra cornada. Entonces tienes que desdoblar el equipo, saber si te metes en el quirófano principal, si haces las cosas en otro adyacente o de entrada. Ahí afuera quedan toreros y tienes que tener en mente que no puedes entretenerte mucho si es una cosa sin importancia, porque puede entrar otro con mayor gravedad. En nuestra enfermería, gracias a Dios, tenemos dos equipos completos, con dos anestesistas, tres cirujanos y el servicio de hematología.
Ramón Vila: No son frecuentes las cornadas repetidas. ¡Pero, al que le toque -como dice Rafael-, las pasa canutas! Porque en ese momento tienes que valorar cuál de los dos. Y a lo mejor dejar a este que ya está anestesiado y ponerte con el otro que entra más grave. Afortunadamente, y vamos a tocar madera, no son muy frecuentes.
Antonio L. Aguilera: Otro aspecto curioso de los toreros es que hasta hace unos años sentían preocupación cuando los percances se producían en Francia. No se fiaban de los cirujanos galos, preferían acudir a ustedes incluso alquilaban aviones.
Ramón Vila: Eso tiene dos explicaciones. Una, que los toreros tienen una forma de ser donde se mitifica todo: a una ganadería, porque salió un toro así, o el color de un traje, porque con él se consiguió una gran faena. Mitifican todo. A nosotros, también. Dicen: “Pues fulano de tal me curó de aquella cornada y es un monstruo”. Pero también tiene otra explicación, y es la que desgraciadamente puede pasar en España.
Pepe Luis Vargas herido muy grave en Sevilla. Foto Arjona
Te voy a contar una anécdota: un torero, que además tuvo después la cornada más grave que yo he tenido en la plaza quitando la de Montoliú, que se llama Pepe Luis Vargas, me vino una noche de Francia en un avión. Me avisaron que venía con una cornada. Y cuando llegué vi que tenía una cornada en el muslo, grande pero relativamente normal. Le pregunté porqué no se había dejado curar en Francia,  y me contestó: “Mire usted, don Ramón, en Arles no hay enfermería en la plaza. Me llevaron en coche al hospital, me metieron en la cama, y, de buenas a primeras, se abre la puerta de la habitación y veo entrar a un médico negro. Y dije que ese tío no sabía nada de toros y que nos íbamos para Sevilla”. Fíjate hasta donde llega… Y efectivamente sería un gran cirujano, pero al ser negro…
Rafael Ruiz: Es cierto. Los toreros tienen predisposición por acudir al cirujano que los curó de un percance anterior, bien porque saliera contento o porque resultó un éxito. Pero hay que pensar que existen cirujanos especialistas muy buenos, que asisten a nuestros congresos y presentan unas exposiciones de sus trabajos realmente buenas. No hay que tener miedo si a un torero lo cogen en Francia, porque puede quedar muy bien.
Antonio L. Aguilera: La grandeza de la Fiesta, su inmensa verdad, es que el torero se juega la vida cada tarde, porque el toro mata. Decía Luis Miguel, que la muerte saca su entrada todos los días de corrida. Ustedes lo saben mejor que nadie, pues ambos han sido testigos de excepción al sentir en sus propias carnes la frustración ante lo inevitable, cuando Avispado mató a Paquirri, y Cubatisto a Manolo Montoliú. 

Dr. Ramón Vila en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla.
Ramón Vila: Evidentemente. Lo que sentí aquel día son unas impresiones personales que nadie puede sentir, quiero decir lo que todo el equipo médico sintió. Es la impotencia ante la muerte, la que siente siempre cualquier médico cuando ve morir a un enfermo, no solo en este caso, sino en todos. Lo que ocurre es que hay veces que te acostumbras a la muerte por una serie de circunstancias, porque no se puede hacer nada ante una enfermedad grave… Pero, este caso, una persona joven, fuerte, en plena salud, que muere trágicamente ante la vista de todo el mundo, pues es muchísimo más doloroso. De verdad que aquel día fue el peor de mi vida, y ya tengo bastantes años. Ver a Manolo Montoliú destrozado por dentro, como una auténtica granada… No vi lo que posteriormente en el vídeo, cuando comprobé como el cimbronazo que le pegó el toro al meterle el pitón fue absolutamente destructivo.
Pero si pondría un pequeño adjetivo a la muerte de un torero. La muerte del torero no es una frustración, es una grandeza. Es frustración morirte cuando subes una escalera y te caes de espaldas golpeándote la cabeza. Es frustración ir por una carretera tranquilamente y que salga un tío por la izquierda y te mate. Es frustración que te dé un infarto cuando estás aquí en esta tribuna y te mueras. Pero no es frustración morir en grandeza, delante de un toro, haciendo lo que te gusta, sintiéndolo y llevándote para el recuerdo la gloria más grande que puede tener una persona: morir en lo suyo.
