Monterrey, Nuevo León (México). Abril de 2019
Romero de Torres. Retrato de su
amigo Anselmo Miguel Nieto
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Siempre
han existido gran cantidad de artistas de la pintura que se han ocupado de la
fiesta brava y que sin duda sienten una gran atracción por esta manifestación
cultural; desde luego son muchos los factores que inciden en su sensibilidad y
los hacen tomar como motivo de su expresión plástica, la tauromaquia.
En la
historia de la pintura taurina sobresalen dos artistas españoles nacidos en el
último tercio del siglo XIX, apasionados de la fiesta brava, uno andaluz,
natural de Córdoba Julio Romero de Torres donde nació un 9 noviembre de
1874 y falleció en la misma ciudad un 10 de mayo de 1930 y el otro Ignacio Zuloaga Zabaleta, natural de Éibar, provincia de Guipúzcoa en el país Vasco
donde nació en 1870, fallece en Madrid en 1945. Ambos cultivaron el retrato y
se destacaron por la aportación a la pintura en general y en tema que me ocupa
la aportación pictórica a la tauromaquia. Dos maestros de la pintura que
sobresalieron entre otras características por su gusto indeclinable por la
fiesta brava, por su pintura costumbrista y por ser grandes retratistas.
Pintores siempre rodeados de intelectuales y de las figuras del toreo de su
tiempo, además compartieron su admiración por uno de los grandes toreros de la
época, el “Pasmo de Triana” Juan Belmonte.
Autorretrato de Ignacio Zuloaga |
En un
sector céntrico de la ciudad califal, casi frente al río Guadalquivir se
encuentra la plaza del Potro y frente a la pequeña escultura del caballo
reparando, el museo Julio Romero de Torres en lo que también fue su casa ya que
sus padres Rafael Romero Barros y Doña Rosario de Torres Delgado tenían
habilitada una vivienda donde nacieron sus ocho hijos. Su padre también fue
pintor y autor de retratos románticos, bodegones y paisajes, fue nombrado
director del recién creado Museo de Bellas Artes de Córdoba, recuerdo en mi
primer visita a Córdoba, una visita muy rápida de ida y vuelta el mismo día, habíamos
salido por la mañana de Sevilla en el recién inaugurado tren AVE allá en
octubre de 1992, año de la conmemoración del quinto centenario del encuentro de dos mundos, eufemismo con el que
se llamó a tal evento. Recuerdo que al llegar a la plaza del Potro, un niño
jugaba con un balón de futbol frente a la casa museo Romero de Torres, llegué
acompañado del fotógrafo taurino Guillermo Escobar, lamentablemente el lugar
estaba cerrado, el niño que jugaba nos avisó y al escuchar nuestro tono de voz
nos preguntó con marcado acento andaluz, -¿de dónde sois? -De México le dijo
Guillermo y rápidamente contestó: -¡De donde es Hugo Sánchez! se desatendió de
nuestra presencia y siguió jugando con la pelota, nos retiramos a seguir
recorriendo la ciudad. Al paso de los años ya por la primera década del 2000
regresé a Córdoba y visité la casa museo, verdaderamente extraordinaria con un
tesoro colgado en los muros con obra de diferente formato del maestro
cordobés. En otra ocasión que estuve en
Córdoba fui invitado por mi amigo el periodista e historiador cordobés
Francisco Bravo Antibón al Círculo de la Amistad de Córdoba y recibido
por su presidente que nos atendió espléndidamente, un lugar céntrico con una
construcción tradicional cordobesa, sitio donde convive lo mejor de la
sociedad, en aquella ocasión al recorrer sus pasillos, habitaciones y escaleras
pude contemplar unos murales que datan de 1905 y me llamó la atención cuatro de
ellos, pinturas de gran formato, que representan a las artes todas con fondos
azules.
Plaza del Potro y Museos de Bellas Artes y de Julio Romero de Torres |
Romero de Torres llegó muy
joven a la pintura, sus primeros conocimientos los adquirió en el centro
docente dirigido por su padre. La influencia del padre también pintor y su
hermano Enrique fueron determinantes en un principio pero recibiría diferentes influencias
desde el “fortunismo” hasta el impresionismo y el simbolismo francés,
esta última corriente literaria y pictórica de moda desde 1880; en alguna etapa
también tuvo influencia del valenciano Sorolla. Era un joven inquieto, aficionado al flamenco que sería una de las
principales pasiones de su vida; también tuvo amistad con muchos toreros
particularmente de Sevilla y de Córdoba.
