domingo, 20 de enero de 2019

EL TOREO EN LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA (y II)

Por Antonio Luis Aguilera
Reencuentro en Córdoba de José María Martorell,
Agustín Parra y Manolo Vázquez. Foto Marogo
2ª parte de la Tertulia taurina celebrada el 26 de abril de 1991 en el Hotel Meliá Córdoba con los matadores de toros Agustín Parra Dueñas, José María Martorell Navas y Manuel Vázquez Garcés. Fue emitida por Onda Cero-Radio Córdoba, y figura incluida en el libro del autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

Antonio L. Aguilera: ¿Y qué opinan de las corridas que hoy se califican de gestas por considerarse duras?
Manolete otorga la alternativa a Agustín Parra Parrita 
en Valencia, el 9 de mayo de 1945. Foto Finezas
Agustín Parra Parrita: Siempre ha habido corridas de toros duras, algunas que nos ha costado más trabajo ponernos delante, por ejemplo Miura ha sido menos agradable, pero las figuras del toreo siempre hemos toreado ganaderías de toda índole. Yo he toreado de todas. Hacer un gesto de esos ahora creo que importa más a la gente que al torero. A este, por regla general, le importa muy poco torear una ganadería u otra.
Uno siempre intenta comer lo mejor posible, pero eso no tiene importancia, es normal, además es necesario demostrar a la gente que no son tan terroríficos ni muchísimo menos. Recuerdo que hace pocos años torear una corrida de Victorino era como ir a la guerra. Y no es tan fiero el león, porque el toro de Victorino, gracias a Dios, ha cogido a muy pocos toreros. Sin embargo, este año en la feria de Sevilla tres o cuatro hombres han ido para la enfermería con las de los grandes ganaderos, pero claro, la gente piensa que es una heroicidad. No, es lo que tienen que hacer, lo normal para que a la gente se le quite ese morbo de que la corrida va a coger a los toreros. No, a esa le van a cortar las orejas igual que a las otras.

Manolo Vázquez en la tertulia. Foto Marogo
Manolo Vázquez: Lo que ha dicho Agustín es una verdad como un templo. Se habla de la corrida de Victorino y resulta que esa ganadería, los que estamos aquí, la hemos matado en nuestra época, era lo de Escudero Calvo. Recuerdo haberlas matado en Bilbao. José María y Agustín, lo mismo, o sea, que es una ganadería en la que solo se habla de Victorino, porque este, por lo que sea, es muy inteligente, muy listo. Lo suyo creo que lo conocemos desde hace muchos años los tres matadores que estamos aquí. Victorino es lo de Escudero Calvo. Agustín se ha ido aún más atrás, a lo de Albaserrada. Y se mataban…
Miura ha sido una ganadería que nosotros matábamos las corridas y no llegaba la sangre al río. Era una corrida no digo blanda ni dura sino normal, de las que se toreaba en las ferias, y no en Córdoba ni Sevilla sino en el norte, en Bilbao…
José María Martorell: Manolo, lo que ocurre es que las corridas de toros duras, como dice Agustín, eran todas.
Manolo Vázquez: Recuerdo una corrida de toros en Sevilla que… ¡Bueno, cómo estaba todo el mundo con la corrida! El cartel era Martorell, Antonio Ordóñez, y yo. Una corrida de Salvador Guardiola en el año 1954.
José María Martorell: ¡Fue durísima...!
Manolo Vázquez: Me acuerdo que la vi en la venta de Antequera. Fui, cuando se exponían allí las corridas. ¡Y la corrida era una señora corrida de toros…! Aquel día maté un toro, el sexto, tras salir de la enfermería...
Había un toro en la Venta de Antequera berrendo en negro, muy bonito de cara, pero gordo como… Y todo el mundo estaba enamorado del toro. Le tocó a Ordóñez, y de salida lo cogió con el capote y le pegó una cornada. Ese toro lo mató José María. A mí me cogió el tercero, el primero mío, y fui a la enfermería. 
Hubo un momento en que se quedó solo en la plaza José María.
Pase natural de Martorell. Foto Mateo
José María Martorell: Pero solo para irme (entre risas), no para quedarme. ¡Me quedé solo…!
Manolo Vázquez: Fui a la enfermería. Domingo Dominguín padre estaba allí porque habían cogido a Antonio Ordóñez y lo iban operar. Me estaban mirando también a mí. Estábamos dos toreros en la enfermería y no querían que saliera. Hombre, no es que quiera apuntarme una heroicidad, porque tampoco he sido un héroe. Yo veía que estaba más o menos deshecho pero pensaba que Martorell estaba solo fuera con la corrida de toros. Pero si hubiera querido me habría quedado dentro.
Agustín Parra Parrita: Pero no puede ser eso, no es honrado.
José María Martorell: Hiciste bien porque me ayudaste mucho.
Manolo Vázquez: Yo decía que cómo me iba quedar dentro si podía salir y matar el toro. Y recuerdo que el último toro mío fue de los mayores que he matado en mi vida, pesó a la canal 384 kilos. Fue la época aquella en que todo empezó a cambiar, que se hablaba del afeitado... ¡Nos echaron ese pedazo de corrida de toros... Y ya ves, la matamos!