Si me preguntara alguien dónde me gustaría morir, le contestaría que en el quirófano con un bisturí en la mano. Pero desgraciadamente no voy a poderlo hacer.
A lo mejor, me muero en la cama con una diabetes insípida, o de un infarto que no se me pueda operar, o de un cáncer… ¡Eso sí que es una frustración! La muerte de un torero, de poder a poder, como la de Manolo Montoliú nunca es una frustración, sino una grandeza.
Muchas veces le he preguntado a amigos toreros, en charlas de chimenea, en los tendederos de invierno, sobre la muerte, que ellos la aceptan absolutamente: "¿Qué te gustaría, fulano, que un toro te cogiera y te cortaran una pierna, o que te matara?”. Todos me contestan igual: "¡Qué me matara!” ¿Es grande eso o no…? Porque lo otro sería morir en vida, como ha pasado con algunos toreros que desgraciadamente todos tenemos en el recuerdo; que siguieron viviendo, pero fueron muertos vivientes, sin ninguna ilusión, sin ningún sentimiento. Creo que, dentro de la desgracia, lo malo es que Manolo Montoliú hubiera muerto en el stop de una carretera, porque entonces nadie lo recordaría con la grandeza y la entereza que hoy lo hacemos. 
Rafael Ruiz: Tú recuerdas, Ramón, cuando en Quito estuve hablando con referencia a la cogida y muerte de Paquirri. Os dije a quinientas personas que deseaba que ninguno pasara el rato que yo pasé: "¡Qué no se os presente a ninguno!”.
Ramón, en sus propias carnes, lo está viviendo. Yo, al día siguiente, quise estar con él, pero suspendieron la corrida y no pude estar. Por lo menos, estar moralmente, porque sé que en esos momentos la ayuda entre compañeros es indispensable.
Y quería, para terminar, reproducir unas palabras. Son referentes a lo que Manolo Montoliú dijo cuando salió el nuevo reglamento: "Lo importante es la forma de picar. Creo que la puya no es el factor de mayor incidencia en el problema de la fuerza del toro. Esto lo lleva el animal dentro, y lo que influye es la forma de picar. Pienso que el ministro está abierto a ver cómo se desarrolla todo cuando entre en vigencia, y hacerlo lo mejor posible por si hay que reformar algo”.
Antonio L. Aguilera
Antonio L. Aguilera: Señores, ha sido un verdadero honor acompañarles en la tertulia. Seguramente, desde hoy los oyentes de esta emisión comprenderán mejor las justas demandas de los cirujanos taurinos. Muchas gracias por su generosa colaboración, especialmente a Ramón por la gentileza que ha tenido de desplazarse a Córdoba.
Rafael Ruiz: Quiero agradecer a Onda Cero y a Antonio Luis Aguilera, el habernos emplazado para comentar sobre la cirugía taurina, pues así la conocerá todo el público aficionado a los toros.
Ramón Vila: Quiero agradecerte, Antonio, que hayas hecho posible que podamos hablar un poquito aquí, a corazón abierto, de nuestras preocupaciones, de nuestros intereses y vivencias en cirugía taurina, para que todo el mundo las conozca. Porque a veces las olvida. Quiero darte las gracias, una vez más, por haberme traído a Córdoba, y agradecerle a Rafael Ruiz que haya estado con nosotros, y nos haya acogido como siempre, con el cariño y el apoyo que nos ha dado siempre. Y quiero desearle que en esta feria de Córdoba tenga toda la suerte de su lado.

domingo, 17 de febrero de 2019

CIRUGÍA TAURINA (I)

Por Antonio Luis Aguilera

Los cirujanos Rafael Ruiz y Ramón Vila, posan con el D.U.E. 
taurino Rafael Alonso y Antonio Luis Aguilera. Foto Marogo
Tertulia celebrada el 8 de mayo de 1992 en el Hotel Meliá Córdoba con los cirujanos taurinos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González. Fue emitida por Onda Cero Córdoba, y figura incluida en el libro del autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

El periodista Gonzalo Bienvenida encendía la luz de alarma en el artículo que escribió para el Diario El Mundo el 20 de diciembre de 2018. La Sociedad Española de Cirugía Taurina, preocupada por la situación en que se encuentran las enfermerías de las plazas de toros, propone una serie de medidas urgentes al Ministerio de Cultura.
El problema es para tomarlo en serio, pues no se trata solo de los habitáculos donde se practica una cirugía de urgencia vital, sino de la idoneidad para intervenir lesiones producidas por asta de toro de algunos de los facultativos que están actuando. Aumentan las cornadas que se suturan sin explorar todas las trayectorias. El asunto no es baladí. No solo es necesario ser cirujano para intervenir quirúrgicamente a los toreros, también hay que saber cómo cornean los toros.
