martes, 14 de mayo de 2019

JULIO ROMERO DE TORRES E IGNACIO ZULOAGA, PINTORES TAURINOS

Por Alejandro Adrián Arredondo Maldonado
Monterrey, Nuevo León (México). Abril de 2019
Romero de Torres. Retrato de su
amigo Anselmo Miguel Nieto
Siempre han existido gran cantidad de artistas de la pintura que se han ocupado de la fiesta brava y que sin duda sienten una gran atracción por esta manifestación cultural; desde luego son muchos los factores que inciden en su sensibilidad y los hacen tomar como motivo de su expresión plástica, la tauromaquia.  
En la historia de la pintura taurina sobresalen dos artistas españoles nacidos en el último tercio del siglo XIX, apasionados de la fiesta brava, uno andaluz, natural de Córdoba Julio Romero de Torres donde nació un 9 noviembre de 1874 y falleció en la misma ciudad un 10 de mayo de 1930 y el otro Ignacio Zuloaga Zabaleta, natural de Éibar, provincia de Guipúzcoa en el país Vasco donde nació en 1870, fallece en Madrid en 1945. Ambos cultivaron el retrato y se destacaron por la aportación a la pintura en general y en tema que me ocupa la aportación pictórica a la tauromaquia. Dos maestros de la pintura que sobresalieron entre otras características por su gusto indeclinable por la fiesta brava, por su pintura costumbrista y por ser grandes retratistas. Pintores siempre rodeados de intelectuales y de las figuras del toreo de su tiempo, además compartieron su admiración por uno de los grandes toreros de la época, el “Pasmo de Triana” Juan Belmonte.
Autorretrato de Ignacio Zuloaga
En un sector céntrico de la ciudad califal, casi frente al río Guadalquivir se encuentra la plaza del Potro y frente a la pequeña escultura del caballo reparando, el museo Julio Romero de Torres en lo que también fue su casa ya que sus padres Rafael Romero Barros y Doña Rosario de Torres Delgado tenían habilitada una vivienda donde nacieron sus ocho hijos. Su padre también fue pintor y autor de retratos románticos, bodegones y paisajes, fue nombrado director del recién creado Museo de Bellas Artes de Córdoba, recuerdo en mi primer visita a Córdoba, una visita muy rápida de ida y vuelta el mismo día, habíamos salido por la mañana de Sevilla en el recién inaugurado tren AVE allá en octubre de 1992, año de la conmemoración del quinto centenario del  encuentro de dos mundos, eufemismo con el que se llamó a tal evento. Recuerdo que al llegar a la plaza del Potro, un niño jugaba con un balón de futbol frente a la casa museo Romero de Torres, llegué acompañado del fotógrafo taurino Guillermo Escobar, lamentablemente el lugar estaba cerrado, el niño que jugaba nos avisó y al escuchar nuestro tono de voz nos preguntó con marcado acento andaluz, -¿de dónde sois? -De México le dijo Guillermo y rápidamente contestó: -¡De donde es Hugo Sánchez! se desatendió de nuestra presencia y siguió jugando con la pelota, nos retiramos a seguir recorriendo la ciudad. Al paso de los años ya por la primera década del 2000 regresé a Córdoba y visité la casa museo, verdaderamente extraordinaria con un tesoro colgado en los muros con obra de diferente formato del maestro cordobés.  En otra ocasión que estuve en Córdoba fui invitado por mi amigo el periodista e historiador cordobés Francisco Bravo Antibón al Círculo de la Amistad de Córdoba y recibido por su presidente que nos atendió espléndidamente, un lugar céntrico con una construcción tradicional cordobesa, sitio donde convive lo mejor de la sociedad, en aquella ocasión al recorrer sus pasillos, habitaciones y escaleras pude contemplar unos murales que datan de 1905 y me llamó la atención cuatro de ellos, pinturas de gran formato, que representan a las artes todas con fondos azules.
