Se llamaba Comunista pero le cambiaron el nombre por Mirador, como si presagiara el de tantos críticos influyentes, que
escribieron la historia del toreo mirando sin ver. Hoy se cumplen ochenta y un
años de su lidia. Fue el toro de la alternativa de Manolete en Sevilla, apadrinado por Manuel
Jiménez Chicuelo, y completando
cartel Rafael Vega Gitanillo de Triana. La ganadería de Clemente Tassara, antes Parladé,
corrida a beneficio de la Asociación de la Prensa. Manolete cruzó el dorado albero maestrante luciendo un traje
color heliotropo y oro, y triunfaría cortando las orejas al rebautizado toro,
aunque el gran triunfador de la calurosa tarde fue Chicuelo, al lograr las dos y el rabo del cuarto; Gitanillo de Triana no
se fue de vacío y cortó las del quinto.
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Chicuelo otorga la alternativa a Manolete |
En la efeméride de aquella alternativa conviene recordar que Chicuelo
no solo fue el padrino de la ceremonia, sino quien, al ceder los trastos a
aquel espigado gallo de pelea, también otorgaba continuidad al toreo de línea gallista, que él había refinado con la
gracia de su arte, y Manolete habría de elevar a definitivo durante su
reinado.
José Alameda tuvo
oportunidad de comentarlo con el mismo Manolete y levantó acta en su obra «Los
arquitectos del toreo moderno» (Ediciones Bellaterra, 2010), donde escribió:
«… hemos visto que la aportación técnica de Manolete,
su forma de obligar, tuvo una significación no sólo porque acortaba una
distancia, sino porque lo hacía en rectitud. Esto no hubiera sido posible si Manolete
hubiera estado en la línea de Belmonte,
ya que, tal y como Belmonte entendía
y practicaba el toreo, su cite oblicuo, su provocación en cruce, estaba cargado
de razón.
El hecho es que Manolete procedía de la misma línea
que Chicuelo.
Esta afirmación sin duda parecerá sorprendente a muchos. Pero yo no digo que
sea una opinión mía, me pongo categórico y sostengo que es una realidad, por
eso he empezado diciendo «el hecho es». Y tan lo es que el primero en saberlo
era el propio Manolete.
Corría el mes de febrero de 1946, cuando tuve ocasión de
hablar con Manolete sobre este tema. Nos encontrábamos en el Hotel
Reforma, de la ciudad de México, charlando mientras él terminaba de vestirse
para acudir a una cita. Estaba en mangas de camisa, anudándose la corbata y, al
oírme decir que yo encontraba mucha similitud entre su forma de torear y la de Chicuelo,
volvió hacia mí sus ojos que revelaban una complacida sorpresa:
—Así es —dijo sin titubear—, la gente no suele verlo, porque
la gente no se fija en esas cosas, pero ese es mi toreo. Yo creo que el torero
debe mantenerse lo más posible en su centro, en la línea. Y, en eso el mejor
que yo he visto ha sido Chicuelo.
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Chicuelo al natural con Corchaíto, de Graciliano Pérez-Tabernero |
Todavía, mientras salíamos y tomábamos el elevador para
dirigirnos a la calle, siguió con el tema, que parecía agradarle, y me contó que,
a raíz de haber recibido de Chicuelo
la alternativa, lo ayudó cuanto pudo no sólo porque algún pariente de Dora
la Cordobesita (la esposa de Chicuelo), cordobés también y amigo
suyo, se lo había pedido, sino porque el siempre había creído que esa era «la
línea verdadera del torero».
—Lo que pasa –añadió– es que parecía que el Diablo le escogía
los toros. Toro malo que venía en aquellos encierros le tocaba a él. Y como no
peleaba mucho…
Estábamos ya sobre la acera, en la esquina del paseo de la
Reforma y la calle de París… Era el anochecer… México se adentraba en las horas
en que la luz de sus faroles quietos se deja vencer por los focos movibles de
los coches que pasan como en riada… En uno de aquellos coches, se fue Manolete.
Pero lo que había dicho se quedó allí, conmigo, para que ahora pueda yo ponerlo
en esta evocación.
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Manolete al natural con Perfecto, de Miura |
Se comprende que, para la mayoría, resulte difícil advertir
la similitud técnica de Manolete y Chicuelo bajo sus evidentes
diferencias de figura, temperamento y conducta, que se traducían en un gran
contraste de expresión.
Pero dentro del proceso del toreo moderno, pueden
distinguirse claramente dos líneas o rutas que, si bien se influyen a veces
mutuamente, conservan en lo profundo muy definido su trazo.
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José Alameda |
Una es la del toreo en cruce, de los lidiadores que caminan,
toreo con traslación: Belmonte, Ortega, Arruza…
Otra es la del toreo «en la línea», en que el torero busca
ser centro y eje, toreo sin traslación: Chicuelo y Manolete».
El magistral análisis
de José
Alameda enseña que no debe confundirse la línea o procedencia del
toreo, con su expresión artística o acento personal de cada torero.
Gracias al genial Luis Carlos Fernández López-Valdemoro, hoy recordamos aquella alternativa que cambió el rumbo de la historia, con la confesión del propio Manolete sobre el origen de su toreo.
Gracias al genial Luis Carlos Fernández López-Valdemoro, hoy recordamos aquella alternativa que cambió el rumbo de la historia, con la confesión del propio Manolete sobre el origen de su toreo.
1 comentario:
Genial. Como siempre. La verdadera historia del toreo que no siempre coincide con la que nos han contado.
Un fuerte abrazo
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