Agustín Parra Parrita: ¡Bien, hermoso…!
Manolo Vázquez: Y no era una corrida de toros dura, era normal, de Salvador Guardiola, como las que salían entonces.
José María Martorell durante la tertulia. Foto Marogo
José María Martorell: Para nosotros no existían las corridas duras sino las ferias. Había que ir a Sevilla, porque el que no iba no tenía fuerza. Y el que no iba a Pamplona tampoco tenía fuerza. Y a Bilbao, que aquello de verdad era terrorífico… ¡Ir a Bilbao a una feria…!
Ha comentado mi padrino y amigo aquella de Pablo Romero que matamos en Bilbao, recuerdo que ese día se suspendió la corrida en el primer toro. ¡Pero el que me había tocado a mí…! 
Cuando llegó la suspensión dije que la aceptaba y toreaba por la mañana siempre que ese toro no me tocara a mí… Tenía 380 kilos a la canal. Salí beneficiado… (entre risas). Quiero decir que ir a cualquier feria importante era durísimo. Todo era durísimo.
Manolo Vázquez: Y os acordaréis también que comentábamos, Sevilla y Madrid, abril y mayo. Después teníamos unos respiros relativos y cuando estábamos un poco más encajados llegaba Bilbao. Y decíamos: ¡Venga!
José María, ¿recuerdas una corrida de Pablo Romero en la Coruña?
José María Martorell: Sí, la que te pegó el toro una cornada en la nariz, que pesó 420 kilo a la canal y lo maté yo.
Manolo Vázquez: Sí, que me pegó el toro un porrazo en la cara. Bueno, si quieres decir lo de la nariz….
José María Martorell: No es que Manolo sea un gigante pero tampoco es bajo. Y aquél toro, sin humillar, le pegó con el pitón en la nariz. ¡Ya te puedes imaginar cómo sería el toro...!
Manolo Vázquez: Recuerdo que era una corrida impresionante, pero matábamos las corridas de toros y no decíamos que eran duras, sino que era una corrida de Pablo Romero, de Miura, del Conde de la Corte… ¡Y ya está!
José María Martorell: Esa frase de “corrida dura” no existía.
Antonio L. Aguilera: Maestros, ustedes tuvieron que soportar unas taras demasiado duras. A Agustín lo tildaron de torero amanoletado; José María tuvo que abrirse paso con una responsabilidad especial, la que Córdoba le echaba encima tras la muerte de Manolete; y Manolo Vázquez tuvo que demostrar que era mucho más que el hermano de Pepe Luis.
Agustín Parra Parrita: Manolo, en lo tuyo, al principio, como todos los que vienen de familia torera, ayudan un poco los ganaderos, la prensa... Pero luego, cuando ya eres novillero con fuerza, es al revés. La gente exige demasiado a los que tienen un nombre torero.
José María Martorell en Sevilla. Toreo de bragueta y mando. Foto Cano
En el caso de Martorell, comparar el cetro de Manolete y echárselo a la espalda a José María… ¡Esto es dificilísimo...! La gente echa mucha carne encima del asador.
Como en el caso de Manolo, cuando él estaba toreando extraordinariamente la gente decía: “pero su hermano...”. ¡No, señores, su hermano no, este es el torero que hay, que es extraordinario, que se asemeja a su hermano, pero que él es sensacional...! 
A tí, Manolo, sin género de dudas, te perjudico ser hermano de quién eres.
Manolo Vázquez: Así es, no cabe duda. Siempre digo que los que somos familia de toreros, eso ayuda al principio. Ahora que tanto se habla, y en cierto modo soy partidario, de las escuelas de tauromaquia, los que hemos sido familia de toreros la escuela la hemos tenido en nuestra propia casa, porque se ha oído hablar de toros, se ha estado en el campo, se ha tenido esa oportunidad con más facilidad que otros... 
Pero después cada uno tiene que demostrar quién es. La personalidad hay que demostrarla ante el toro y durante el transcurso del tiempo. Por lo tanto es odioso querer comparar una cosa con otra.
José María Martorell: Sí, Manolo, pero en el fondo quien es grande lleva el toreo dentro, y aunque al principio le perjudique, al final es mejor que quien inició la familia del toreo. Prevalece por encima de los demás. Te hablo de Gallito, de Pepín Martín Vázquez, de Luis Miguel Dominguín.
Verónica de Martorell imponiendo el viaje al toro con las manos muy bajas. Foto Cano
Las comparaciones son odiosas y perjudican, pero mira el caso tuyo, aunque tardases treinta años, tuviste esa grandiosidad, esa plasticidad en el toreo, que ojalá hubiéramos tenido Agustín o yo. ¡Porque fuiste realmente sensacional...! 
¿Te ayudó, te perjudicó…? Pero al final distes lo que llevabas dentro, lo realizaste. Esa es la grandeza del toreo.
Agustín Parra Parrita: Sí, pero cuesta mucho trabajo.
José María Martorell: Eso sí, pero esa es la grandeza del toreo.
