Por Francisco Bravo Antibón
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Plaza de toros de Algemesí (Valencia), sin barreras y con burladeros |
…”SOLO UNA VEZ MANDÓ EL GUERRA QUE
LE PUSIERAN BURLADEROS”…
Es conocido que las demostraciones valerosas en
torno al toro de lidia, primero se efectuaron a campo abierto, más tarde en los
patios de armas, a los que siguieron recintos más o menos apropiados y
acondicionados a la exhibición, como las plazas mayores de las ciudades o
lugares que se adecuaban a las exigencias del evento, por ejemplo acotando una
zona con carros. Todavía hoy, en algunos pueblos, es posible admirar la
“arquitectura” de las primitivas plazas
de toros.
Comprobado su arraigo popular y la ascensión en los
niveles de aceptación de la fiesta de los toros, se piensa en construir cosos,
especialmente diseñados para tal menester, lo que se produce y generaliza a
partir del siglo XVII.
ANFITEATRO ROMANO DE NIMES
Los primeros proyectos se basaron sin duda en los anfiteatros
y circos romanos, de tal forma, que entre la arena y el público, solo estaba
previsto levantar un muro, siendo esa la única defensa que separaba a las dos
partes. Se empezó respetando escrupulosamente que la lidia ha de afrontarse y
resolverse en el ruedo, debiendo desestimar el matador en todo momento, aún
cuando el peligro acechara, el poco
edificante recurso de encaramarse a la división de fábrica o los carros, según
los casos.
COSO DE LOS TEJARES
En el proyecto para la construcción del antiguo coso
cordobés de Los Tejares, el secretario contador de la sociedad constituida al
efecto: don Fausto García Tena, aconsejaba lo siguiente:
…”8º apartado: la plaza no tendrá barrera y sólo se
colocarán burladeros en los ángulos de polígono, y dos maromas paralelas sobre
pilaritos de madera, colocados en el antepecho.- 20-marzo-1845-“…
Sin embargo, poco después —el día 26 del mismo mes y año—,
existe un informe de la Junta Directiva, que a su vez lo tomó de la Junta Inspectora,
en el que ambos grupos se manifestaron claramente, a favor de la colocación de una barrera,
según se desprende de la lectura del dictamen, cuyo contenido parcial traslado:
…”con intento (la Junta) ha dejado para la última, la 8ª base;
porque, como no puede estar de acuerdo con ella, se propone razonar en opinión:
trataremos el asunto de que no ha de tener barrera y sí burladeros. La Comisión
señores: conoce que hay muchos aficionados a quienes ocupa, tanto el peligro
que corra en una plaza de toros sin barrera, como el placer de tocar al toro y
que su pañuelo sea saludado…como acontece en este caso; pero a su vez debemos
manifestar…”
Y continúa más tarde:
…”por todas estas razones la Comisión opina que se ponga
barrera y que en la contrabarrera, haya una maroma de bueno uso”…
BARRERA Y NO BURLADEROS
Así es, precisamente lo que acabamos de releer (un texto
de 1845), establece que para la seguridad de los espectadores es bueno
construir una barrera, es verdad, pero no dice nada ni alienta en ningún
momento, la colocación de burladeros que sirvan en un momento peligroso de
alivio para los lidiadores. Ese tipo de defensa se empleaba en aquellos tiempos
exclusivamente para situaciones muy puntuales, como por ejemplo la incapacidad
física del espada de turno, bien por alguna herida o problema que le impidiera
saltar con agilidad la barrera. La historia escrita e ilustrada de la
Tauromaquia deja perfectamente determinado que los primeros burladeros no
disponían de acceso directo a través del callejón, sino que simplemente se
trataba de unas pantallas distantes treinta y cinco centímetros de la barrera,
tras las que se resguardaban los diestros
que consideraban precisa la utilización de tan vital abrigo, ¡pero sólo
cuando realmente fuese necesario!… No era bien visto ese alivio. Incluso el
hecho de poner burladeros requería la formalidad de anunciarlo previamente en
el programa de la corrida, o en su defecto indicarlo claramente, con letra bien
marcada y perfectamente legible en un cartelito supletorio.
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Primitiva plaza de Atocha sin burladeros |
Actualmente es lógica la existencia habitual de los
burladeros, e incluso dentro del callejón, para garantizar la estancia en el mismo del
personal taurino, el sanitario, los periodistas y las autoridades.
LITOGRAFÍAS
Es conocido el dibujo de Chaves (litografía de LA LIDIA-24-9-1883), plasmando el
momento en el que resulta cogido Curro Guillén, dejando constancia impresa de
lo que era una plaza sin barrera, y sí con algún burladero, estampa nada
anormal en fechas anteriores y cada vez menos frecuente en posteriores.
Cantidad de ilustraciones, correspondientes a las
postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX, donde se nos muestran los
recintos con barrera pero sin troneras. Se pensaba que no era una acción
gallarda, por parte del lidiador, esquivar al toro guardándose tras el
burladero.
Cierto es, que en un dibujo posterior del mismo autor (LA LIDIA 22-9-1884), nos podemos
regocijar con un cite clásico, realizado probablemente en 1760, en el que
efectivamente aparece un parapeto protector para nada habitual y que habría que
considerarlo como una rareza.
PARA GUERRITA TAMPOCO…
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Rafael Guerra Bejarano, último rey del toreo del siglo XIX |
A Guerrita se le achacan tantos privilegios, que no está
de más atribuirle también el de los
burladeros. Pero esto no fue así. Don Antonio Peña y Goñi, autor de la obra GUERRITA, publicado en 1894, se encarga de desmantelar la
errónea información:
…”Hay que advertir
que, sólo una vez en la vida, mandó el Guerrita que le pusieran burladeros.
Ocurrió el caso en la plaza de Pamplona, donde toreó por San Fermín en 1890,
teniendo abierta la herida, que le infirió en Jerez el día 24 de junio de aquel
año, el famoso toro Corredor”…
El segundo Califa, al ser una gran figura del toreo y con
una personalidad tan arrolladora, ha influenciado en la aparición de normas que, efectivamente, han tenido que ver con su paso por los ruedos.
Por ejemplo el tema de los burladeros, cuya utilización se fue normalizando, entendiendo
y aceptando cada vez con más naturalidad,
siempre que se usaran con mesura… Y ello, es verdad, empezó a resultar
habitual a partir de la hegemonía taurina del cordobés Rafael Guerra Guerrita.
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