sábado, 20 de julio de 2019

MANOLETE, REY DE TOREROS

Por Antonio Luis Aguilera

Madrid 11/5/1944. Alternativa de Ángel Luis Bienvenida.
Actuó con sus hermanos Antonio y Pepe. Foto ABC
El 3 de noviembre de 2005, en la magnífica sede de la Tertulia Taurina El Castoreño del Real Círculo de la Amistad de Córdoba, con el auditorio lleno hasta la bandera y actuando como notario el historiador taurino Fernando Claramunt López, el matador de toros Ángel Luis Mejías Jiménez, último representante de la célebre dinastía de los Bienvenida, sin lugar a dudas una de las más toreras de la historia, nos respondió con el señorío, sencillez y gallardía que le caracterizaban, cuando requerimos su opinión sobre la campaña antimanoletista emprendida por algunos críticos y toreros para restablecer la “verdad” del toreo, poco tiempo después de que un toro de la ganadería de Miura hubiera matado al torero cordobés: “Mire usted, si el toreo ha tenido un dios y una virgen, ese ha sido Manolete. Primero fue él y luego todos los demás. Lo que ocurre es que aquí hay mucha envidia y eso no se perdona. Desgraciadamente en España hay muchos envidiosos”.

Alicante, 29/6/1947. Manolete somete con un precioso doblón a un
 toro del Conde de la Corte que pesó en canal 330 kg. Foto Finezas
En sus dos últimas temporadas Manolete sufrió el hostigamiento del público. Se metían con él y le protestaban el precio de las entradas. No era de extrañar, pues críticos de la influencia de Gregorio Corrochano (Diario ABC) le habían llamado “banquero” en sus crónicas al verlo de espectador en la feria de Sevilla. Por otra parte, toreros que gozaban del fervor de una crítica ortodoxa pero de escasas miras, nunca perdonaron al espada de Córdoba que les anticipara la retirada, como fue el caso de Marcial Lalanda, quien juzgaba a Manolete de torero corto, que se desenvolvía bien con los toros chicos y afeitados, cuando precisamente fue él quien protagonizó un enorme escándalo en la plaza de Valencia, al aparecer afeitada en los corrales la corrida del Conde de la Corte prevista para su despedida de la afición de aquella ciudad, hecho que originó la retirada del encierro por el ganadero, y el arresto con el consiguiente rapado al cero de su representante, como era habitual en aquella época. 

Sevilla, 20/4/1941. Manolete con el rabo
de un toro de Villamarta. Foto Mari
Manolete era el torero que más cobraba porque era el que más se arrimaba. Precisamente por eso, entre otras señoriales cualidades, ocupaba el trono del toreo y mandaba en la Fiesta. Y como no podían pararlo, los envidiosos recurrieron a quienes no tuvieron escrúpulo en propagar que en él todo era truco y fraude. Sin embargo, la perspectiva de la historia termina poniendo a cada uno en su sitio, por mucho empeño que pongan en lo contrario aquellos que la escriben. Basta comprobar cómo se toreaba antes de Manolete examinando fotos de los toreros más influyentes de las primeras décadas del siglo XX, para observar que hasta Chicuelo se trata de un toreo de escasa reunión, con trasteos a la defensiva, donde la muleta balbucea un toreo de mayor sosiego, pero todavía se desplaza al toro lo más lejos posible del sitio que ocupa el torero. El público aceptaba esta tauromaquia y veía como algo extraordinario cuando un toro propiciaba una actuación donde adquiría protagonismo la quietud de piernas.
Por el contrario, analizando detenidamente fotografías de Manolete, que históricamente otorga regularidad al toreo de Chicuelo, podemos observar que nos hallamos ante un modelo que no ha perdido actualidad, el toreo ligado en redondo, donde el diestro deja venir al toro por su terreno natural para obligarlo a ir hacia atrás y hacia dentro, intercambiando los terrenos del toro y del torero. En la vertebración de este planteamiento resultaron fundamentales Guerrita, Joselito y Chicuelo. Lo que hizo Manolete fue aceptarlo y adoptarlo como patrón de su modelo de faena, donde colocado de perfil llegó a acortar las distancias para ganar pasos laterales hacia el animal y provocar las arrancadas de la mayoría de los toros, siendo fiel al mismo concepto todas las tardes. De esta forma, sin esperar a que le saliera "su toro”, con una firmeza y regularidad impresionantes, el cordobés implantó definitivamente el toreo ligado en redondo de Chicuelo como la base técnica que habría de sostener cualquier expresión artística. 
Aranjuez, 4/9/1942. Toreo de bragueta,
mano baja y dominio. Foto Mari
Los escolásticos hablaban de “parar, templar y mandar”, pero fue necesario el reinado del torero cordobés para hallar el gozne que permitiría la implantación y desarrollo de esta célebre fórmula, atribuida a Belmonte, a la que Manolete incorporó los verbos “aguantar y ligar”. Manuel Rodríguez asumía cada tarde este riesgo, mientras no faltaban compañeros que decían que había acostumbrado mal al público y estaba llegando muy lejos, porque entendían que a todos los toros no se les podía hacer faena por naturales. Pero esa era su gran verdad y ninguno fue capaz de aguantar ese tremendo pulso. Nos comentaba el matador de toros Rafael Jiménez Castro Chicuelo, hijo del inolvidable espada sevillano que concedió la alternativa al cordobés: “Mi padre me decía que Manolete fue el único torero al que había visto pararse con los toros gazapones”. Sobran comentarios, cualquier aficionado sabe lo que eso significa, pero resulta valiosísima esta sincera y torera opinión para confirmar que el toreo de Manolete tenía unidad de sistema, porque el cordobés lo aplicaba a todos los toros.