En la temporada de 2018 fueron reintervenidos quirúrgicamente los matadores de toros Manuel Escribano, David Mora y el novillero Alberto López Niño del Barrio”. Y en este 2019, cuando la temporada aún no ha comenzado de verdad, el primero en ser reintervenido tres veces de las mismas lesiones ha sido Pepe Moral,  desde que un toro de Miura lo hirió en Valdemorillo. 
Algo está fallando estrepitosamente en la seguridad de los hombres de luces. Pero los que capitanean el escalafón no quieren saber del asunto. La Administración y los toreros deben reflexionar sobre las enfermerías de las plazas y la cualificación de los facultativos que intervienen a los toreros, aunque sea un tema tabú para los hombres del toro, del que nada quieren saber ni cuando suenan las alarmas. 
En la tertulia sobre Cirugía Taurina que en 1992 celebramos con los doctores Ramón Vila y Rafael Ruiz se profetizó lo que iba a ocurrir en el futuro con las enfermerías de las plazas de toros. Ese futuro ya es presente. Nada se ha solucionado y el vaticinio se está cumpliendo. 


Manolo Montoliú
Alboreaba la temporada de 1992 cuando concertamos una cita con los cirujanos Ramón Vila Giménez y Rafael Ruiz González, jefes de las enfermerías de las plazas de Sevilla y de Córdoba, con objeto de celebrar una tertulia que abordara extensamente la problemática de la cirugía taurina. Acordamos reunirnos el 8 de mayo, fecha intermedia entre los ciclos maestrante y califal. ¿Quién iba a imaginar que el toreo estaría de luto…? Lamentablemente, siete días antes, un toro había segado la vida de Manolo Montoliú en el albero sevillano.
Sin pretenderlo, el argumento elegido había cobrado actualidad. ¡Como siempre que el toro hiere de muerte...! Mientras, al menos así lo demuestran los profesionales con su silencio, el tema es considerado tabú. Solo se inquietan por él después de la cornada, cuando el pitón rompe o está a punto de arrancar el imperceptible hilo que separa la vida de la muerte. Entonces, por momentos, acaso por días, se maldicen al reflexionar sobre las condiciones en que los médicos -esos monstruos- desarrollan su trabajo en muchas más plazas de las deseadas. En cierto modo resulta comprensible, bastante preocupación conlleva pensar en el toro.
Sin embargo, parece mentira que la reguladora del espectáculo, una Administración que todo lo controla y articula, olvide que cuando el toro mete el pitón nunca pregunta por la categoría de la plaza. También ella delega en unos monstruos, aunque prefiera llamarles facultativos, a los que solo su afición desmesurada les alienta a taparse en un burladero del callejón, para realizar, siempre que les sea posible, el quite del milagro.
Los desgraciados acontecimientos no cancelaron la cita. Ramón Vila, el cirujano al que el toro Cubatisto obligó a certificar la muerte de Manolo Montoliú, se desplazó a Córdoba para intervenir junto a su compañero Rafael Ruiz en la tertulia programada. En una larga y agradable sobremesa, ambos abordaron una problemática que tampoco debe pasar inadvertida para el aficionado.

Rafael Alonso, Antonio L. Aguilera, Rafael Ruiz y Ramón Vila. Foto Marogo
Antonio L. Aguilera: Doctores, todos reconocemos el impresionante valor que se requiere para ser torero, aunque haberlo sido en épocas antiguas, donde no existían medios…
Ramón Vila: Evidentemente, la profesión de torero lleva implícito un riesgo tremendo. Lo ha tenido siempre, en aquella época más que ahora. Sin embargo, desgraciadamente, hoy estamos hablando después de lo que ha sucedido… Ahora tampoco puede olvidarse que el toro hiere, que hiere gravemente e incluso mata. Esa es la grandeza del torero. Como cirujano creo, y pienso que Rafael está de acuerdo conmigo, porque vivimos los entresijos del dolor y de la herida, que estos hombres tienen una característica que los diferencia de todos nosotros. Después de grandes heridas, no digamos incluso después de una muerte, se vienen arriba, van palante, porque poseen un sentimiento en el cual tienen asumido mejor que nadie lo que es el toreo.
Manolo Montoliu, padre e hijo: "¡Las cosas del toro...!"
Te voy a referir las durísimas, pero realísimas palabras que dijo el padre de Manolo Montoliú cuando llegó a la plaza de toros de Sevilla, estando su hijo de cuerpo presente: “¡Las cosas del toro!”. Es una frase que se me ha quedado grabada en el corazón: “¡Las cosas del toro!”.
