miércoles, 25 de junio de 2025

EL AMBIENTE DE “LOS TEJARES”

Por Antonio Luis Aguilera 

 

Plaza de toros de "Los Tejares"


Recuerdo la animación de los días de corrida, cuando los alrededores de la plaza eran un hervidero de personas transitando con dificultad por Ronda de los Tejares. Aquel hormigueo de aficionados en las puertas de acceso, la llegada de los coches de cuadrillas, los alguacilillos y del carro de la carne, los vendedores de arropías levantando los canastos para no tropezar con los camareros uniformados de los dos bares contiguos "Toledo" y "Savarín", los músicos agrupándose para entrar en el coso, los vendedores de agua con sus botijos, el heladero ambulante de “La Ibicense”, el tiro de mulillas entrando al redondel por la puerta grande, la picaresca de los genios de la “beneficencia” ideando para entrar sin pagar portando barras de hielo o los fundones de los ayudas de los mozos de espada... Y entre aquellos recuerdos veo entre la bulla al niño que fui, memorizando el inolvidable collage multicolor de la Córdoba taurina de su infancia, la de la primera década de los años sesenta donde nacería una afición que jamás habría de olvidar.


"Los Tejares" en la pintura de Carlos González-Ripoll


Había aficionados que no tenían para la entrada y seguían las corridas desde la avenida, a pie de plaza, escuchando las manifestaciones del público y las señales acústicas que informaban del desarrollo del festejo: los cambios de tercio, pitos, broncas, pasodobles, olés, ovaciones, palmas, palmitas, chillidos que presagiaban percances y silencios que delataban aburrimiento. Todos los signos que hacían intuir la corrida a los que estaban más tiesos que una regla; también, a quienes optaban por vivir el ambiente sentados en los demandados veladores de aquellos bares, para ver salir a hombros a los toreros triunfadores, o saber si la tarde no fue bien cuando expertos aficionados abandonaban la plaza jurando no volver jamás, y repetían aquello de "corrida de expectación, corrida de desilusión". Al caer la tarde, la concurrida y céntrica avenida era abandonada por  los aficionados que regresaban al Sector Sur, Las Margaritas, Santa Marina, San Lorenzo o El Realejo, para informar de primera mano en las tabernas de una tarde de toros.


Estanque de los Jardines de la Agricultura.
Pintura de Carlos 
 González-Ripoll

La noche pintaba una panorámica de tranquilidad en ese lugar, donde los operarios municipales baldeaban con mangueras a presión limpiando el acerado, mientras algunos chavales con guasa les cantaban "la manga riega y aquí no llega", estribillo que algunas noches de tórrido verano propiciaba un manguerazo que refrescaba a los autores de tan inocente provocación. Aunque para refrescones célebres los de algunos aspirantes a figuras, que tras no tener su mejor noche en las becerradas nocturnas con un ganado imposible, eran sacados a hombros por la puerta grande para llevarlos a los cercanos jardines de la Agricultura, donde finalizaba el apoteósico paseo en volandas siendo arrojados al estanque de los patos, el pilón donde chorreando, entre patos y palomas, debían aclarar las ideas sobre lo complicado que resultaba el futuro taurino.


Panorámica nocturna de la vieja plaza cordobesa


Cuando cerraron definitivamente las puertas de "Los Tejares", para que tras más de un lustro de abandono fuera derruida despejando el céntrico espacio para levantar unos grandes almacenes, los dueños construyeron "Los Califas" en la Huerta de la Marquesa, entonces denominada "Nueva plaza de toros de Córdoba S.A.", que ganaba en modernidad, comodidad, y funcionalidad, pero carecía de la historia y solera de aquel antiguo y entrañable palenque, donde expresaron su arte, además de todos los toreros cordobeses considerados "Califas", los más grandiosos espadas que desde el año 1846 levantaron pasiones y fueron figuras del toreo. La avenida de los Tejares creció en almacenes y entidades bancarias, pero perdió el singular e inigualable ambiente taurino de un coso que fue testigo de la evolución del toreo. 

miércoles, 11 de junio de 2025

UNA PRÓRROGA DESPROPORCIONADA

Por Antonio Luis Aguilera

Plaza de toros de "Los Califas" de Córdoba


Con un llenazo en la plaza terminó la miniferia taurina de Córdoba. Era el cartel que gustaba y los interesados acudieron, aunque tuvieran que llevar útiles para adecentar la suciedad de los asientos, cuya limpieza no está prevista por la organización. El otro, sin atractivo para una oferta de dos corridas, no gustó, y  la gente no fue. Se equivocó quien lo programó. ¿Qué ocurriría en Córdoba de ofrecerse carteles con atractivos, como la misma empresa prepara en Málaga o Santander? 