Plaza del Potro y Museos de Bellas Artes y de Julio Romero de Torres
Romero de Torres llegó muy joven a la pintura, sus primeros conocimientos los adquirió en el centro docente dirigido por su padre. La influencia del padre también pintor y su hermano Enrique fueron determinantes en un principio pero recibiría diferentes influencias desde el “fortunismo” hasta el impresionismo y el simbolismo francés, esta última corriente literaria y pictórica de moda desde 1880; en alguna etapa también tuvo influencia del valenciano Sorolla. Era un joven inquieto, aficionado al flamenco que sería una de las principales pasiones de su vida; también tuvo amistad con muchos toreros particularmente de Sevilla y de Córdoba.  Sin lugar a dudas el tema principal de la pintura de Romero de Torres fue la mujer, como dice la copla: “…pintó a la mujer morena…”, también el tema del paisaje cordobés, lo flamenco y lo taurino. A partir de 1915 se trasladó a Madrid donde se estableció.  En la capital del reino hacía una vida cultural intensa, acudía a los lugares de reunión de los intelectuales de la época, como Ramón Pérez de Ayala, José Ortega y Gasset y las tertulias de Valle Inclán y de Gómez de la Serna; también frecuentaba al otro Madrid el de las tabernas y los teatros, asistía a sitios de flamenco como Los Gabrieles. En 1913 apoyó públicamente a Juan Belmonte un joven torero muy discutido que se haría famoso, en el restaurante al aire libre del Buen Retiro, lo retrató desnudo y envuelto en un capote con el fondo de Sevilla y la Giralda. Belmonte fue un tema recurrente en la temática taurina del pintor cordobés, unos años antes en 1909 lo retrata como novillero con rostro casi infantil cuando el sevillano contaba con 17 años y era aún un desconocido. El trianero aparece vestido con corbata, mirando con seriedad al observador.
Belmonte. Retrato de Julio Romero (1909)
El tema taurino lo abordó en los retratos de sus toreros preferidos y en mínima parte en los carteles de la feria de La Salud en Córdoba en especial los de 1902 y 1905 y el de la Corrida Patriótica de 1921, donde se hace referencia de festejos taurinos; esos carteles se encuentran en el museo taurino de Córdoba, esta obra tiene una manifiesta influencia de los pintores de carteles franceses. Los primeros dibujos taurinos los publicó muy joven en la revista “El Toreo Cordobés” del cual era director artístico. Básicamente era un pintor de estudio no le gustaba pintar al aire libre por lo que las escenas taurinas son escazas en su obra. Del tema, su primer apunte digamos publicado nacionalmente fue de “Lagartijo muerto”, en la capilla ardiente que fue publicado el año 1900 en el diario “El Liberal de Madrid”; posteriormente pintó un retrato al óleo del mismo Rafael Molina. Tiempo después por encargo de importante banquero pintó a Rafael Guerra “Guerrita” en traje de luces. En el siguiente trabajo taurino pintó a “Machaquito” de cuerpo entero y aunque este retrato lo incorporó al conjunto de su cuadro “La Consagración de la Copla” es una magnífica representación del califa y en sí esta obra se le considera una síntesis pictórica de su obra. Posteriormente realizó de nuevo un retrato de Juan Belmonte, caso curioso Belmonte en la época hacía su servicio militar y por ello aparece con la cabeza rapada.  En otro cuadro llamado “Poema de Córdoba” está representada la Córdoba torera con una escena taurina de la plaza de La Corredera con la figura de “Lagartijo”. Existió otro cuadro con ambiente taurino “La Niña Torera” del que se desconoce su paradero. También hay una obra póstuma taurina que es  “Ofrenda al arte del toreo” pintura llena de contenido simbólico por demás interesante y que en primer plano y casi cubriendo más de tres cuartas partes del cuadro aparece una mujer desnuda. Fallece en Córdoba el 10 de mayo de 1930.
Guerrita. Retrato de Romero de Torres
A vuelo de pájaro su obra  la conforman su amada Córdoba, la mujer, el desnudo, el retrato, el costumbrismo, homenaje recurrente al flamenco y a la copla. Los toreros, en fin, un universo pictórico lleno de símbolos, en ocasiones provocador, con dos constantes: creatividad y calidad.