A cualquiera se nos mata un hijo en un accidente de circulación y nos ponemos histéricos. No lo aceptamos, no lo comprendemos. Ellos lo comprenden, porque lo tienen asumido desde el primer momento en que sienten esa sensación inefable de querer ser toreros.
Rafael Ruiz: Las circunstancias que dice Ramón son perennes en la vida del torero. La tragedia siempre está presente. Ellos lo llevan impregnado en su mente, en su subconsciente, pero la realidad de la vida del toro es que la tragedia aparece cuando menos lo esperamos. ¿Quién podría pensar que en una corrida de Atanasio Fernández, que la quieren torear las figuras, se presentara el riesgo? Pero este aparece en cualquier momento, no llama a la puerta. Esa es la tragedia y el fin de la Fiesta.
Antonio L. Aguilera: Tenemos claro que para ejercer como cirujano taurino se requiere ser un auténtico aficionado.
Percance de Cayetano Rivera Ordóñez en Zaragoza
Ramón Vila: Claro que sí, Antonio. Detrás de la barrera se pasan unos tragos que como no seas aficionado no puedes estar. Tú no puedes compensar los malísimos ratos que se pasan, viendo la posibilidad de que tengas que intervenir, si no tuvieras también el contrapunto de disfrutar con una faena de enjundia, con un quite de arte, con un par de banderillas de poder a poder, con un puyazo bien dado… ¡Es imposible! No conozco a nadie que, sin ser aficionado a los toros, sea capaz de aguantar el estrés que para nosotros supone estar detrás de las barreras de un burladero.
Porque, fíjate qué curioso, es el único sitio donde el cirujano ve la lesión. O sea, es como si cuando asistieras un accidente de trabajo o de coche, estuvieras en la carretera o en el tajo viendo caer al tío del andamio, o viéndolo clavarse el volante en el pecho. La cirugía taurina es la única en la que esto se ve. Y eso supone un estrés muy grande para nosotros. También, por otro lado, una gran ventaja, porque esa visión de la cornada te hace ver muchas veces lo que desgraciadamente ahora hemos visto con Montoliú: ¡Qué traía una cornada de caballo, de muerte! O en otros casos, que no les ha hecho nada. Eso es muy importante. Pero supone una fuerte descarga adrenalínica para nosotros, que se contrapone con el sacar un pañuelo, como el otro día yo lo saqué cuando Joselito se tiró en ese pitón astifino que tenía el de Álvaro Domecq, se tiró a ley y le cortó la oreja al toro. Ahí disfruté y eso me descarga. De lo contrario no podría estar ahí.
Rafael Ruiz: Para ser cirujano taurino tienes que saber y conocer de toros, que te gusten. Son muchas las horas que pasamos, años de ejercicio. Cuando vas a los pueblos a actuar son tan malos los ratos que se pasan: la carretera para ir, las horas que robas a tu familia... Para aguantar todas esas circunstancias te tienen que gustar los toros, de lo contrario no existe motivo para estar ahí, con esa angustia que estás viendo, porque conocemos cuando el toro tiene peligro; sabemos que lo va a coger porque está pisando un terreno que no le corresponde; observamos que el toro está haciendo cosas que quizá el torero no ve.
Antonio L. Aguilera: El público aficionado escucha o lee atentamente los partes facultativos, pero quizás no comprenda las trayectorias que recorre el pitón cuando entra en el torero, probablemente ignora que una penetración provoca varias cornadas.
 Ramón Vila Giménez en la tertulia. Foto Marogo.
Ramón Vila: Como decía Rafael, y lo dice con doble razón, porque es cirujano taurino y porque se ha puesto delante de los toros, él sabe perfectamente -yo menos, pero sé algo- cuando el toro está en condiciones de poder coger al torero. Y eso no se aprende en los libros de medicina, se aprende en los libros de tauromaquia, se aprende viendo. Como tú también te das cuenta cuando el torero está fuera de sitio, cuando no lleva al toro dominado, cuando se pega un muletazo sin mando ninguno y está a merced del toro. En ese momento es cuando te vas estresando cada vez más.
Cuando ves a un torero que ha dominado al toro, aunque sea muy ofensivo y tenga muchos pitones, te relajas, porque aunque puede surgir cualquier tragedia, resbalar y caerse porque ha pisado un hoyo, eso es un accidente no es una cornada. La cornada torera llega cuando el diestro está toreando y está mal colocado, o el toro tiene peligro y el tío echa la pata palante. Ahí es donde nosotros presentimos que lo puede coger. Para mí ese es el momento de mayor estrés.
Y eso, repito, no se aprende en los libros de la cirugía, sino en los de la tauromaquia. Para eso hay que ir muchas tardes a los pueblos, a pasarlo mal, para aprender ese problema.
