Crónica de don Fabricio en el Diario ABC del jueves 19 de abril de 1945.
EDICIÓN DE
ANDALUCÍA
Sevilla 18-4-1945: Manolete, Pepe Luis y Arruza. La tarde de las taleguillas rotas. |
EN LA
MAESTRANZA
La primera de
feria
Seis toros de Clemente Tassara, para Manolete,
Pepe Luis Vázquez y Arruza.
Preside el teniente de alcalde don Manuel Grosso. Asisten numerosas
personalidades, y la hija de S. E. el Jefe del Estado. Las cuadrillas son
saludadas con aplausos.
Primero: Manolete lo fija con unos lances a
pie quieto. En el tercio de quites es ovacionado Pepe Luis Vázquez. Tres varas y tres pares. El toro llega quedado
al último tercio y Manolete lo torea por bajo eficazmente. Sigue cerca, obligando,
pero el toro no pasa. Entra matar descordando a la res.
Segundo: Pepe Luis
es ovacionado al lancear, y asimismo Arruza,
en un quite de frente por detrás. El toro cumplen en varas, y banderilleado pasa
a manos de Pepe Luis, que brinda a Sánchez Mejías. Tres pases por alto,
muy buenos que se jalean. Tres molinetes superiores (Música). Sigue la faena
eficaz. Pincha en lo alto y descabella a la tercera (Palmas).
Tercero: Arruza es aplaudido al lancear y
ovacionado en un quite por chicuelinas, así como Manolete en el suyo. Arruza
coloca tres colosalísimos pares de banderillas, que provocan ovaciones y olés.
Caen sombreros al ruedo. Arruza brinda al público e instrumenta una serie de
muletazos cerquísima, como más no cabe. Mata superiormente de una gran
estocada. (Ovación e insistente petición de oreja).
Cuarto: Manolete es ovacionado al quitar.
Varas y pares, los reglamentarios. Manolete
realiza una colosal faena, que empieza con tres altos estatuarios. Sigue con
cinco naturales estupendos, el tercero y quinto ligados con el de pecho.
Continúa por redondos. Molinetes y manoletinas. En un desplante resulta cogido
y con las taleguillas destrozadas. Mata colosalmente, con arreglo a los cánones
(Ovación, oreja vuelta y saludos).
Quinto: Nada de particular en los primeros tercios. Pepe Luis muletea desanimado; pero sin
embargo hay algunos lances salerosos. El público se impacienta. Mata de un
pinchazo y media. (Algunas muestras de desagrado).
Sexto: Después de tomar las varas reglamentarias Arruza
clava un enorme par de poder a poder. Repite con un segundo en que llega de
manera inverosímil, resultando cogido y empitonado y con las taleguillas rotas.
Se levanta rabioso y repite con un par idéntico. (Ovación clamorosa).
La faena es superiorísima, descollando unos pases por bajo y dos molinetes de
rodilla inenarrables. Sigue por naturales, derechazos y redondos, pisando los
terrenos del toro (Olés y música). Mata de una estocada de efecto rápido. (Ovación,
oreja y vuelta). Al abandonar la plaza el diestro mexicano se reproduce la
ovación.
Peso: Primero, 275 kilos; segundo 270; tercero, 295; cuarto,
268 ; quinto, 271, y sexto, 254.
Dos
taleguillas rotas
El tema de los toros ha vuelto a ser habitual en esta
nuestra Sevilla, madre del toreo. La expectación, forjada a fuerzas de valor y
estilo por esas dos figuras señeras de la tauromaquia, que son Manolete
y Arruza,
se ha justificado ayer plenamente sobre el ruedo de la Real Maestranza, probadero
de gallardías, en las que ineludiblemente ha de cimentarse el arte de la lidia
de reses bravas. Y porque uno y otro han coincidido en el más gallardo
propósito; al arriesgarse totalmente en pro del logro de su idóneo profesionalismo,
el tema de los toros en Sevilla ha recobrado añeja preponderancia. Por obra y
gracia de la emulación, la fiesta inaugural de la Feria alcanzó trascendencia
suma. Tenían razón los esperanzados que por creer en el poderoso influjo del pundonor
taurino presintieron el suceso.
Dos taleguillas rotas, las que ciñen Arruza y Manolete, califican y
ponderan el éxito del festejo de ayer; las dos primeras taleguillas de la
torería actual, hechas jirones por las astas de los toros de Tassara, son el exponente de una
competencia que devuelve a la fiesta su emoción sustancial, sin la cual
degeneraría el toreo.