Sin lugar a dudas el tema principal de la pintura de Romero de Torres
fue la mujer, como dice la copla: “…pintó
a la mujer morena…”, también el tema del paisaje cordobés, lo flamenco y lo
taurino. A partir de 1915 se trasladó a Madrid donde se estableció. En la capital del reino hacía una vida
cultural intensa, acudía a los lugares de reunión de los intelectuales de la
época, como Ramón Pérez de Ayala, José Ortega y Gasset y las tertulias de Valle
Inclán y de Gómez de la Serna; también frecuentaba al otro Madrid el de las
tabernas y los teatros, asistía a sitios de flamenco como Los Gabrieles. En
1913 apoyó públicamente a Juan Belmonte
un joven torero muy discutido que se haría famoso, en el restaurante al aire
libre del Buen Retiro, lo retrató desnudo y envuelto en un capote con el fondo
de Sevilla y la Giralda. Belmonte fue un tema recurrente en la temática taurina
del pintor cordobés, unos años antes en 1909 lo retrata como novillero con
rostro casi infantil cuando el sevillano contaba con 17 años y era aún un
desconocido. El trianero aparece vestido con corbata, mirando con seriedad al
observador.
Belmonte. Retrato de Julio Romero (1909) |
El tema
taurino lo abordó en los retratos de sus toreros preferidos y en mínima parte
en los carteles de la feria de La Salud en Córdoba en especial los de 1902 y
1905 y el de la Corrida Patriótica de 1921, donde se hace referencia de
festejos taurinos; esos carteles se encuentran en el museo taurino de Córdoba,
esta obra tiene una manifiesta influencia de los pintores de carteles
franceses. Los primeros dibujos taurinos los publicó muy joven en la revista “El Toreo Cordobés” del cual era director artístico. Básicamente era un pintor
de estudio no le gustaba pintar al aire libre por lo que las escenas taurinas
son escazas en su obra. Del tema, su primer apunte digamos publicado
nacionalmente fue de “Lagartijo muerto”,
en la capilla ardiente que fue publicado el año 1900 en el diario “El Liberal de Madrid”; posteriormente
pintó un retrato al óleo del mismo Rafael
Molina. Tiempo después por encargo de importante banquero pintó a Rafael Guerra “Guerrita” en traje de
luces. En el siguiente trabajo taurino pintó a “Machaquito” de cuerpo entero y aunque este retrato lo incorporó al
conjunto de su cuadro “La Consagración
de la Copla” es una magnífica representación del califa y en sí esta obra
se le considera una síntesis pictórica de su obra. Posteriormente realizó de
nuevo un retrato de Juan Belmonte, caso curioso Belmonte en la
época hacía su servicio militar y por ello aparece con la cabeza rapada. En otro cuadro llamado “Poema de Córdoba” está representada la Córdoba torera con una
escena taurina de la plaza de La Corredera con la figura de “Lagartijo”.
Existió otro cuadro con ambiente taurino “La
Niña Torera” del que se desconoce su paradero. También hay una obra póstuma
taurina que es “Ofrenda al arte del toreo” pintura llena de contenido simbólico
por demás interesante y que en primer plano y casi cubriendo más de tres
cuartas partes del cuadro aparece una mujer desnuda. Fallece en Córdoba el 10
de mayo de 1930.
Guerrita. Retrato de Romero de Torres |
A vuelo de
pájaro su obra la conforman su amada
Córdoba, la mujer, el desnudo, el retrato, el costumbrismo, homenaje recurrente
al flamenco y a la copla. Los toreros, en fin, un universo pictórico lleno de
símbolos, en ocasiones provocador, con dos constantes: creatividad y calidad.
