martes, 19 de diciembre de 2023

LA HISTORIA DEL ZURITO: RAÍCES ANDALUZAS Y SELLO “TXIKITERO”

Por Antton Iparraguirre

Peña Zurito en Gaztelubide (Donostia) con el torero Gabriel
de la Haba, abajo en el centro. Fotografía Kutxa Fototeka. 

Como continuación a la entrada de Francisco Bravo Antibón, que hablaba del origen y componentes de la cordobesa dinastía de los «Zurito», nos parece interesante reproducir la curiosa historia cervecera vinculada al famoso apodo de esta saga taurina. 

La escribió Antton Iparraguirre en el artículo «La historia del zurito: raíces andaluzas y sello “txikitero”», y fue publicada en el «Diario Vasco» de San Sebastián, el 26 de abril de 2018.

 

«¿Quién no ha tenido una urgencia fisiológica y ha entrado en un bar para ir al baño? ¿Pero qué pides cuando en realidad no te apetece tomar nada y tienes prisa? Pues muchos un zurito, ya que se sirve y se consume con rapidez. Además, es barato y el barero no te puede mirar mal. No utilizas su servicio por la cara.

Muchos creen que “zurito” es una palabra auténticamente vasca. Tal vez se basen en que no aparece en el diccionario de la Real Academia Española, pero sí en el de Elhuyar, que lo define como «medio vaso de cerveza». Lo cierto es que nació en la Parte Vieja donostiarra en la década de los 60, gracias a un “txikitero” que se pasó del oscuro  vino tinto a la bebida de color ambarino, y a un conocido barero, pero que tiene también una raíz andaluza.

Hace seis décadas el “txikiteo” vivía su particular edad de oro. Miles de cuadrillas de jóvenes y adultos cumplían, casi como una procesión religiosa, la tradición de tomar a diario una cadena de vasos pequeños de vino en bares concretos de una zona limitada. Era ir de “txikitos”, nombre surgido porque un vino costaba una perra chica. Podía ser al mediodía o después de finalizar la jornada laboral, entre las 19.30 y las 21. 00 horas. Incluso en ambos periodos del día. Cada grupo -ahora se diría “manada”- era inconfundible para el resto, raras veces se mezclaban y las razones que unía a sus miembros eran de las más variopintas. Todos se arrimaban a una barra de bar que normalmente solía estar a la izquierda y era muy larga para que cupiesen cuantos más “txikiteros” mejor.

Patxi Alkorta. Foto Kutxa Fototeka y DV.


Pero no a todos los miembros de una cuadrilla les gustaba el vino tinto peleón o el más suave clarete navarro. Ambos caldos estaban bien para el bolsillo, pero no para el paladar. Siempre había alguna “oveja negra” que se salía del rebaño y se decantaba más por la dorada cerveza. El vermú era caro y cabezón si se abusaba. Por eso, se tomaba principalmente los domingos con un aperitivo y en familia, no con la cuadrilla. El “marianito”, que llegaría desde Vitoria, todavía no se había popularizado en Gipuzkoa y tampoco es beneficioso en un poteo masivo.

Pero, como hacían los “txikiteros”, no hay que desviarse de la ruta marcada. Estamos hablando del origen del zurito, que en muchas zonas del Estado se conoce como “corto de cerveza” y en Aragón “penalti”. Pues bien, la primera pista se remonta un joven y prometedor torero cordobés llamado Gabriel de la Haba. El tercer miembro de la ya entonces conocida dinastía de los Zuritos nació en 1945 y tomó la alternativa en 1964 en Valencia. Toreo en San Sebastián, donde existía una gran afición taurina que tenía como “catedral” la plaza de El Chofre. Fue tal su éxito que, en su honor, se fundó en la Parte Vieja de San Sebastián la Peña Zurito. Su sede estaba en el bar Loretxu, sito en la populosa calle Fermín Calbetón. En 1965 llegó a contar con 54 miembros,  una cifra nada desdeñable en la época. Entre sus fundadores se encontraban conocidos “txikiteros” como los cuatro hermanos Subijana, Hilario Olasagasti y Periko Sagarzazu. Pero uno de sus “alma máter” pasaría a ser Patxi Alkorta, dueño de la taberna Irutxulo, ubicada en la calle Puerto, junto a Portaletas. Fue, además, el pionero en el lanzamiento de los cohetes en el campo de fútbol de Atotxa, dos cuando la Real Sociedad metía gol y uno cuando lo hacía el equipo rival. Por la barra de su establecimiento pasaron los más importantes deportistas que llegaban a San Sebastián. Desde atletas, ciclistas, futbolistas… a músicos, actores, médicos y turistas.  El Irutxulo era un punto obligado para los visitantes ilustres, y todos recibían una de las típicas txapelas que Patxi Alkorta supo llevar por el mundo entero.