Ahora, como de costumbre, después de tres espectáculos en mayo, la plaza cerrará sus puertas hasta el año que viene. No hay cláusulas que cumplir en el contrato y esto es lo que hay. Sorpresas ninguna, como las promesas del pasado año, cuando empresa y propiedad sopesaban abrir en septiembre y ofrecer un festejo, debido a la buena afluencia de público en la única corrida de toros completa de la feria. 

Por eso ha sorprendido a la afición que tanta cicatería haya sido  premiada con una prórroga de seis años, seis,  sin opción a otras ofertas que pudieran mejorar tan pobre gestión. Pero la sociedad propietaria es la dueña del recinto y eso es lo que hay. Poco importa que tan desproporcionada prórroga no guste a la afición, esa que dicen no va a la plaza. No va las tardes que la economía empresarial ofrece carteles sin tirón. ¿Tan difícil es confeccionar dos carteles con suficiente atractivo para el público cordobés? 

Una oferta así de pobre genera desilusión. La que llegó como consecuencia de  una gestión que tuvo buenos comienzos en la plaza de Ciudad Jardín, pero se fue diluyendo conforme la empresa resultaba adjudicataria de cosos importantes como Santander, Málaga y Almería, que junto a otros de menor categoría y apoderar a una figura del toreo provocó que las tareas se multiplicaran. Y quien mucho abarca, poco sujeta. 

Córdoba dejó de ser el buque insignia de su gestor, la única plaza de primera, para engrosar el currículum que puntúa en probables concursos de otras deseadas, como puede ser Sevilla. Y mientras llega el momento del adiós se administra como hicieron las empresas anteriores: dos corridas y una novillada con picadores  en mayo. 

Todo con la conformidad de los dueños de la plaza, que sin la menor duda son los responsables del declive taurino de Córdoba, y los que con esta prórroga han dado un tiro de gracia a la afición taurina. Atrás quedaron los años que la sociedad propietaria era presidida por grandes aficionados, que estipulaban en el contrato las condiciones mínimas de la temporada del coso, señalando un mínimo de corridas de toros, novilladas picadas y becerradas.

Ahora los dueños tienen prisa por cumplir el trámite taurino, para empezar lo antes posible con los conciertos de verano, eventos que rentan más y presentan a la prensa con al alcalde de la ciudad, autoridad que no habrá reparado en el ruido que soportan los barrios de Ciudad Jardín y Poniente con los amplificadores de sonido de estos eventos, que probablemente superen los decibelios establecidos en las ordenanzas municipales. 

La plaza de Córdoba se encuentra en una situación compleja. Y para reflotarla es indispensable un plus de ilusión y otro de dedicación, que va  más allá de organizar una presentación con atracciones circenses para presentar tres carteles al año. Esa gala no deja de ser un brindis al sol, muy concurrido por cierto por la clase política que abarrota los burladeros del callejón.

Como el Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía, que designa a los equipos gubernativos, dos nada menos para dos corridas, que han convertido el palco en una tómbola con lamentables actuaciones, donde se regalan orejas sin consistencia después de aprobar un ganado sin trapío, propio de plazas de segunda y tercera categoría. El toro que en los últimos cuarenta años de la plaza jamás se ha autorizado a empresa alguna. 

Seis años de prórroga a “Lances de Futuro” ofrecen escaso futuro a la plaza de Córdoba. Sin embargo, como es habitual, arrendatarios y arrendadores, seguirán echando la culpa a la afición, mientras unos se dedican a rentabilizar conciertos musicales y otros a sus labores en otras plazas de toros. Lo del lleno en la corrida del domingo, como ocurrió el pasado año, no fue un espejismo, sino la respuesta de una afición que acude a lo que de verdad interesa.