Manolo Vázquez: ¡Y no hay comparaciones…! Sobre todo cuando en tu familia te precede una figura del toreo, porque si te precede alguien que no ha sido nadie. Pero cuando te precede alguien como…
Agustín Parra Parrita: El caso tuyo.


 Antonio Bienvenida. Foto Botan. "pero Antonio fue la realización de la familia"
José María Martorell: ¿Y la casa Bienvenida...? ¡Fíjate si hubo...! Quizás Pepe fue el gran torero, o Manolo, pero Antonio fue la realización de la familia.
Agustín Parra Parrita: Era otro corte de torero.
José María Martorell: Pero bueno, fue la realización.
Manolo Vázquez: Pero fíjate en esa familia: Manolo, por lo que oído, pues no le ví torear, creo que era un león, Pepe fue muy completo….
Agustín Parra Parrita: Muy completo con capote, banderillas, muleta y espada.
Manolo Vázquez: A Pepe quizás le hubiera faltado un poquito más de…
Agustín Parra Parrita: De más gracia.
Manolo Vázquez: Y Antonio creo que aunó lo de Manolo, lo de Pepe….
José María Martorell: Tenía simpatía.
Agustín Parra Parrita: Antonio tenía un don especial.
Manolo Vázquez: Antonio llegó a ser Antonio Bienvenida. No fue ni el hermano de Pepe, ni el hijo del Papa Negro. Fue Antonio Bienvenida
Hombre, para mí, personalmente, después de haber tenido por delante a un figurón del toreo como fue Pepe Luis Vázquez, pues llegué a ser Manolo Vázquez.
Agustín Parra Parrita: Manolo Vázquez, un figurón del toreo. Se acabó.
Manolo Vázquez: ¡Es que tiene guasa lo de hermano de, hijo de, sobrino de…!
José María Martorell: Manolo, perdona. ¡Es que Pepe Luis…! Yo he tenido la suerte y la desgracia de alternar muchas veces con él, además de que lo quiero mucho y lo admiro tanto. Es que Pepe Luis ha sido para mí algo que… ¡Yo no sé…!
Parrita: ¡Un  malas ideas hombre...!
José María Martorell: ¡No sé qué puedo decir de Pepe Luis, de verdad...! ¡Ha sido algo que pocas veces la historia podrá repetir!
Parrita otorga la alternativa a Calerito
Manolo Vázquez: Gracias a Dios estamos hablando de toreros que han dicho y hecho cosas importantes en el toreo. 
Y tenemos que descubrirnos ante ellos, igual que yo me descubro ante Parrita y Martorell.
Quiero tener un recuerdo muy grato para un torero de Córdoba con el que actué muchas tardes y que considero fue muy importante: Calerito. Lo recuerdo con muchísimo cariño, era muy amigo mío y toreamos mucho juntos.
Agustín Parra Parrita:  ¡Y toreaba muy requetebién!
Manolo Vázquez: Fue un torero posterior a José María.
José María Martorell: La alternativa se la dio Agustín y yo fui el testigo.
Manolo Vázquez: Pues si fuisteis vosotros todavía me alegro mucho más de recordar a un torero de Córdoba, que fue un gran amigo.
Antonio L. Aguilera: Maestros, ¿cómo se asimila un pasado glorioso cuando ya no se viste el traje de luces?
Triunfo de Agustín Parra Parrita
Agustín Parra Parrita: Eso es muy difícil. Mira, cuando me quité del toro -creo que a todos nos ha pasado igual-, cada vez que veía un coche de toreros, con ese botijo arriba, y salía a la carretera.... ¡Me salían hasta lagrimones! Es una cosa que no se puede explicar, un amor que se te va, algo que ya no puedes coger. Y piensas: ¡Ahora me cambiaba por ese! 
Yo estuve sin ir a los toros casi un año. No los podía ver, pasaba muy mal rato. Luego, poco a poco, vas entrando, vas a los toros. Pero ya relajado, muy relajado, veía todas las corridas. Ahora solo veo diez o doce, porque paso muy mal rato. Viendo toros siempre veo el peligro, veo que le va a echar mano a un torero, a un compañero mío, veo siempre la tragedia. Además, viendo las corridas como están saliendo, que repito y no me cansaré nunca de repetir, no embisten, pues ves a esas criaturas haciendo lo imposible por pegar dos muletazos, porque eso no anda, no se mueve, y como dice Manolo parece esa montera negra. Pasó muy mal rato.
Parrita torea al natural en Jerez
Pero para retirarse del toreo hace falta tener mucho valor. Yo admiro a Manolo, porque después volvió, consiguió lo que tenía en su pensamiento y ha vivido tres fases del toreo. Eso sí que tiene importancia. Marcharse una vez no la tiene, pero marcharse tres sí que la tiene, sí que tiene tela. Fíjate si este ha pasado pena. Lo mío ha sido un chascarrillo al lado suyo. 
Se pasa muy mal rato, porque esta profesión es muy bonita, la más bella de todas… Es enormemente bonita, como para besar continuamente al toro. Yo veo un toro en la plaza, o en el campo, que es donde más me gusta… ¡Y cuando levanta la cara: esos ojos, ese músculo, esos nervios, ese cuello, esos pitones, esas orejas…! ¡Es divino! Es un animal distinto a todos, el que ha hecho el Señor más perfecto de todos. Por eso lo quiero tanto. 