Ignacio Zuloaga el genial
vasco compartía como le hemos dicho con Romero de Torres aparte de la bohemia,
el flamenco, el gusto por las tertulias intelectuales, la afición a los toros y
la admiración por Belmonte. Colaboró con Manuel de Falla en la organización del
célebre concurso del Cante Jondo de Granada; intentó y se hizo torero en
Sevilla. Hecho curioso que es preciso referir
por cómo le utilizó en algunas de sus obras es el de comprar en Córdoba
su cuadro favorito: “El Apocalipsis”
de “El Greco” en cinco mil pesetas
de aquellos tiempos, obra que le sirvió de fondo para algunas de sus obras en
especial uno que dejó inacabado llamado “Mis
amigos” que dedicó a la generación del 98. En ese cuadro pintó a Juan
Belmonte junto a Valle Inclán, Ortega y Gasset, Marañón y Baroja con la
finalidad de dejar constancia de la categoría que dejaba el arte del toreo en
general y a Belmonte en particular, al que consideró otro miembro de esa
generación.
Belmonte. Retrato de Ignacio Zuloaga |
Zuloaga
provenía de cuatro generaciones de artistas que ocuparon cargos en la corte de
los Borbones, desde joven se dedicó a la pintura, estudió con los maestros del
Museo del Prado, de ahí viajó a perfeccionarse a Roma luego se estableció en
Paris. En la ciudad luz se relacionó con los pintores impresionistas, Monet,
Degas y Gauguin con quién compartió estudio. La presión familiar y la
precariedad económica a su estancia en Montmartre.
Regresa a España concretamente a Sevilla.
Consiguió trabajo, pero no deja su vocación. En Sevilla retrata a personajes
populares, gitanos, floristas, cigarreras, etc. Vivió feliz en Sevilla donde
prosiguió su vida bohemia, para él más atractiva que en Paris. En Sevilla pasó
largas temporadas de 1893 a 1898 además en esta ciudad y posiblemente
influenciado por el ambiente se decantó por la fiesta brava e intentó ser
matador de toros debutando con el apodo de “El
Pintor”. En el barrio de San Bernardo, junto a la puerta de la carne, un
torero de la tierra Manuel Carmona abrió una escuela en una plaza por él
construida y ahí se presentó Zuloaga, a lo largo de su fugaz trayectoria
estoqueó diez y siete toros; en el último festejo que participó un novillo
le propinó serio percance que lo obligó
a retirarse en un principio momentáneamente y después definitivo de su
aspiración torera; todos estos festejos se dieron en los alrededores de la
capital hispalense. En el museo de
Pedraza, se exhibe un cartel donde participa Zuloaga y refiere que el sábado 17
de abril de 1897 en la plaza de la escuela taurina de Sevilla, alternó con
Manuel Domínguez, anunciado el vasco como “El
Pintor” lidiando cuatro novillos de cuatro años dos para capea y dos de muerte.
En los cinco años que vivió en Sevilla fue rico en el tema taurino, pintó
diversos cuadros de toreros.
Cartel de la actuación de Zuloaga |
En el
verano 1898 se traslado a Segovia
donde permaneció hasta 1916; en esa población castellana vivía con su tío un
medio hermano de su padre Daniel Zuloaga
que era destacado ceramista. En esta tierra realizó obras que le valieron
reconocimiento internacional; ahí pintó alrededor de catorce cuadros de tema
taurino en cuyas composiciones destaca las figuras de sus protagonistas; recorrió buena parte de las poblaciones
cercanas atraído por los festejos taurinos que por esos rumbos se dan. De esa
época se dan algunos de sus cuadros como: “Preparativos
para la corrida”, “Toreros de pueblo”, “El Corcito”, “Torerillos de Turégano”,
“En la corrida”.
La fama que iba adquiriendo y su amistad con
toreros y ganaderos lo llevaron a participar como invitado a tientas en
importantes ganaderías, por algún motivo familiar acompañado siempre de su tío
y donde con entusiasmo echaba capa y calmaba sus ansias de torero.
Estuvo en
el cortijo Zahariche con don Félix Urcola; con el Marqués de Villagodío; en Aldeanueva, ganadería que más adelante
sería adquirida por Domingo Ortega.