Rafael Ruiz: Las trayectorias tienen unas características especiales por la forma en que se realizan. Ves en un muslo un agujero pequeño, más o menos chamuscado, con desgarros, una herida inciso-contusa, pero no sabes la profundidad que puede llevar esa cornada, porque el toro en su acometividad tiene una forma de mover la cabeza. El cuerno produce trayectorias, y hay que explorar para que no se quede ninguna atrás. Si la dejas puede surgir una sorpresa, y en circunstancias posteriores producirá algún hematoma o una infección en esa herida, que por cierto ya estaba infectada, ocasionará un absceso, lo que no es un éxito, pues el torero quiere estar toreando a los quince días.
Ramón Vila: Las características que se dan en la cirugía taurina no se presentan en ninguna otra del mundo. Primero, estás viendo la lesión; segundo, no puedes estar preparado. ¡Fíjate lo que te digo...! Porque cuánto nos gustaría nosotros salir ya con nuestro pijama verde a la plaza, pero eso es intolerable en una plaza de toros. Si yo fuera torero y viera a tres médicos vestidos de verde me iba para atrás. Entonces, no podemos hacer lo que hacemos en cualquier hospital cuando estamos de guardia. En tercer lugar, tenemos que salir corriendo y quitarnos las chaquetas por el camino para prepararnos. Y hay que estar ejercitados para hacerlo lo más rápidamente posible.
Te contaré como anécdota que el otro día, cuando cogieron a Pedrín Sevilla, tenía invitado a un cirujano no taurino de Sevilla que quería vivir eso. Entonces, cuando entramos en la enfermería, como el hombre no está habituado llegó el último y nos encontró a todos vestidos. Después nos dijo qué cómo era posible, que jamás lo había visto en ningún hospital.
Y ahora encontrarnos con ese agujero negro, como decía Rafael, donde se abren una cantidad de trayectos, y explorarlos. Por eso, si no eres taurino, ni sabes cómo cornea el toro, ni cómo son los pitones y la vuelta que da el toro siempre al pitón para cornear más, no sabes las lesiones, se te pasan las trayectorias, se te olvida. Y si llega a un hospital un tío corneado por una vaca, y el cirujano que lo atiende, aunque sea el mejor del mundo, no conoce lo que es el toreo, se deja alguna trayectoria. Porque tú sabes como aficionado que el toro tiene una forma de embestir: agacha la cabeza, la levanta, clava el pitón y, con este dentro, trata de hacer el mayor daño posible sin sacarlo. Eso hay que saberlo y vivirlo, pues de lo contrario se te olvida la mitad.
Por eso digo que las características de la cirugía taurina son únicas en el mundo. Si añadimos la fuerza que tiene el toro, la velocidad con que cornea, que a veces ni incluso el video es capaz de captar el momento de la cornada, pues, a esa velocidad, esa fuerza, esas características, hacen que sea distinto a todo cuanto pueda ver cualquier otro cirujano en un hospital.
Gravísima cornada de Juan José Padilla en Zaragoza
Rafael Ruiz: Tienes que ir a la plaza con la predisposición de que en cualquier momento puedes actuar. No podemos ir holgados y tranquilos, como van los aficionados a los toros, con su puro, su café… Sabes que en cualquier momento tienes que ponerte los guantes, que ni incluso da tiempo para vestirse, porque aquella herida está sangrando y metes hasta el puño… Te lo traen los mozos en unas condiciones que tienes que estar allí, ver lo que ocurre.
Ramón Vila: Esas características hacen que después tengamos los resultados que tenemos. La gente cree que nosotros obtenemos buenos resultados en la cirugía taurina porque el torero es un ser divino. No, el torero es una persona normal como los demás. Lo que ocurre es que no hay ninguna cirugía que recién producida la herida, en escasos minutos, ya lo tengas anestesiado y estés operándolo. No hay en ninguna. Ni en accidentes laborales, ni de tráfico, ni de guerra. Lo óperas  inmediatamente. Ésa es la causa de que cuando salga el torero de la enfermería, ya tratado quirúrgicamente, se han ganado lo menos diez o quince días de postoperatorio.
En cambio, cuando te llevan a un señor que le han producido unas heridas hace cuatro horas, pues llega con estrés, con hemorragias, en unas condiciones totalmente distintas. Ese es nuestro éxito. No es que seamos mejores nosotros ni los toreros distintos.
Antonio L. Aguilera: ¿No les resulta extraño que el nuevo reglamento ignore la problemática de las enfermerías?