Admiro a mis compañeros, a los toreros, pero quiero mucho al toro. Es muy difícil retirarse de él.
Antonio L. Aguilera: Recuerdo con mucho cariño la última despedida de Manolo Vázquez, y confieso que el 12 de octubre de 1983 lloré de emoción en la Maestranza de Sevilla. Manolo se sintió y nos hizo sentir un toreo pletórico de arte, garbo, gracia, pureza... Parecía mentira que cuando ya tenía asegurada la salida a hombros por la Puerta del Príncipe, porque había cortado tres orejas a dos toros -la corrida fue un mano a mano con Antoñete-, en el quinto, el último de su carrera, un toro con dificultades, se la jugó de tal forma que parecía no importarle salir por la puerta de la enfermería. Fue increíble.
Sevilla, 12-10-1983. Despedida del toreo de Manolo Vázquez.

Manolo Vázquez: Ese día fue para mi muy importante. En realidad quería ratificar lo que ya Sevilla me había dado. El hecho de mi reaparición en el año 1981 era por lograrlo en Sevilla, cuando gracias a Dios tenía todo resuelto y había dejado en el toreo la huella de lo que más o menos había sido.
Sevilla es muy especial, mucha gente puede pensar que con sus toreros es… Pero no lo es con todos sus toreros, sino con ciertos toreros. La afición de Sevilla se entrega con ciertos toreros, pero después ha habido toreros muy importantes a los que no se lo han reconocido.
Yo quería ratificar en Sevilla, y reaparecí con una edad que daba la sensación… Pero gracias a Dios lo logré. Ese día veía a la gente que estaba a cien por hora, allí todo el mundo estaba pensando en ir a la despedida de Manolo Vázquez como quien va a una fiesta. La corrida estaba anunciada mano a mano con Antoñete, iban a salir tres toros y a ver cómo salían. Hombre, puse de mi parte todo lo que podía dar, pero aquello había que solucionarlo. Gracias a Dios la cosa se cuajó.
Tuve esa inmensa satisfacción, que Agustín y José María desgraciadamente no han podido lograr, lo logré con cincuenta y tres años de edad. Lograr salir por la Puerta del Príncipe a esa edad. No dejo de dar gracias a Dios y a esta profesión del toreo que es tan bonita.
Antonio L. Aguilera Manolo, ¿qué sintió aquella noche al asomarse al Guadalquivir desde la Puerta del Príncipe, sabiendo que no volvería a vestir mas aquél precioso traje celeste y oro?
Manolo Vázquez: Por encima de todo la inmensa satisfacción de haber logrado lo que me propuse en esa reaparición, aunque anteriormente lo había logrado en el primer año y estuve a punto en el segundo de haber salido también. Lograrlo en esa última corrida creo que no se puede pedir más.
Cuando un torero, un profesional, dice voy preparar mi despedida en Sevilla, y que todo salga así… Porque todo se puede organizar, se puede preparar; pero, amigo mío, en el toreo hay un elemento con el que nunca se puede contar: el toro. Más grande, más chico, como sea, pero el toro después sale y se comporta como se tiene que comportar, nadie sabe cómo va a salir. 
Recuerdo perfectamente que aquel día, de los tres toros que maté, uno fue un gran toro, el de nuestro amigo Manolo González. Fue un gran toro en el último tercio, no en el primero, pues ahí empezó…, pero se vino arriba y fue un gran toro. Después, los otros dos tuvieron muchas dificultades. Y en el último, que lo ha comentado Antonio, cuando había cortado una oreja al primero y dos al segundo, no me importaba que me hubieran cogido y partido los muslos.
José María Martorell: Para mayor gloria tuya.
Manolo Vázquez: Posiblemente me hubiera dado igual salir a hombros por la puerta de la enfermería que por la del Príncipe.
José María Martorell: Eso es ser una gran figura del toreo.
Manolo Vázquez: Y creo que eso es lo que palpaba el público, lo captó y estuvo conmigo cómo estuvo, porque vio que yo me comporté con él de la misma manera.
Antonio L. Aguilera: José María, durante el pasado invierno, en esos ratos maravillosos que nos has hecho pasar en la Tertulia “Tercio de Quites”, comentabas que cuando te fuiste del toro no querías saber nada de él, pero que ahora tienes más afición que nunca.
Martorell en Barcelona con el crítico taurino Antonio Santainés Cirés y Calixto Tovar.
José María Martorell: Primero, quiero decirte que yo vengo de familia de toreros. Mi abuela era prima hermana de los grandes banderilleros que llevó Lagartijo, que eran Cerrajilla y Manene, grandes figuras del toreo.
Después se ha hablado de las diferencias del toreo y quiero decir que ha pasado mucho tiempo. No puede haber comparación del toreo de los años cincuenta al actual. Hay muchos años de diferencia, mucho tiempo.