Manolete, cuya maestría es notoriamente insuperable, pisó ayer,
acuciado por su hombría, el terreno del toro. Y Arruza, estimulando su
trascendente valor por idénticas causas, se movió toda la tarde conscientemente
en el área de la temeridad. Peleílla, que es el mejor adobo de la fiesta. El
tema de los toros está en auge: dan fe dos taleguillas rotas.
Manolete exhibió ayer su toreo recio, del que en otras ocasiones
hemos dicho, y probado está, que es de mucho riesgo y verdad. Si el toro que
rompió plaza no se prestó a mayores intentos, porque llegó aplomado a la
muerte, en cambio el cuarto brindó al cordobés la gran oportunidad, que no fue
ciertamente desperdiciada. La faena de Manolete prologada con tres pases altos
auténticamente estáticos, tuvo la unidad debida entre sus diversos
tiempos, en los que había de resaltar las dos series de naturales -cinco y tres- como
fundamento, más los adjetivos de molinetes y manoletinas, todo engarzado con
sobrios desplantes, uno de ellos tan cercano, que el diestro resultó cogido y
por fortuna ileso. Faena cimera, justamente premiada con oreja y honores
inherentes.
Pero aún el de Córdoba hizo algo mejor, y fue la estocada. La
gallardía del volapié, con la traza original y arrogante con que Manolete
reviste la emoción de la suerte suprema, tuvo en esta ocasión pleno logro. Así
se matan los toros, señor Manuel
Rodríguez, y no es mal señor quien honra a su estirpe.
Arruza merece la
consideración de benemérito de la fiesta nacional. Decaía esta por falta de
estimulantes de la maestría antes meritada, y llega Carlos Arruza, que con su arte personalísimo y desdén de cualquier temor, resuelve el problema de los
terrenos, levantando todas las vedas. La maestría para no desmerecer ha de
superarse y emparejar en el riesgo con el emocionante quehacer del gran Arruza,
al que ayer hemos visto pasarse los toros tan cerca, ceñirse en los lances de
manera inverosímil, dando a su toreo idóneo una emoción, que para siempre
parecía perdida. Y no solo lo hace Arruza con capa y muleta. Con las
banderillas estuvo ayer sencillamente maravilloso, llegando en su primero, por
tres veces, a un par de metros de la cara del toro, instando las tres tan de
cerca la arrancada para clavar otros tantos magníficos pares, sobre todo el
tercero, que resultó perfectísimo.
Un rasgo de valor extraordinario hemos de meritar en su segundo.
Alcanzado y corneado a la salida de un segundo par, de poder a poder, repitió
la suerte en idéntica forma. Arruza es capaz de asustar al miedo.
Huelga decir que las ovaciones se sucedieron, y en el segundo tercio de la lidia
cayeron sombreros al ruedo.
Las faenas a sus dos toros fueron sencillamente inenarrables. La
primera breve, pero cerquísima y eficaz, para matar como los cánones mandan.
También Arruza es gente en este menester. La segunda faena, tan cercana
como la otra, más reposada y completa, sobresaliendo los pases por bajo
iniciales, dos magníficos naturales con la izquierda y dos emocionantísimos y
soberbios molinetes de rodillas, como más no cabe. La faena había puesto en
vilo a los espectadores y como la estocada fue certera, hubo oreja y aún
unánimemente se pedía mayor premio para el aclamado espada. Nadie había abandonado
su puesto después de arrastrado el toro. La emoción hacía su efecto en los
tendidos.
Pepe Luis Vázquez dio ayer destellos
de su arte personalísimo, para el que siempre hay abierto un crédito de
confianza. Su primera faena, comenzada con tres bonísimos pases altos, fue
torera y eficaz, descollando tres molinetes rebosantes de salero. Pinchó Pepe Luis en lo alto, pero luego erró
el descabello de primeras y se consideró deslucido prematuramente, desistiendo
en su segundo, al que dio algún muletazo saleroso. Quizás era razonable no
terciar en la disputa. Pero tiene muchas oportunidades y su público lo espera
El ganado de Clemente Tassara, en
general, gordo y fácil para el torero. Si el que abrió plaza se aplomó, no hizo
en cambio nada feo. De los subalternos a pie, la cuadrilla de Manolete
en pleno. De a caballo, Antonio Díaz. Almohadilla se excedió al
castigar ¿Vamos a no salir más hasta los medios?
Resumen: En ambiente de peleílla, noble, eso sí, se logró
brillantemente el prólogo de la Feria. Y que así siga hasta el epílogo.
DON FABRICIO
Sevilla, feria de 1945: Manolete y Pepe Luis, cuatro tardes; una con los Miura. |
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