Ramón Vila: La problemática que tenemos es gorda. Más ahora, pues en el nuevo reglamento taurino estamos casi excluidos de la Fiesta después de llevar tantos años trabajando por ella. Es verdad que el hombre se enfrentó al toro, no ahora ni en España, sino hace muchos cientos de años y en países en los que hoy ni siquiera se habla de toros. Ese reto del hombre por el toro ha existido siempre. Entonces existieron unas personas con conocimientos médicos, los antiguamente llamados curanderos o barberos, actualmente denominados cirujanos taurinos, que aportaban sus conocimientos sin ningún apoyo, como tampoco la Fiesta lo ha tenido nunca, esta ha tenido el del pueblo, y nosotros también. Institucionalmente nunca ha existido apoyo para nada.
Nosotros, que hemos luchado durante muchos años para que ese apoyo se convierta en algo básico y fundamental en los tiempos modernos, como es una reglamentación, un futuro, nos hemos encontrado que después de luchar durante dieciocho años por esto, hacer multitud de congresos desde 1974, aglutinar a más de setecientos cirujanos de todo el mundo, pues cuando teníamos todo formado, aparece un reglamento que nos dice que somos unos médicos más, que no tenemos nada que ver con los toros ni con los toreros.
Eso es intolerable, porque nos hemos volcado para que esto sirva de semilla a los que vienen detrás. Si a un chaval joven que no sea aficionado le presentas la panorámica de la cirugía taurina actual, pues no tiene ningún porvenir. Y sin embargo, hay un porvenir muy bonito, mucho más importante que en otras ramas de la cirugía, pero nos encontramos que en el nuevo reglamento nos excluyen, no como médicos, sino como cirujanos taurinos.
Incluso comentaré como anécdota, que cuando se preguntó por qué no estábamos en la Comisión Consultiva Nacional que se ha creado para todo lo que es la Fiesta de los toros, el propio ministro dijo que nosotros no teníamos nada que ver con los toros. Le contesté: “No, claro, afortunadamente tenemos que ver con algo más importante, que es con el hombre, con el torero”. ¡Pues estamos fuera...!
Y el aficionado está muy tranquilo en la plaza. Cree que nosotros solo estamos para los toreros. Te contaré, como anécdota dramática, que en el momento en que entraba en la enfermería Manolo Montoliú, salía urgentemente de la plaza de toros un señor con una parada cardíaca que, afortunadamente, gracias al internista que tenemos en la enfermería, llego con vida al hospital. Y sí, era un señor que estaba muy alegre en el tendido, probablemente pensando que éramos unos locos los que hacemos cirugía taurina.
 Rafael Ruiz González. Foto Marogo
Rafael Ruiz: La problemática es gorda. Nosotros hemos comentado días atrás las reuniones que se han celebrado con los ministros de interior y sanidad, para ver cómo se pueden definir nuestra postura. En el nuevo reglamento no se menciona para nada la Sociedad de Cirugía Taurina, una sociedad científica que está trabajando en congresos desde 1974, que sigue celebrándolos cada dos años en las distintas naciones donde existe la Fiesta de los toros. El próximo, que se celebrará este año en España, será el número diez y Ramón Vila será el presidente. Hemos pasado por Madrid, Colombia, Venezuela, Sevilla, Ecuador, Perú, Francia, México, y ahora en Sevilla. En estos congresos vamos a profundizar sobre lo que vemos en las enfermerías, para dar explicaciones a la juventud que ya está apareciendo en los mismos. Nos preocupa poder enseñar a los que vienen detrás, para que ellos sigan con la misma trayectoria que nosotros hemos marcado, porque eso no se aprende en la Universidad. Que pasen por las enfermerías de las plazas y vean las clases de cornadas. Esa es nuestra ilusión: llevar a esos muchachos una especialidad como es la cirugía taurina.
Antonio L. Aguilera: Nos gustaría saber algo más de la Sociedad de Cirujanos Taurinos.
Ramón Vila: Mira, Antonio, la historia es muy fácil. Aquellos hombres que iban de forma independiente y aislada las plazas de toros en los países donde había corridas, un buen día, gracias a la gestión de don Máximo García de la Torre y de don Javier Campos Licastro, médicos de las plazas de Madrid y México, respectivamente, decidieron aglutinarse. ¿Por qué? Pues para decir que las experiencias que tenemos entre todos son mucho más importantes que si las tengo solo aislado. Dijeron, vamos a reunirnos para cambiar impresiones y crear una base científica sobre la cirugía taurina. Así empezaron nuestras sociedades.
Entonces se constituyeron sociedades en todos los países de habla hispana y Francia. Fueron sociedades nacionales, posteriormente una internacional que aglutinaba a todas, estoy hablando del año 1974. A partir de ahí nos reunimos periódicamente, como ocurre en cualquier otra rama de la cirugía, para intercambiar opiniones, trabajos, cornadas que ha asistido cada uno, cómo se puede hacer esto o lo otro, qué es lo que hay que llevar a las enfermerías, cómo hay que dotarlas.