Ya con
fama de pintor destacado debido a su talento y a que importantes hombres de
negocios lo solicitan como retratista; es llamado de Madrid para pintar el
retrato del Duque de Alba y luego el de la esposa de este, entonces se le abre
un amplio panorama con la gente de la aristocracia. Vive en Madrid a sus
anchas, asiste a las tertulias Valle Inclán, Pío Baroja, Belmonte, Pérez de
Ayala, Marañón que le insisten a que exponga pero el reconocimiento madrileño
todavía tardaría en llegar.
Domingo Ortega. Retrato de Zuloaga |
En ese
período organizó festejos taurinos y becerradas siempre con fines benéficos
donde actuaron Juan Belmonte y otros destacados espadas, en la mayoría de ellos el pintor corrió con los gastos; en
esta aventura empresarial lo acompañó como gestor ante autoridades su tío Daniel
que había sido nombrado profesor en la escuela cerámica de Madrid; a estos
festejos siempre lo acompañaron intelectuales, políticos y hombres ilustres de
la época. En uno de los festejos de Segovia
donde estuvieron los hermanos Juan y Manolo Belmonte con ganado de Aleas estuvo
presente el pintor cordobés Julio Romero de Torres. El año de 1924 realizó tres
retratos de Belmonte destacando entre ellos el célebre “Belmonte en plata”. La
amistad y la admiración entre los dos, pintor y torero, era mutua. En una
ocasión en que reaparecía Juan Belmonte en Nimes el 25 de junio de 1934, Zuloaga ayudó a vestirlo, existe una foto en
donde el pintor ayuda al pasmo de Triana a ponerse la casaquilla. Sobre la
afición taurina del pintor, Belmonte expresó: “Creo que hubiese cambiado toda su pintura por haber matado un toro en
Madrid, en la corrida de la beneficencia y verle rodar con las cuatro patas por
lo alto y el tendido lleno de pañuelos”.
Albaicín. Retrato de Zuloaga |
Era tal su
fama de retratista que era solicitado por países de Europa y América. La
afición y la amistad lo llevan a retratar a Rafael García Escudero “Albaicín” a
Domingo Ortega, Antonio Sánchez “El Chepa", a su amigo de la época sevillana
Ángel Carmona “El Camisero” y hasta el mismo Manolete con el que nunca
coincidió en agenda, sin embargo, sin modelo y atendiendo a su memoria
privilegiada esbozó con suaves trazos un cuadro sobre Manolete de cuerpo entero y tamaño natural, pero la muerte
sorprendió al pintor dejando inconcluso el cuadro. Una de sus últimas pinturas
fue el “Palco de las Presidentas”.
Realizado pocos meses antes de fallecer.
En sus
últimos años en Madrid, abonado en Las
Ventas y conviviendo en las tertulias con amigos como Manuel Machado y Díaz
Cañabate entre otros, hicieron felices los últimos días que residió en la
capital española. A los setenta y dos años seguía asistiendo como invitado a
tientas en la finca de Domingo Ortega
donde en los medios daba capotazos a becerras enrazadas, siembre bajo la atenta
mirada y cercanía de Domingo Ortega y
Rafael Albaicín. Fallece el 31 de
octubre de 1945, en reconocimiento a su afición, a la salida del estudio el féretro fue cargado entre otros por
José María Cossío, Domingo Ortega y Rafael Albaicín.
El Chepa. Retrato de Zuloaga |
Dos
pintores de excelente trazo, de gran calidad y capacidad; de un convencimiento
total de su vocación artística, pintores de acendrada afición taurina, genios
que coincidieron en el tiempo y que convivieron con los principales
protagonistas del mundo cultural y político español de su tiempo; vidas
paralelas que junto a otros artistas llenaron una época de esplendor ibérico.
Desconozco que tan cercanos fueron ó si existió entre ellos una amistad
cercana, amigos mutuos los tuvieron, influencias artísticas muy similares
también. Son muy contadas las referencias de alguna cercanía entre ellos;
existe la constancia de la asistencia de
Romero de Torres a uno de los festivales benéficos organizados por Zuloaga, sin
embargo creo que debieron convivir en más de una ocasión e intercambiar sus
particulares conceptos para expresar mediante la pintura el arte taurino.
Manolete, retrato inconcluso de Ignacio Zuloaga |
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