Ignacio Zuloaga el genial vasco compartía como le hemos dicho con Romero de Torres aparte de la bohemia, el flamenco, el gusto por las tertulias intelectuales, la afición a los toros y la admiración por Belmonte. Colaboró con Manuel de Falla en la organización del célebre concurso del Cante Jondo de Granada; intentó y se hizo torero en Sevilla. Hecho curioso que es preciso referir  por cómo le utilizó en algunas de sus obras es el de comprar en Córdoba su cuadro favorito: “El Apocalipsis” de “El Greco” en cinco mil pesetas de aquellos tiempos, obra que le sirvió de fondo para algunas de sus obras en especial uno que dejó inacabado llamado “Mis amigos” que dedicó a la generación del 98. En ese cuadro pintó a Juan Belmonte junto a Valle Inclán, Ortega y Gasset, Marañón y Baroja con la finalidad de dejar constancia de la categoría que dejaba el arte del toreo en general y a Belmonte en particular, al que consideró otro miembro de esa generación.
Belmonte. Retrato de Ignacio Zuloaga
Zuloaga provenía de cuatro generaciones de artistas que ocuparon cargos en la corte de los Borbones, desde joven se dedicó a la pintura, estudió con los maestros del Museo del Prado, de ahí viajó a perfeccionarse a Roma luego se estableció en Paris. En la ciudad luz se relacionó con los pintores impresionistas, Monet, Degas y Gauguin con quién compartió estudio. La presión familiar y la precariedad económica a su estancia en Montmartre. Regresa a España concretamente a Sevilla. Consiguió trabajo, pero no deja su vocación. En Sevilla retrata a personajes populares, gitanos, floristas, cigarreras, etc. Vivió feliz en Sevilla donde prosiguió su vida bohemia, para él más atractiva que en Paris. En Sevilla pasó largas temporadas de 1893 a 1898 además en esta ciudad y posiblemente influenciado por el ambiente se decantó por la fiesta brava e intentó ser matador de toros debutando con el apodo de “El Pintor”. En el barrio de San Bernardo, junto a la puerta de la carne, un torero de la tierra Manuel Carmona abrió una escuela en una plaza por él construida y ahí se presentó Zuloaga, a lo largo de su fugaz trayectoria estoqueó diez y siete toros; en el último festejo que participó un novillo le  propinó serio percance que lo obligó a retirarse en un principio momentáneamente y después definitivo de su aspiración torera; todos estos festejos se dieron en los alrededores de la capital hispalense. En el museo de Pedraza, se exhibe un cartel donde participa Zuloaga y refiere que el sábado 17 de abril de 1897 en la plaza de la escuela taurina de Sevilla, alternó con Manuel Domínguez, anunciado el vasco como “El Pintor” lidiando cuatro novillos de cuatro años dos para capea y dos de muerte. En los cinco años que vivió en Sevilla fue rico en el tema taurino, pintó diversos cuadros de toreros.
Cartel de la actuación de Zuloaga
En el verano 1898 se traslado a Segovia donde permaneció hasta 1916; en esa población castellana vivía con su tío un medio hermano de su padre Daniel Zuloaga que era destacado ceramista. En esta tierra realizó obras que le valieron reconocimiento internacional; ahí pintó alrededor de catorce cuadros de tema taurino en cuyas composiciones destaca las figuras de sus protagonistas;  recorrió buena parte de las poblaciones cercanas atraído por los festejos taurinos que por esos rumbos se dan. De esa época se dan algunos de sus cuadros como: “Preparativos para la corrida”, “Toreros de pueblo”, “El Corcito”, “Torerillos de Turégano”, “En la corrida”.
La fama que iba adquiriendo y su amistad con toreros y ganaderos lo llevaron a participar como invitado a tientas en importantes ganaderías, por algún motivo familiar acompañado siempre de su tío y donde con entusiasmo echaba capa y calmaba sus ansias de  torero.
Estuvo en el cortijo Zahariche con don Félix Urcola; con el Marqués de Villagodío; en Aldeanueva, ganadería que más adelante sería adquirida por Domingo Ortega.