Enfermería de la Real Maestranza de Sevilla.
Pues esa labor ingente de setecientos cirujanos, hematólogos y anestesistas, el equipo médico, todo eso, a lo largo de este tiempo se ha aglutinado en revistas, libros, cuatro tesis doctorales sobre heridas por asta de toro que se han publicado por compañeros muertos. Todo eso, llega el año 1992 y es papel mojado. Lo que me duele mucho es que esa experiencia no sea acogida y, a partir de ahí, potenciada, no anulada, que es lo que realmente se ha hecho. Ahora no sabe nadie quién va a la plaza, ni qué medios se tienen que llevar, ni cómo se tienen que hacer las cosas. Nada de nada.
Esto se lo dijimos al ministro escrito en un buen tomo, donde le expusimos nuestras experiencias para que le sirvieran de base para mejorarlas. Y no solo no han servido, sino que ni siquiera aparecen. Aparece que tiene que existir un servicio médico en las plazas, pero no se dice cómo, cuántos, de qué manera, medios. Nada de nada.
Y nosotros lo vivimos, porque no somos de los que decimos que lo queremos todo. No. Queremos lo preciso, lo que nos hace falta de verdad en las plazas del pueblo, de capitales. Y eso es fácil en el mundo del toreo, donde hay mucho dinero y la mayoría de las veces son empresas públicas, donde se manejan cientos de millones de pesetas lo nuestro es insignificante.
Recuerdo que una vez, sentado en la mesa del Senado, le dije al senador Arévalo que me gustaría, como médico de la plaza de Sevilla, que a mi equipo lo considerasen igual que a una cuadra de caballos. ¿Qué quiere decir eso? Pues que le pagan más a una cuadra de caballos por ir a una plaza a torear, que a un equipo médico compuesto por nueve personas, que tienen más medios, y nosotros no tenemos nada, que llevamos lo nuestro, de nuestro propio bolsillo. Pensaba que en 1992 se iba plasmar una línea de actuación para el futuro, y he visto que todo se ha quedado en el aire, en agua de borrajas. Ahora hay que empezar a rehacer todo de nuevo.
Personalmente estoy algo cansado, pero me duele por los que vengan detrás, me duele por los que ahora son como yo cuando tenía 24 o 25 años, que empecé a ir de recogegasas en un equipo médico a una plaza de toros, después empecé a ir a los pueblos, y más tarde, por fin, conseguí la plaza de Sevilla. Igual le ha pasado a Rafael y a cualquier otro cirujano.
Los que vengan detrás lo van a tener crudo. Y dudo mucho ahora mismo, te hablo con el corazón en la mano, que la especialidad o lo que quieran llamarle a la cirugía taurina, pueda tener alguna viabilidad en el futuro. Podrá existir una gran ambulancia que lleve al torero al hospital, podrán existir todos los medios que queramos en el hospital, pero nunca podrá existir la vivencia que el cirujano taurino tiene en la enfermería de la plaza de toros para curar, tratar y recuperar al hombre herido. Eso lo van a pagar primero los hombres del toro, y después la gente que asiste a los espectáculos.
Recordarás que hace poco tiempo murió un chico en el estadio de fútbol del Español, porque le explotó un cohete en el cuello y allí no había ni gasas. Y ahora nosotros, cuando ocurre algo en una plaza de toros, que está perfectamente dotada, somos los más malos del mundo, los peores. No, mire: el señor que salió el otro día vivo de la plaza es porque nosotros teníamos un desfibrilador y los medios necesarios para tratar un infarto de miocardio, que se da con mucha frecuencia en las plazas de toros. Sin embargo, el del Español no lo pudieron atender ¿a eso vamos a llevar la Fiesta de los toros? Pues como cirujano te digo que están equivocados.
Antonio L. Aguilera: Los aficionados, después de escuchar su comparación con la cuadra de caballos, habrán descartado que ustedes puedan estar motivados por los honorarios que perciben.

 Ramón Vila en la enfermería de la plaza de Sevilla.
Ramón Vila: A mí me daría vergüenza decir cuáles son los honorarios, porque la gente pensaría que no tenemos dignidad humana. ¡Nosotros vamos por lo que nos echen! ¡Es tan poca la cantidad…! Además, esa en las mejores plazas, porque si te dicen que vas a ver las ferias de Madrid, Córdoba, Valencia, Bilbao o Sevilla, pues todavía habrá algunos que digan que encima vamos gratis a los toros, Bien, pero ¿y cuando vas al Corralón de Abajo, o a Trebujena de los Palacios, el 15 de agosto, a las cuatro de la tarde, con tu propio coche, jugándote la vida por la carretera, para presenciar una novillada de las que además echan zambombos? Vas allí solo y te dan menos que eso... Ahí no se va a ninguna feria importante, se va por afición. Además, nosotros en Sevilla, gran parte de los honorarios que tenemos los destinamos a otorgar trofeos a los toreros. ¡Para que veas hasta donde llegamos!