Lo que sí te quiero decir es que si aquellos triunfos míos fueron grandiosos, ahora, al cabo de mis años, estoy viviendo otros grandes triunfos, porque el torero no solo lo es en la plaza. 
Martorell: valor, quietud, temple y manos bajas para mandar.
Al cabo de mis años veo que serlo en la calle es importantísimo. Ir a las tertulias, como acabas de mencionar, o ir a todos los sitios donde se organice un coloquio sobre el toro ayuda mucho a la Fiesta, a los aficionados. Ahora es cuando quizás vivo más el triunfo mío como torero. ¡Fíjate lo que son las cosas…! ¡Es importantísimo que me reconozcan lo que he sido en el toreo al cabo de los años…! 
Porque si has hecho algo grande y se olvida ¿para qué has querido ser torero…? El dinero y la gloria son importantes, pero lo realmente importante es la trayectoria. Si al final de tu vida tienes una trayectoria taurina, acudes a los tentaderos, toreas festivales y haces ese tipo de cosas, creo que es importante.
Martorell, toreo de entrega. Foto Mateo
Estuve alejado un tiempo porque quería haber alcanzado algo que no pude conseguir. Quise, como todos los toreros, mandar en el toro. Unos tienen más suerte, otros menos, pero creí que podía haber sido algo más en el toro. Hubo un tiempo que lo rechacé, y mi resabio consistió en no ir a los toros. 
Pero como asumí que aquello no lo alcancé, cumplí con mi obligación, que era volver al redil e ir a los toros, a los tentaderos, a mi profesión. Esa fue la causa.
Antonio L. Aguilera: Gracias, maestros, por la maravillosa lección de torería que han ofrecido, por emocionarnos con sus palabras, por hacer posible a través de la radio un magnífico e inolvidable día de toros a la afición de Córdoba. Muchas gracias.


lunes, 14 de enero de 2019

EL TOREO EN LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA (I)

Por Antonio Luis Aguilera
Agustín Parra, Manolo Vázquez, Antonio Luis
Aguilera y José María Martorell. Foto Marogo
Tertulia taurina celebrada el 26 de abril de 1991 en el Hotel Meliá Córdoba con los matadores de toros Agustín Parra Dueñas, José María Martorell Navas y Manuel Vázquez Garcés. Fue emitida por Onda Cero-Radio Córdoba, y figura incluida en el libro del autor de este blog "Tertulias Taurinas en Córdoba 1991-1992", editado por la Diputación Provincial de Córdoba.

La suerte estuvo de nuestro lado. No era fácil rematar un cartel de tanta calidad para conversar sobre el toreo de mediados del siglo XX. Pero la buscamos y la encontramos, gracias a la generosidad de Agustín Parra Parrita, José María Martorell y Manolo Vázquez. Tres figuras del toreo para una tertulia radiofónica inolvidable, que rescatamos en PLAZA DE LA LAGUNILLA por resultar inédita para la mayoría de los lectores, y porque estamos seguros que disfrutarán con el entrañable testimonio de estos tres grandes matadores de toros con los que tuvimos la fortuna de compartir un día maravilloso.
Tras un almuerzo salpicado de recuerdos y anécdotas llegaba el momento de la sobremesa, el instante cálido para que una terna de lujo brindara a Córdoba sus recuerdos a través de la radio, dedicándole una hermosa y magistral lección sobre el toreo de su tiempo.

Antonio L. Aguilera: Señores, es un lujo estar en su presencia. Como moderador vamos a intervenir lo imprescindible, para que sean libres de intervenir cuando lo consideren conveniente. La primera pregunta es obligada: ¿Qué clase de toreros eran sus compañeros de mesa?
Agustín Parra Parrita
Agustín Parra Parrita: Yo he tenido la suerte de torear mucho más con José María que con Manolo. Manolo, por ser el más joven, ha sido un torero al que todos lo conocemos perfectamente. Ha sido un torero de los grandes de nuestra historia, lleno de arte y de chispa; pero de chispa con una inteligencia extraordinaria y con un valor que la gente no ha sabido ver. Ha sido un torero muy importante.
Y Martorell siempre ha estado hecho un bicho que me ha hecho pasar mucho miedo. Como he dicho, he toreado más con él y me ha hecho pasar muy malos ratos, porque se arrimaba mucho, era muy peligroso, y de vez en cuando lo cogían los toros malamente. Recuerdo una corrida que no se me olvidará en mi vida, fue en Bilbao, toreábamos una de Pablo Romero acompañados por el portugués Manolo Dos Santos. En el primer toro se suspendió por lluvia y la dejaron para el día siguiente a las doce. Y este muchacho empezó a hacer un quite y se fue para las nubes, le pegó una voltereta el toro. Y al otro, otra voltereta... Yo les decía a los dos: ¡Despacio muchachos, despacio, que hay muchos toros…!
Martorell ha sido de los toreros de Córdoba más recios, de los más honrados, muy entregado, daba todo lo que tenía. Y tenía mucho y bueno.
José María Martorell. Foto Marogo
José María Martorell: En primer lugar Antonio, quiero darte las gracias por haberme invitado a este coloquio tan maravilloso, porque has reunido a dos grandes figuras con las que he alternado de matador de toros. Quiero darte las gracias porque ahora se cumplen cuarenta y dos años que Agustín me dio la alternativa. ¿Te parece poco eso…?