Carlos Pérez Garrido. Foto Kutxa Fototeka y DV


Otro nombre propio de gran importancia en esta historia es su amigo y cliente del bar Carlos Pérez Garrido, que falleció el pasado 23 de febrero a los 80 años de edad. Cuando comenzó a “txikitear” con su cuadrilla hubo un momento en el que, según reconoció, se hartó del vino peleón, por lo que se decantó por pedir cerveza en los bares. Esto no impedía que se le considerará un “txikitero” más en la cuadrilla. El poteo, en el que cada uno pagaba una ronda en un bar distinto. Siempre había un gorrón que tenía “alergia” a la barra y entraba el último en el local para no pagar, o se iba a casa cuando le tocaba invitar al resto. Las cuadrillas recorrían los emblemáticos Irutxulo, Loretxu, Arzak, Astelena, Aralar, Txukun, Patxiku Kintana… y otros muchos establecimientos frecuentados por grupos diferenciados que pululaban por la angosta Parte Vieja donostiarra. A veces a sus calles se las conocía más por el nombre de un bar que por el personaje, lugar o hecho histórico al que estaba dedicada. Se hablaba de deportes, toros o música en voz alta, y de política de conflictos laborales en un susurro para no tener problemas con las autoridades.

Lo malo para Carlos Pérez Garrido es que en los 60 todavía no habían llegado a las barras de los bares donostiarras los resplandecientes cañeros. Para no quedar retrasado ante el “txikito” que se tomaba en dos sorbos, pedía medio botellín -lo llamaba “un mini”-  y se tomaba el resto en la segunda vuelta a ese mismo bar. Su idea tuvo cada vez más adeptos entre los “parroquianos” de Lo Viejo, y con el tiempo se puso de moda. Además, como era miembro de la ya mencionada Peña Taurina Zurito, Carlos Pérez Garrido comenzó a ser conocido con el alias de “Zurito”. Esto último podría explicar porque algunos lo consideran el “padre” del corto de cerveza “a la vasca”. Pero la historia sobre la paternidad de la ambarina bebida de cebada no termina ahí. Hay otra teoría, que para muchos es la más fiable.

Se dice que nombrar “zurito” a esta forma de tirar cerveza en un vaso de txikito se le ocurrió a otro miembro de la peña taurina. El ya mencionado Patxi Alcorta, que servía a los “minis” más auténticos en su bar Irutxulo. Al parecer, en pleno poteo alguien exclamó: ¡Qué pena que no tengamos un nombre para esto! A lo que, según esta hipótesis, Patxi, que ya despuntaba por su rápido ingenio, respondió: «Oye ¿no tenemos una Peña Zurito? Pues lo llamamos así».

La historia oral también cuenta que los distintos miembros de la dinastía de los Zuritos cuando toreaban en San Sebastián pedían en los bares de la Parte Vieja un corto de cerveza, y que ésa es la raíz de todo. Esta versión no cuenta con muchos adeptos.

La conclusión tal vez más plausible sería que Carlos Pérez Garrido fue el inventor del zurito y Patxi Alcorta el que le puso el nombre.

Seguro que este último, que falleció en 1975, nunca pensó que el zurito llegaría imponerse al “txikito”.

Un bar de la Parte Vieja donostiarra en los años 60. Foto Kutxa Fototeka

Los “txikiteros” son casi historia. Una especie en vías de extinción. Ya nadie se acuerda de que hasta se hacía huelga cada vez que se subió el precio del vaso de vino. En 1969 fue polémico  que pasara de costar 70 céntimos a 1 peseta. Los bareros alegaron que era un incordio para ellos devolver tres perras gordas o seis perras chicas. Para calmar los ánimos prometieron «echaremos algo más de líquido en el vaso».

Precisamente el declive comenzó a principios de los 70, y una de las razones se encuentra en que el precio fue subiendo paulatinamente.   

Es significativo que el propio Carlos Pérez Garrido tuvo que potear en solitario durante sus últimos años, ya que todos sus amigos habían fallecido. Se suele decir que el hígado pasó factura los “txikiteros” y ahora son una especie en extinción. Muchos médicos prohibían a sus pacientes el “txikiteo” cuando confesaban que podían tomar entre 24 o 28 vinos  al mediodía y otros tantos al anochecer. ¿Te imaginas qué gasto supondría hoy en día si se multiplica por 30 días? Nada tiene que ver el valor que tenía en la década de los 60 la perra chica, moneda que dio lugar a la denominación de “txikito”, con el del euro más de medio siglo después.

Vaso del antiguo "txikito" y "zurito" de cerveza,
con más de su mitad inferior rellena de vidrio.

El vino “peleón”, de color oscuro, rudo y de alto octanaje, ha sido reemplazado por bareros y clientes en favor del caldo “de año”, más de color burdeos y suave al paladar. El tradicional vaso del “txikito” -y en los inicios del zurito- estaba más de su mitad inferior rellena de vidrio. El vino se depositaba en la parte superior, que tenía capacidad para 70 cl, y su diámetro era de 60 mm. Ya no se ven en las barras. Han sido sustituidos por cristalinas y esbeltas copas altas. Además, hay tal variedad de botellas que uno ya no sabe ni por cuál decantarse. Los amantes del vino siempre han dicho que no hay ninguno malo. «Hay bueno, muy bueno y excelente, proclaman».

Pero el “corto” de bebida ambarina no ha sabido crear aquel ambiente aglutinador y festivo que se vivía en los bares hace medio siglo gracias a las cuadrillas de “txikiteros”. Hay que decir, además, que no todos eran hombres con tripa, vestidos con camisa de cuadros y txapela»

1 comentario:

Andrés Osado dijo...

Amigo Antonio: En su blog, se aprende de todo. Gracias
Un abrazo. Feliz Navidad