Ahí no se puede ir por dinero. ¡Ojo, ni lo queremos, porque el día que yo vaya una plaza solamente por dinero, me retiro! Pero tampoco voy a ponerlo de mi bolsillo. Hay quienes dicen que ganamos mucho dinero con los toreros… ¡No está equivocada la gente…! Menos mal que Hacienda es la única que lo sabe, menos mal.
Percance de Andrés Roca Rey
Rafael Ruiz: Lo que parece mentira es la ilusión que todos teníamos puesta en 1992, porque saldría el nuevo reglamento, ilusión por ver que la cirugía taurina estaría presente. Ahora vemos como en el mismo solo se menciona esta en un artículo, de forma parcial, cargándolo todo al Ministerio de Sanidad, y en otro apartado hace otra pequeña mención sobre nuestra presencia en las escuelas taurinas. Tendremos que esperar a que el ministerio se decida confeccionar un anexo, que está pendiente, sobre las necesidades mínimas que debe reunir una enfermería de plaza de toros. Por supuesto, en las enfermerías de Sevilla y Córdoba, Ramón y yo aportamos todos los medios que consideramos necesarios, pero en otras plazas es mejor no saber lo que hay.
Antiguamente, en el siglo pasado, los cirujanos taurinos no tenían una entidad propia, era un cirujano de hospital al que se designaba la guardia el día de corrida. Aquel cirujano iba un día, pero probablemente no volvía asistir hasta dentro de unos dos meses; y las cornadas que ellos estaban viendo eran todas graves y hasta mortales. Por eso nosotros decidimos constituirnos en una Sociedad que cambiara criterios, se unificaran, y se obtuvieran conclusiones para poder tratar a todos los toreros en las mejores condiciones posibles. Así nació la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina, que se formó en México y ahora lleva veinte años de evolución. El próximo congreso será en Sevilla.
Ramón Vila: Efectivamente, porque se da la circunstancia que correspondía a España, mejor dicho a Europa, el anterior fue en Biarritz (Francia). Y qué mejor que en Sevilla, para que todo el mundo pueda echar una miradita a la Expo-92, que tampoco está mal. Entonces dijeron, pues vamos a dárselo al Vila.
Ya dije en Zacatecas que me costaría mucho trabajo organizarlo. Llevaba razón, porque conocía a la ciudad y los problemas que existían con la Exposición Universal. Efectivamente, estoy encontrando muchos problemas. A nivel institucional no existe nadie que nos apoye. A nivel taurino nos apoya la empresa de Sevilla, la Real Maestranza y la empresa de Huelva, pero no tenemos más apoyos, así que tendremos que apoyarnos nosotros y con nuestro dinerito hacer realidad el congreso.
¿Qué misión tiene el congreso? Pues hablar de las lesiones anorectales; de los problemas inmunológicos que tenemos con las transfusiones, algo que dicho de paso no se toca en la mayoría de los congresos de cirugía y que nosotros tocamos en este; los problemas de las lesiones medulares, teniendo en cuenta los accidentes que se produjeron el año pasado en Francia, tan gordos como los de Nimeño y Julio Robles; los problemas de la cirugía taurina como especialidad…
Y ahí estamos trabajando un montón de gente, intentando mejorar lo que tenemos. Por ejemplo, estamos casi siendo pioneros en introducir en las plazas las autotransfusiones, algo que en los hospitales está costando mucho trabajo y que es el futuro de la hematología, porque la sangre no existe prácticamente en casi ningún hospital y cada día se gasta más. Nosotros estamos siempre avanzando en esto. Todo lo haces sin que nadie te apoye, sobre todo a nivel administrativo, y le hemos dado su sitio. Le hemos dicho a la Administración Nacional y Autonómica que hagan la reglamentación que quieran, pero que nos metan dentro a los que estamos ahí, porque tenemos experiencia, pero, desgraciadamente, nada.
Volviendo al Congreso de Sevilla, pienso que saldrá bien, como hasta ahora han salido todos los celebrados, porque nosotros los cirujanos tenemos una ventaja sobre otros: formamos una auténtica familia. Y eso sí que es bueno. Seremos menos que otros colectivos, pero cuando vengan a Sevilla, como cuando fuimos a Zacatecas o cualquier otro país, estaremos apiñados, unidos, eso es muy importante no solo a nivel profesional, sino también humano.