He alternado con Manolo Vázquez varias veces. Y ahora tengo la oportunidad de agradecerle algo importante que hizo en mi vida y no he comentado nunca con él. Fue una corrida de Pablo Romero que toreamos en León. Hubo un toro que salió muy peligroso, no me atrevía a salir porque a los banderilleros los obligó a saltar al callejón. Y yo con mis facultades no era capaz de salir al toro. Entonces, Manolo Vázquez, con la grandeza de un extraordinario torero, se salió con ese toro hacia afuera y me lo sacó. Lo pude lidiar gracias a esa maravillosa intervención.
Parrita para mí ha sido un torero recio, hondo, que ha llevado una trayectoria prácticamente del toreo de Córdoba aunque haya nacido en Madrid.
Manolo Vázquez: Quiero agradecer esta invitación que nos ofrece Onda Cero para estar reunidos en Córdoba con Parrita, con Martorell, y con estos buenos aficionados que hay aquí para hablar de toros, que es lo que  nos gusta a todos.
Como profesional, tanto a Parrita como a Martorell les tengo mi mayor y ferviente admiración como toreros. Con Parrita, -no he tenido ocasión de consultarlo porque ya hace muchos años-, quiero recordar que toreamos una corrida en San Sebastián en la Semana Grande de 1952. Y en mi época de juventud lo he visto torear en varias ferias de Sevilla. Hace rato le pude recordar una que tuve la satisfacción de ver. Él me ha dicho que fue una feria muy agradable en la que cortó cuatro orejas. Cortar cuatro orejas en Sevilla es importante ayer, hoy y mañana, igual que cortarlas en cualquier otra plaza y feria importante. Tengo un gran recuerdo de Agustín como profesional y como torero. Como persona ha sido siempre entrañable conmigo y con mi familia. Nos conocemos desde que yo era un chiquillo, un poco más joven que él, no mucho, porque ya vamos teniendo una edad que no somos muy jóvenes.
Manolo Vázquez. Foto Marogo
Con José María ocurre prácticamente lo mismo. Ha rememorado ahora un hecho que no recordaba y sucedía en aquella época. Hoy quizás desgraciadamente no ocurra. José María ha sido un torero formidable, un grandioso torero, que tuvo la mala suerte de aparecer en el toreo después de la desgraciada muerte de ese monstruo que fue Manuel Rodríguez Manolete. Y como hemos recordado, las comparaciones en el toreo siempre han sido odiosas. No se pueden comparar a toreros que comienzan en la profesión con quienes han sido verdaderos monstruos en el toreo. José María ha tenido siempre toda mi admiración, afecto y cariño. Nos conocemos desde que éramos unos chiquillos, desde la primera novillada que toreamos en Ceuta, que siempre la recordamos cuando nos vemos. Tomó la alternativa algo antes que yo, pero tenemos edades similares.
En un aspecto quiero hacer hincapié. Tanto Parrita como Martorell estuvieron muy poco tiempo en el toreo. Creo que debieron estar más tiempo, porque hubieran dado lugar a enseñar más a todos los toreros que hemos venido detrás y a los que después nos han sucedido. Quiero preguntarles cuál fue el motivo de que estuvieran tan poco tiempo, porque considero que los toreros que pueden decir y hacer algo importante deben estar más tiempo. Parrita estuvo como matador siete u ocho años; Martorell, ocho. Yo he tenido la suerte de ser torero de tres generaciones, porque empecé a torear en los años cincuenta y me vieron los antiguos, es decir, nuestros padres y nuestros abuelos, las personas de principio de siglo que ya contaban sesenta años. Seguí toreando y me vieron los de mi generación. Después hay un lapsus de tiempo, vuelvo en 1981 y me ven los hijos de nuestros compañeros y amigos. Quizás lleve sobre ellos eso, que me han visto torear nuestros hijos, pero creo que ellos podían haber hecho lo mismo.
"Hay que estar enamorado de la ropa de torear..."
Agustín Parra Parrita: ¡Muchas gracias, hombre! Has tenido la suerte de que te vean toreando tres generaciones. Pues lo que me ocurrió fue una cosa muy simple, lo que ocurre a casi todos los hombres: me enamoré. Simplemente. Y para ser torero siempre he visto que hay que estar enamorado de la ropa de torear, mirarla en la silla y pensar lleno de alegría que muy pronto te la vas a poner. Pero entonces se cruzó mi mujer, no se cruzó sino que la busqué. Y me enamoré demasiado. Y aquel amor que tenía al toro automáticamente lo absorbió mi mujer. No es broma, es cierto. Y ya vi la ropa de torear de otra manera, me costaba trabajo vestirme de torero. Estaba pendiente nada más que del teléfono, aunque parezca mentira, no del toro. Le dije a mi padre que me quitaba porque iba a casarme. El me contestó que eso no tenía importancia, que no se iba marchar la muchacha, que me iba casar con ella. Pero que no y no. Eso fue todo.