 Majestuoso pase natural al toro Perfecto, de
Miura. Barcelona, 2/7/1944. Foto Mateo.
El tiempo acabó dejando sin argumentos a quienes interesadamente etiquetaron al espada cordobés de “torero corto”, como Marcial Lalanda, “el más grande” según la letra de su pasodoble. Porque a un torero de la majestuosidad y hombría de Manolete no se le puede juzgar por el austero catálogo de suertes que practicaba. El torero de la plaza de la Lagunilla no realizaba -ni falta que le hacía- quites como el de la mariposa, donde se tocan las orejas del toro –generalmente al de un compañero-, ni necesitaba torear de rodillas para que el público vibrara, pero ejecutó con personal naturalidad y pureza las suertes fundamentales de la lidia, como la verónica  -reina del toreo a capote-, el natural –rey del toreo de muleta- y la estocada –reina de todas las suertes, llamada suprema porque al entrar derecho para atacar arriba se pierde la cara del toro-. Sin fantasías ni concesiones a lo accesorio, Manolete ejecutó magistralmente las suertes fundamentales del toreo. ¿Torero corto?
Al natural en México. El peso del torero gravita sobre la pierna de salida
También Domingo Ortega, aprovechando que soplaban vientos a favor cuando Manolete no podía replicarle, conferenció en 1950 sobre la “verdad” del toreo, censurando al diestro que no adelanta la pierna contraria cuando se arranca el toro, porque así no se carga la suerte. Era una clara alusión al toreo de perfil del espada cordobés. Pero si la verdad del toreo se resumiera en esa acción de avance de la pierna de salida, todos los toreros, desde Manolete a nuestros días, habrían sido unos mentirosos. Y no es verdad. Manuel Rodríguez cargaba la suerte siempre que el peso de su cuerpo gravitaba sobre la pierna de salida, que es la máxima expresión de entrega y dominio sobre el toro, sin que en ello tenga mucho o poco que ver que el compás permanezca abierto o cerrado.
El toreo está tan lleno de Manolete como el cielo y la tierra
de la voluntad de Dios. ("Clarito"). Foto Manolo Castilla
No tuvo discípulos Domingo Ortega, que basaba su modelo de faena en un toreo sobre las piernas, de intercambio de pases y pasos avanzando con el toro, armonioso para quienes aceptaban esta manera de dominio, y de otro valor para quienes veían en su sistema una forma más o menos elegante de irse al rabo. Por el contrario, todos los toreros adoptaron para expresar su acento artístico el toreo ligado en redondo revelado por Chicuelo y consolidado por el torero cordobés, donde el lidiador, con el compás abierto o retrasando ligeramente la pierna de salida, deja venir al toro por su camino natural, sin quebrar su viaje desplazándolo hacia afuera, para llevarlo hacia atrás y hacia adentro, y con un giro de talones intercambia los terrenos para ligar los pases. Ninguna campaña de desprestigio después de haber muerto en las astas de un toro pudo evitar que la sombra de Manolete siga agigantándose al contemplar la perspectiva de la historia, porque como bien sentenció el crítico César Jalón Clarito: “El toreo está tan lleno de Manolete como el cielo y la tierra de la voluntad de Dios”.

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