Manuel Rodríguez Sánchez y Carlos Ruiz Camino: Manolete y Arruza |
La revista El Ruedo, de México, publicó en el año 1964 un texto que el matador
de toros Carlos Arruza dedicó a su amigo Manolete, artículo que
fue reeditado en España en 1997 por la revista 6Toros6, al cumplirse el cincuenta aniversario de la muerte del torero cordobés.
Por lo mucho que significó la corta en el
tiempo pero entrañable amistad entre ambos toreros, pues esta creció de verdad
tras la alternativa de Agustín Parra Parrita, en Valencia en
1945, merece la pena rescatar el maravilloso testimonio del gran torero mexicano Carlos Ruiz Camino sobre su amigo Manolo, a quien siempre llamaba maestro aunque Manolete
le insistiera que no le llamara de esa forma -¡pero
Carlos, por favor, no me llames maestro!-, como nos contó en una entrevista otro íntimo amigo del espada de Córdoba, Manuel Sánchez de Puerta.
MANOLETE
Por Carlos Arruza
«En el año 1944 comencé a torear
por tierras de Portugal. Había puesto como única condición para presentarme en
la plaza de Lisboa hacerlo al lado de Manuel
Rodríguez Manolete, lo que me fue
concedido un día de junio, en que Manolete, Morenito de Talavera y yo
alternamos en la plaza lusitana.
Mi interés personal por conocer a Manolo era extremo. Nunca antes
había tenido oportunidad de cruzar palabra con el hombre y el torero que, por
ese entonces, apasionaba a los públicos taurinos. Antes de mi presentación en
Lisboa, y durante veinticuatro horas, hice lo imposible por que nos presentaran.
Cosa que no pudo acontecer sino en el momento mismo de iniciarse la corrida,
en el patio de caballos del ruedo en Lisboa. Manolete se liaba el
capotillo de paseo. Un amigo hizo las mutuas presentaciones. La forma fue seca,
casi cortante. Ninguno de los dos nos estrechamos la mano. El torero de Córdoba
me recibió con un tajante, duro, casi grosero: “¿Qué hay?", que de momento
me molestó hondamente… Totalmente "como un perro, con la cola entre las
patas", me escurrí por allí, francamente molesto.
Manolete |
Tiempo después pude comprobar que
esa tajante respuesta era una consecuencia natural del temperamento austero,
cortante, característico en la persona de Manolete. Pero en ese momento me
produjo un mal entendimiento que causó que, durante más de un año, Manolete
y yo toreáramos casi todas las tardes ¡sin dirigirnos una sola palabra, ni
siquiera para las circunstancias inevitables de la lidia…!
Ese año llego a España el
empresario Antonio Algara.
Su presencia vino a poner punto
final al conflicto taurino. Ello favoreció más aún que Manolete y yo toreáramos
con mayor frecuencia, casi siempre juntos. El continuo trato vino a convertirse
más tarde en una amistad estrecha y profundamente sentida por ambos. Entonces
pude comprender en toda su intensidad el valer de Manolete, como torero,
como amigo, como hombre. Un sentimiento de hermandad ligó a los dos hasta la
muerte de Manolo.
Recuerdo muy bien como empecé a
admirar a Manolete; toreábamos Manolete, Morenito de Talavera y yo
una corrida del Duque de Palmela. A Manolo
le tocó un toro jabonero impresionante, fuerte y peligroso,
particularmente porque en Lisboa no se acostumbra picar a los toros por
prohibirlo el reglamento. Manolete citó con el estatuario y le
dije a Antonio Rangel, que por ese
entonces estaba en Lisboa como novillero: "Me cortó la cabeza, si se queda
quieto".
Afortunadamente no lo cumplí,
porque ahora estaría decapitado, ya que Manolo le dio un pase por alto
increíble y lo repitió en la misma forma y manera, hasta en cinco ocasiones.
Descubrí entonces el toreo dramático, estoico, su forma arrojada, el carácter
por así decirlo de Manolete. Reconocí su propósito de renovar los moldes taurinos
impuestos hasta entonces…
Sevilla, 18 de abril de 1945. Pepe Luis Vázquez, Carlos Arruza y Manolete para
lidiar una corrida de Clemente Tassara: "La tarde de las taleguillas rotas".
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Belmonte, a quién tan solo pude
ver en dos o tres festivales, marcó una época en el toreo. Pero Manolete
fue más adelante todavía: su estoicismo para medir, para esperar la arrancada,
vino a modificar los procedimientos. La manera angustiosa de hacer su toreo
influenció definitivamente a todos los toreros de esa época. Unos buenos, otros
no tanto, los toreros se dieron francamente a la imitación de dichos moldes.