Automáticamente sentí un vacío grande en la ropa de torear. No era falta de afición, pero no sé lo que pasó. No estaba enamorado de la ropa. Y para torear creo que hay que estar muy enamorado de la profesión y de la ropa de torear. Eso fue todo, querido Manolo. ¡Qué cosa más tonta, verdad...!
Manolo Vázquez: Relativamente, pienso que cuando se está toreando casado también se tiene mucha más ambición.
Madrid, 21-5-1952. Pepín Martín Vázquez, José María Martorell y Jesús Córdoba
José María Martorell: No, Manolo. Lo que ocurre es que son épocas. En la de Lagartijo se estaba toreando hasta los cincuenta años y estaba bien visto. Esa fue la pena nuestra. Nosotros hemos tenido una transición muy difícil, porque no teníamos tiempo. Situarnos ha sido terriblemente duro. Recuerdo que cuando tenía veintidós años iba a San Sebastián hecho casi una figura, con un cartel bastante importante, y me decían que venían detrás otros toreros que nos iban a echar fuera. La gente no admitía los hombres ni diez, ni siete, ni cinco años. Querían novedad. De verdad. En nuestra época, al menos la que considero mía, el público no admitía que un matador estuviera más de siete años. Tú fíjate en el monstruo de Luis Miguel ¿cuánto tiempo hubiera podido durar en el toreo ese tío…? ¡Más que Lagartijo, porque tenía las cualidades fabulosas...! Pero lo admitía el público. A nosotros, no... Me fui del toreo sin realizarme, me exigían, me ahuyentaban… No te permitían como hoy a Curro Romero o Paula, hombres que tienen más de cincuenta años y los admiten.
Es una pena que no hayamos podido realizarnos. Por eso nos fuimos, aunque prácticamente nos echaron, esa es la verdad.
José María Martorell trasteando por bajo
Manolo Vázquez: Pero es una pena para todos los que después pudieron haberos visto.
José María Martorell: ¡Fue una pena…!
Agustín Parra Parrita: Eso sí, por supuesto.
José María Martorell: Hoy, Manolo, es una suerte ver torear a Curro Romero, aunque solo sean dos muletazos. ¿Cuándo iba a yo a ver torear a Curro, cuándo otras generaciones lo iban a ver? ¿Cuánto daría por ver a ese gran fenómeno de México que fue Luis Procuna? Y ahora los ves aguantando tiempo en el toro. ¿No os parece?
Agustín Parra Parrita: Ya os he dicho porque me fui del toro. Simplemente. Tanto que después quise volver y, afortunadamente, le doy gracias a Dios, me partí el talón de Aquiles. Parece como si Dios dijera: Quieto tú ahí, no te muevas. Pero marcharse del toro es muy penoso. Claro, lo mío era compensación, me marché porque estaba compensado con el amor de esa mujer que quería tanto.
José María Martorell: Pero te quiero decir que casado y si la gente te hubiera ayudado también habrías toreado.
Agustín Parra Parrita: No, yo no he compartido nunca eso, y no quiero decir con esto que un hombre casado no rinda. ¡Claro que no! Pero yo era un poco veleta, un poco loco, y mi locura estaba dentro del toreo, o sea, dentro de mi forma de ser. No me veía responsable casado y toreando. Para torear hay que ser totalmente libre, que nada dé problemas.
Antonio L. Aguilera: Con permiso, maestros, ¿para ustedes qué es torear?
Agustín Parra Parrita: Eso es muy difícil de explicar. Torear es unirse con el toro, gozar con la embestida... Es muy difícil definirlo. ¿Cómo te diría? Es estar enamorado. Cuando estás enamorado cogerle la mano a la mujer o besarla es parecido a pegar un lance. ¡Fíjate qué cosa! Es gozar cada vez que el toro se acerca a ti, porque lo bonito es que te acerques al toro, unirte a ese toro. Torear es sublime, no hay comparación, no lo puedo definir. Es cante, flor, aroma… No sé, es todo. Es muy difícil definirlo, es un sentimiento profundo, una locura… ¡Una perfecta locura!
José María Martorell: Después de lo que ha dicho mi amigo y padrino, pocas cosas se pueden decir. Es algo muy importante. Torear es algo sublime que no puedo explicar. Es como el que hace una estatua o pinta un cuadro y no sabe porqué lo hace. Lo plasmas en un momento, te inhibes de todo y nace el artista, la pasión, lo que realmente has sentido toda tu vida: ser torero. Y cuando lo realizas, ese momento, como de verdad es dificilísimo realizarlo, cuando te haces mayor comprendes lo difícil que es torear. Realizar el toreo es algo divino.

Manolo Vázquez torea al natural citando de frente. Foto ABC
Manolo Vázquez: Ha dicho Agustín una palabra muy bonita: sentirse. Para mí el toreo es sentimiento. Pienso que el torero lo primero que tiene que hacer para torear y poder transmitir al público lo que lleva dentro es sentirse. Todo lo que no se haga en el toreo con sentimiento, con amor, con deseos de lograr algo imposible, no dice nada. Quizás se pueda lograr algo importante, pero es algo que con el paso del tiempo se olvida.