Ya con fama de pintor destacado debido a su talento y a que importantes hombres de negocios lo solicitan como retratista; es llamado de Madrid para pintar el retrato del Duque de Alba y luego el de la esposa de este, entonces se le abre un amplio panorama con la gente de la aristocracia. Vive en Madrid a sus anchas, asiste a las tertulias Valle Inclán, Pío Baroja, Belmonte, Pérez de Ayala, Marañón que le insisten a que exponga pero el reconocimiento madrileño todavía tardaría en llegar.
Domingo Ortega. Retrato de Zuloaga
En ese período organizó festejos taurinos y becerradas siempre con fines benéficos donde actuaron Juan Belmonte y otros destacados espadas, en la mayoría  de ellos el pintor corrió con los gastos; en esta aventura empresarial lo acompañó como gestor ante autoridades su tío Daniel que había sido nombrado profesor en la escuela cerámica de Madrid; a estos festejos siempre lo acompañaron intelectuales, políticos y hombres ilustres de la época. En uno de los festejos de Segovia donde estuvieron los hermanos Juan y Manolo Belmonte con ganado de Aleas estuvo presente el pintor cordobés Julio Romero de Torres. El año de 1924 realizó tres retratos de Belmonte destacando entre ellos el célebre “Belmonte en plata”. La amistad y la admiración entre los dos, pintor y torero, era mutua. En una ocasión en que reaparecía Juan Belmonte en Nimes el 25 de junio de 1934, Zuloaga ayudó a vestirlo, existe una foto en donde el pintor ayuda al pasmo de Triana a ponerse la casaquilla. Sobre la afición taurina del pintor, Belmonte expresó: “Creo que hubiese cambiado toda su pintura por haber matado un toro en Madrid, en la corrida de la beneficencia y verle rodar con las cuatro patas por lo alto y el tendido lleno de pañuelos”.
Albaicín. Retrato de Zuloaga
Era tal su fama de retratista que era solicitado por países de Europa y América. La afición y la amistad lo llevan a retratar a Rafael García EscuderoAlbaicín” a Domingo Ortega, Antonio Sánchez El Chepa", a su amigo de la época sevillana Ángel CarmonaEl Camisero” y hasta el mismo Manolete con el que nunca coincidió en agenda, sin embargo, sin modelo y atendiendo a su memoria privilegiada esbozó con suaves trazos un cuadro sobre Manolete de cuerpo entero y tamaño natural, pero la muerte sorprendió al pintor dejando inconcluso el cuadro. Una de sus últimas pinturas fue el “Palco de las Presidentas”. Realizado pocos meses antes de fallecer.
En sus últimos años en Madrid, abonado en Las Ventas y conviviendo en las tertulias con amigos como Manuel Machado y Díaz Cañabate entre otros, hicieron felices los últimos días que residió en la capital española. A los setenta y dos años seguía asistiendo como invitado a tientas en la finca de Domingo Ortega donde en los medios daba capotazos a becerras enrazadas, siembre bajo la atenta mirada y cercanía de Domingo Ortega y Rafael Albaicín. Fallece el 31 de octubre de 1945, en reconocimiento a su afición, a la salida del estudio el féretro fue cargado entre otros por José María Cossío, Domingo Ortega y Rafael Albaicín.
El Chepa. Retrato de Zuloaga
Dos pintores de excelente trazo, de gran calidad y capacidad; de un convencimiento total de su vocación artística, pintores de acendrada afición taurina, genios que coincidieron en el tiempo y que convivieron con los principales protagonistas del mundo cultural y político español de su tiempo; vidas paralelas que junto a otros artistas llenaron una época de esplendor ibérico. Desconozco que tan cercanos fueron ó si existió entre ellos una amistad cercana, amigos mutuos los tuvieron, influencias artísticas muy similares también. Son muy contadas las referencias de alguna cercanía entre ellos; existe la  constancia de la asistencia de Romero de Torres a uno de los festivales benéficos organizados por Zuloaga, sin embargo creo que debieron convivir en más de una ocasión e intercambiar sus particulares conceptos para expresar mediante la pintura el arte taurino.
Manolete, retrato inconcluso de Ignacio Zuloaga


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