Todos querían ejercer el dominio del toro, mandando y pasándoselo por la faja,
como lo hacía Manolo. Es decir, todos estaban amanoletados. Con una excepción
extraordinaria, Pepe Luis Vázquez
cuyo arte quintaesenciado le impidió caer en imitaciones.
Creo que una de las razones por la
que pude triunfar en España, fue precisamente por haber rehuido al
amanoletamiento, valga la expresión. Me puse a pensar que la única manera de no
caer en la repetición y en lo común, era llevar a cabo una especie de antítesis
del toreo manoletista. Buscar y lograr mis propios métodos y procedimientos.
Torear en diverso estilo al estoico de Manolete. Y las fechas se fueron
ligando…
He dicho que el sentimiento más de
hermandad que de amistad que me ligo con Manolete se inició tras una pausa de
mal entendimiento. Al Manolete amigo, caballero y
compañero, lo comencé a conocer en una paella que se nos sirvió en Valencia,
después de una corrida en que recibió la alternativa Parrita.
Valencia: la paella del armisticio. |
Desde el principio, y siempre que
toreamos juntos, pareció que Manolete me leía el pensamiento. Sin
hablarnos, sin cruzar una sola palabra durante la lidia de nuestros toros, Manolete
cuidaba de los míos con un celo y vigilancia extremos. Cuidaba los detalles de
la embestida, la colocación de las cuadrillas, se adentraba en la brega de mis
toros como si fueran los de él. Por contraparte yo hacía a mi vez otro tanto con
los toros suyos. Repito, todo sin decirnos una sola palabra, sin dirigirnos una
sola indicación. Y cuando la suerte se me daba bien y cortaba orejas y rabo, Manolete
mostraba su íntima satisfacción con aquella sonrisa triste, con aquella amistad
silenciosa que le era característica.
Para concluir quiero relatar una
anécdota elocuente por sí misma: el día de mi presentación en Madrid -fecha que
es fácil suponer lo que significaba y entrañaba para mí- me encontré
de momento en grave trance. Faltaban escasos tres cuartos de hora para que se
iniciara la corrida y mi sastre no se presentaba con el terno que debería yo
vestir esa tarde. Nos encontrábamos en el Hotel
Victoria, nerviosos. El nerviosismo de Madrid y
Traje morado y oro de Manolete. Hermandad de Jesús Caído
de Córdoba. Foto Manuel Jáimez.
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el mío propio eran tensos.
Los telefonemas se sucedían ininterrumpidamente. El sastre Ripollés ofrecía llegar en unos minutos y no llegaba. Y los minutos
transcurrían indetenibles. En un piso superior del Hotel se hospedaba Manolete.
La situación se tornaba insoportable ya, por lo que Andrés Gago subió al piso de Manolete y solicitó prestado un
terno. Ante nuestra sorpresa, regresó portando tres ternos que se nos enviaban
para escoger. El rasgo de amistad no podía ser más generoso. Me estaba
vistiendo yo la casaquilla de un terno morado y oro (propiedad de Manolete
y con el, que ocasionalmente, iba a hacer mi presentación máxima) cuando llegó
el sastre con mi terno de luces. El favor solicitado y en forma generosa
correspondido, puede parecer pequeño, ¡pero que elocuente es en su significado!».
El buen aficionado mexicano Manolo Castilla con el matador
de toros Juan Ortega en la calle de Carlos Arruza. Foto Cuevas
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El Ayuntamiento de Córdoba dedicó
a la memoria del torero mexicano Carlos Arruza una calle en el barrio
de Santa Marina, situada entre la Plaza de la Lagunilla -donde Manolete
de niño soñó con ser torero- y la Plaza Conde de Priego, donde se erige su
monumento.
3 comentarios:
Don Antonio es un honor leer todos los artículos que publica porque son extraordinarios y nos hace saber más de las anécdotas que vivieron estos monstruos del toreo,es de mucho interésy se agradece. Enhorabuena Don Antonio.
Magníficos artículos, en efecto.
Un lujo leerlos
Saludos
Muchas gracias a ambos por asomaros a esta recoleta plaza de La Lagunilla, donde Manolete soñó con ser torero, y desde la que pretendemos recordar a los nuevos aficionados lo que significó en el rumbo del toreo ligado en redondo.
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