Pero cuando se hace con sentimiento llega al público, no se olvida nunca. Todo lo que se haga con sentimiento, con verdadero deseo de lograr lo que uno anhela con un toro, acoplarse con él y transmitir ese sentimiento al público, es lo que queda perenne en el toreo y en la retina de los aficionados. Todo lo demás será pasajero, serán triunfos que se pueden obtener, pero no quedarán en la retina del espectador si el torero no se siente, porque él es el primero que tiene que sentirse, inhibirse de todo lo que le rodea, eso es lo que verdaderamente se transmite al público, el recuerdo que queda perenne.
Antonio L. Aguilera: ¿Qué piensan cuando escuchan que ahora se torea mejor que nunca?
Agustín Parra Parrita: Se torea muy requetebién, muy bien. Casi todos los toreros torean magníficamente, pero les falta el toro, la materia prima, que es el que da emoción cuando repite la embestida. Y eso, ahora desgraciadamente, no existe. Por lo tanto, son faenas muy largas, tediosas a veces, los muchachos exponen muchísimo y les cuesta llegar a la gente. Creo que ahora se torea magníficamente por parte de todos los muchachos, de la mayoría, los hay con más clase, con más arte, con más solera, con más pellizco, con más regusto, los hay más bruscos. Pero eso siempre ha pasado. Se torea magníficamente, lo que falta es el toro, la base primordial, que se ha venido abajo. Los toros no andan, les pegan un puyazo y ahí se acaba todo, y eso no puede ser. Vamos a ver si entre todos arreglan eso un poco, un poco no, un mucho, que es lo que hace falta.
Media verónica de Martorell en Barcelona a un jabonero de Prieto de la Cal.
José María Martorell: No sé si hoy se torea mejor que nunca. Yo he tenido la suerte de coger los años de Parrita, después un poquito los de Manolo Vázquez, y he analizado una cantidad de toreros tan maravillosos que… ¡Qué mejor que esos no se puede torear! ¿Se puede torear mejor que Domingo Ortega? No lo entiendo. ¿Se puede torear mejor que Manolo Vázquez, con esa muleta plancha, sin el pico, con ese arte? ¿Se puede torear mejor que Parrita, con ese capote tan derecho y tan templado? Incluso, ¿se puede descabellar mejor que mi padrino, cuando cogía la mortífera? Creo que no. Se podrá torear igual o muy en similitud, depende como ha dicho Agustín del toro. Y como torear es adaptarse a las circunstancias del toro, para mí el toreo de hoy es nefasto pues se trata de dar a los toros cincuenta o sesenta muletazos. Eso es nefasto para la Fiesta. Lo importante es saber lidiar, dar los pases justos y matar al toro en condiciones. Eso es. Ni época anterior ni posterior, es hacer lo justo en el toreo. Ni antes ni después, sino lo que se debe de hacer.
Manolo Vázquez: Creo que el toreo es importante siempre. Lo fue antes de nuestra época, en la nuestra y lo será en el futuro. Lo que pienso cuando se dice que hoy se torea mejor que antes es que se torea -como ha dicho José María- adaptándose a las circunstancias del toro, a su comportamiento. Hoy el toro se comporta de una forma que los toreros se tienen que acoplar a él. Soy una persona convencida de que los toreros actuales tienen que hacer un gran esfuerzo para cuajar un toro y pegarle veinte pases, no digo ya cuarenta o cincuenta. Pegarle hoy a un toro veinte pases como Dios manda creo que es dificilísimo, porque desgraciadamente los toros se mueven muy poco y llegan al último tercio con muy pocas arrancadas. 
"Antes salían y se movían..."
A la mayoría de los toros que salen por los chiqueros, en el tercer lance los profesionales que se ponen delante tienen que pegar zapatillazos para que se vengan, salen de chiqueros y se paran. Antes salían y se movían, costaba un trabajo ímprobo poderles torear y pegarles pases, porque  repetían y no te dejaban vivir nunca. Allí estaba todo el mundo pendiente, con cuidado, y resulta que los toros salen y se paran. Los hombres tienen que hacer un esfuerzo, muchas veces dice la gente que los toreros no le pegan pases a los toros. ¿pero cómo los van a pegar a un toro parado? Es igual que si pones una montera en medio de la plaza e intentas pegarle pases. Y digo lo de la montera porque es negra y es lo más parecida a los toros.
Verdaderamente los toreros se las ven y se las desean, se la juegan. Yo hablo con ellos, como hablamos todos, y me dicen que en nuestra época los toros se movían. Y ciertamente se movían, tenían más dificultades para estar con ellos y pegarle pases. Hoy las dificultades son no podérselos dar y no estar lucidos con ellos. Eso para la Fiesta es nefasto, tanto para los toreros como para los aficionados.
Ojalá en un futuro próximo salga un toro que se mueva. Y no quiero que salgan por chiqueros los que se puedan comer al apuntador, sino que permita a los hombres poderse bandear, que le den emoción a los toreros y a la propia Fiesta, que cada torero pueda hacer lo que lleva dentro. Hoy no pueden dar de sí lo que llevan.